Lamentablemente, ante el cúmulo de acontecimientos derivados de las guerras inútiles y sin sentido pero que acumulan miles de víctimas inocentes,  donde los países se empeñan en conseguir sus objetivos geopolíticos por la fuerza en lugar de por la diplomacia; se suma el continuo  desprecio por parte de los gobiernos a nuestros ecosistemas necesarios para nuestro planeta. Estamos viviendo un continuo atropello de muertes, ataques, terrorismo, invasiones, desprecio por la vida, avalanchas de migraciones de personas que huyen de sus inestables países causados por la corrupción y la guerra, columnas de refugiados medioambientales… La sociedad mundial se tambalea peligrosamente hacia la inconsciencia, en lugar de unirnos para ser parte de la solución evitando la crisis climática y la crisis política mundial.

Sé que estas palabras son casi repeticiones de muchos otros levantamientos de voz que se extienden a todos los lugares del mundo. Nada queda a salvo de esta crisis humana. Pero tal vez por ello, debemos seguir alentando y pidiendo el cese de hostilidades, una y otra vez, de forma continua, para demostrar nuestro desacuerdo y denunciar que los gobiernos son responsables de los dos jinetes del apocalipsis que cabalgan por todos los senderos de nuestro planeta destruyendo la vida: el climático y el humanitario.

La agenda 2030 se hunde en el polvo del desierto. El Secretario de Naciones Unidas lo ha dicho claro y fuerte: “El cambio climático es una amenaza sin precedentes para la paz, la prosperidad y los Objetivos de Desarrollo Sostenible” ¿Y quién tiene la culpa de que no se cumplan los acuerdos? Desde luego el ciudadano no.

Sin haber comenzado la COP28 donde se debería poner fecha límite para el uso de combustibles fósiles, ya hay países en desacuerdo, incluido el anfitrión  Arabia Saudí. Y si se quiere poner fin ¿Cuál será su sustituto? Las baterías de los coches eléctricos originan graves problemas para la extracción de los minerales que necesitan. Han comenzado abrir minas hasta en lugares protegidos con la intención de prepararse para la gran demanda de litio, níquel, manganeso, cobalto. Será imposible que todo el parque automovilístico del mundo utilice baterías eléctricas. ¿Entonces cuál puede ser el combustible del futuro?

El biocombustible del aceite de palma o de soja, son una de las causas principales de la deforestación en África, Asia y latino América. Es impensable y un acodicio, intentar que vehículos puedan circular a base de la destrucción de las selvas, con todo lo que de ello se deriva. Ecologistas en Acción con representantes de activistas de Indonesia, Brasil y Ecuador, están realizando una gira por España en contra del biocombustible. En su nota de prensa denuncian que  en 2019, más del 50 % de las importaciones de palma de la UE se destinaron a fabricar este tipo de combustible. Ese mismo año, España se situó a la cabeza de la lista como el mayor importador de aceite de palma procedente de Indonesia y el mayor productor de biocombustibles a base de palma de toda la UE (ya que cuenta con una de las mayores industrias de refinería de aceites vegetales).

¿Cómo puede permitir España que se procese la palma para combustible procedente de la destrucción de las selvas de Indonesia y que origina una violación de los derechos humanos, junto a la presión de las compañías explotadoras del monocultivo de la palma de aceite a los pueblos indígenas que se les expulsa de sus tierras con violencia y el exterminio de especies que se encuentran en peligro de extinción como el orangután? ¿Cómo es posible que se comprometa el gobierno con los objetivos de la Agenda 2030, cuando es cómplice de ecocidio?

Pero aún hay mucho más que se está silenciando de una manera premeditada con el objetivo de no dar a conocer a los responsables de tanta tiranía medioambiental.

Survival International denuncia que  Guarda parques del Servicio Forestal de Kenia y del Servicio de Vida Silvestre de Kenia, en colaboración con la policía keniana, están expulsando ilegalmente de sus hogares a hasta 700 Ogiek en nombre de la conservación de la naturaleza. Destruyen las casas de los Ogiek, algunas incluso reducidas a cenizas tras ser quemadas. A otros se les obliga a que ellos mismos destruyan  sus casas para así defender que las comunidades se marchan voluntariamente. Y todo ello a pesar de la existencia de dos sentencias que reconocían que el gobierno había violado sus derechos territoriales y reconocía el papel importante de los Ogiek en la conservación y protección del bosque Mau.

Y de esta forma podríamos seguir denunciando las miles de violaciones de los derechos humanos protagonizadas por multinacionales y gobiernos. ¿Alguien puede dudar entonces que la crisis climática y humana seguirá existiendo y cada vez con más virulencia si no existe un cambio radical del sistema político mundial? Pero por desgracia el poder corrompe los pensamientos, atrofia la razón, amputa sistemáticamente la empatía y se retroalimenta con más poder y más ambición.

Greenpeace ha lanzado una solución para reducir el CO2 proponiendo un abono único de transporte que permita a la gente moverse por todos los rincones de nuestro territorio usando todos los medios de transporte público disponibles: buses, trenes, metros, tranvías, ferries, etc y sólo por 1 euro al día, es decir, 30 euros. El informe que ha sido entregado al Gobierno no es una medida a tomar de forma incoherente. Ha sido estudiado por técnicos que han visto la viabilidad técnica y económica en la propuesta. Seguramente, una propuesta más que quedará en la papelera ministerial de las ideas esenciales para poder combatir la crisis climática. Claro, que es una idea que viene de la sociedad civil y no interesa en ser aplicada.

Seguiremos sin duda caminando ciegamente porque unos señores y señoras que tienen el poder en el mundo de cambiar nuestro sistema de vida, se empeñan en malgastar nuestro dinero ciegamente en cumbres, reuniones, eventos, viajes, acuerdos de forma invisible, en guerras, en armamento, en proyectos que no se realizan y fiestas que manchan la dignidad del ser humano.