Desde que nacemos hasta el día de nuestra muerte, estamos atravesando duelos continuamente. Existen estudios que afirman que un 50% de los problemas psicológicos de una persona adulta son debidos a duelos no resueltos.

Por Noelia Correa

¿Qué es el duelo? Es el proceso natural que sigue a cualquier tipo de pérdida. Por un lado, como seres racionales y con libre albedrío en la dualidad de este mundo, estamos eligiendo continuamente, ya sea de forma consciente o inconsciente. Y cada elección implica una pérdida, la de aquello que no escogemos, que descartamos. Algunas veces, las elecciones son claras y fáciles. Sin embargo, en muchas otras, a pesar de que escogemos una cosa o camino, la pérdida de aquello a lo que renunciamos nos pesa. Y ya no hablemos de las pérdidas que no escogemos, que no controlamos y sobre las que no hemos tenido ningún poder de decisión. 

Cualquier tipo de pérdida, sea de un ser querido, de nuestra mascota, de una relación, de un trabajo, de la inocencia cuando se pasa a la adolescencia… cualquier tipo de pérdida requiere un proceso de duelo. Y cualquier duelo necesita de una comprensión de las emociones que nos embargan, así como de una gestión del estrés adicional que se añade a nuestro día a día.

El duelo es un proceso natural que tiene diferentes fases, y debo añadir que el número varía según los diferentes expertos y autores. No es un proceso lineal, es personal y su duración tampoco es fija. Es cierto que, a partir del segundo año, si todavía el doliente no ha avanzado en el camino, corre el peligro de que se convierta en un duelo patológico, con consecuencias específicas, y de él hablaré en otro artículo.

Las primeras fases del duelo son más emocionales, y requieren una comprensión de todas las emociones que transitamos, y de su propósito: la negación, la tristeza, la ira, la culpa, la vergüenza e incluso la envidia. No hay emociones buenas ni malas, simplemente cada una tiene un propósito: nos da una información y al transitarla, nos permite realizar un trabajo necesario y fundamental para que sigamos avanzando en este camino que es la vida. Por ejemplo, la negación nos permite poner distancia entre el hecho traumático o pérdida, para poder asimilarla. No hablamos de aceptación todavía, pero sí de ser capaces de mirar de frente a esa nueva realidad.

Las siguientes fases son más intelectuales y requieren de nuestra parte más racional para transitarlas. Aquí incluimos la negociación, la aceptación (que no resignación) y el aprendizaje que extraemos de lo que esa pérdida ha supuesto para seguir avanzando en nuevos proyectos.

Resumiendo, sufrimos pérdidas continuamente, y por salud emocional, física y psicológica, sería maravillosa que nos enseñaran desde pequeños que, al perder algo, todo aquello que sentimos está bien, y que no estamos enfermos. Y que la mejor forma de seguir adelante con cierta serenidad y sabiduría es adquiriendo las herramientas y los conocimientos necesarios para resolver todos los duelos de la vida.

 

 

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