El 23 de julio tenemos una cita ineludible con las urnas. Hay opiniones diferentes en la izquierda, opciones políticas o perspectivas distintas, pero no se puede dejar pasar la ocasión de utilizar el voto como un medio para derrotar a las derechas. La abstención es siempre dejar que otros decidan por ti. Lo dejó escrito Joan Fuster: “La política, o la haces o te la hacen”, “Toda política que no hagamos nosotros, será hecha contra nosotros”. Desde la ciudadanía, desde las izquierdas, desde el soberanismo e independentismo, desde el movimiento sindical, desde el movimiento ecologista, desde el feminismo, desde el asociacionismo… se necesita el máximo de movilización para impedir que se impongan las políticas reaccionarias y de regresión de derechos.

No es la amenaza de “que viene el lobo”. El lobo está ya entre nosotros. Son los acuerdos que PP y Vox están implantando en numerosas comunidades y ayuntamientos. Los ejemplos del País Valenciano y las Islas Baleares son un pequeño entremés de lo que puede ser un gobierno de la derecha extrema y la derecha franquista. Un anuncio a pequeña escala de lo que puede representar una mayoría de derechas filofranquistas en el gobierno del Reino de España. Pocas semanas han sido suficientes para que empezaran a censurar obras de teatro o de cine y tomaran medidas para negar la violencia de género o la crisis climática. Atacadas publicaciones, atacados derechos de las mujeres y de las personas LGTBI, atacada la lengua catalana (lo del regidor fascista de Vox de Borriana pidiendo la retirada de la biblioteca municipal de publicaciones algunas de las cuales infantiles porque “fomentan el separatismo” es toda una declaración),¹  atacada la memoria antifranquista… Y eso que el lobo todavía se disfraza con piel de cordero. En los meses que llevan gobernando en Castilla y León han intentado dificultar aún más el derecho al aborto y han logrado recortes para limitar la actividad de los sindicatos obreros.

Y ya sabemos que el programa con el que se presentan a estas elecciones es derogar y derogar, para volver atrás a todo lo que signifique derechos de las mujeres, derechos sociales o políticas de igualdad. Derechos democráticos, en definitiva. Medidas para recortar derechos y gobernar para que capitalistas y patronales vuelvan a recuperar lo que consiguieron con Rajoy. No les importa la mentira ni la difamación. Su única verdad, su único interés, es seguir gobernando a favor de los más ricos y poco o nada les interesa la situación de las familias trabajadoras mientras puedan seguir llenando sus bolsillos. Bolsillos que están llenos ya. Para el total del territorio fiscal común, sabemos oficialmente que poco más de 1,6 millones de personas se encuentran en la intersección del 5% más alto de riqueza y de patrimonio, lo que represen­ta menos del 3,7 % de la población total. Este exiguo porcentaje de po­blación dispone de 1,086 billones de euros (45,4 % del total de patrimonio neto) y de 136.000 millones de euros (20,1 % del to­tal de la renta bruta). De renta y riqueza legales, sin contar paraísos fiscales y otros escondites.² Hoy y aquí.

Se necesita el voto para evitar, contrarrestar o resistir algo de esto y empujar hacia un cambio de rumbo. Sí, sabemos que el voto no es suficiente, sabemos que muchas movilizaciones y resistencias no tienen una expresión electoral, pero también sabemos que desperdiciar el voto puede tener un gran beneficio en algunos momentos para las fuerzas más derechistas y filofranquistas. Y el 23 de julio es uno de estos momentos.

Porque frente a la reacción de las derechas no se pueden esquivar los problemas. Si hay dos razones por las cuales las derechas pueden ganar estas elecciones son: una porque las medidas del gobierno de coalición han sido insuficientes para responder a las importantes deficiencias sociales y democráticas que existen; y dos porque la demagogia nacionalista española ha penetrado entre amplísimos sectores de la ciudadanía española si exceptuamos Euskalherria, Cataluña, y, parcialmente, Galicia. Y entre parte de esta ciudadanía se valora más la “defensa de la unidad de España y la corona” y toda la demagogia asociada a ella (y, para qué engañarse, hay una izquierda que también ha asumido esta línea chauvinista, que diría Xosé Manuel Beiras) que la defensa del salario, de la sanidad y de la educación públicas, del derecho al aborto³ y, claro está, de cualquier propuesta lejanamente republicana. No querer ver la combinación de estas razones de una posible victoria de la derecha extrema y de la derecha franquista es esquivar los problemas a los que se enfrenta una izquierda republicana y socialista.

Hay mucha más gente con puestos de trabajo que hace unos años, pero los salarios se han depreciado por encima de la media europea. Se aumentó el salario mínimo, pero cerca de dos millones de hogares no llegan a fin de mes y cada día crecen los que necesitan ayuda social para sobrevivir. La vivienda está por las nubes mientras hay 3,4 millones de viviendas deshabitadas (según datos del Instituto Nacional de Estadística) y la ley de vivienda no es suficiente para detener el precio de los alquileres. El que fue catalogado por algunos como salto histórico del Estado de bienestar al ponerse en práctica el Ingreso Mínimo Vital, se ha demostrado un auténtico ludibrio. Más de tres años después de su nacimiento, sigue siendo un fracaso inmenso. Más que salto histórico, podríamos calificarlo de vergüenza histórica. La renta básica incondicional y universal, por el contrario, ha sido vista de forma más distante por parte del actual gobierno PSOE-UP.

Se dieron pasos hacia la igualdad entre mujeres y hombres y contra la violencia de género, cierto. Se habla de construir un nuevo país, pero para eso se necesita reconocer la plurinacionalidad y el derecho de las naciones a decidir su relación con el conjunto de pueblos de la península. Nadie se ha destacado en el gobierno PSOE-UP por la defensa del derecho de autodeterminación de las naciones periféricas ni de la propia España que sigue siendo una monarquía desde que la impuso Francisco Franco.

La fuerza mayoritaria del gobierno lo ha dicho para quien quiera oírlo de forma clara: jamás derecho a la autodeterminación de Cataluña, Euskadi y Galicia, y viva la monarquía.

Las propuestas de las derechas es dar una vuelta de tuerca reaccionaria a todo lo que representa derechos y libertades. Hay que impedirlo, pero el actual régimen, con su capitalismo de amiguetes y limitación de derechos, ha creado el caldo de cultivo para ese giro reaccionario. Un cambio de rumbo es pensar un país con valores y contenidos sociales para la gente trabajadora, una perspectiva republicana social y democráticamente avanzada.

Y sí: el primer paso es derrotar a las derechas el día 23. Un voto para las izquierdas del Estado y para las izquierdas soberanistas e independentistas. Para lograrlo se necesita el concurso de todas las personas que consideren que la victoria de la derecha representará un atentado a las libertades democráticas de gran magnitud.

No se puede faltar a esta cita electoral para intentar detener esta barbarie hoy con el voto. Aunque en todo caso, la movilización contra la barbarie, en el gobierno del Reino de España o en la oposición, será imprescindible. Como ya lo es en aquellos gobiernos de comunidades que han conseguido arrebatar. No se trata de provocar el miedo, se trata de responder votando el 23 y fomentando la más amplia respuesta social.


¹ Obsérvese el razonamiento (sic) del ultra: puesto que está escrito en catalán fomenta el separatismo. Así pues, si está escrito en castellano fomenta el chovinismo español carpetovetónico: sería la contrapartida (absurda) argumental.

² Arcarons, J.; Bollain, J.; Raventós D.; y Torrens, L., En defensa de la renta básica. Ed. Deusto, 2023 (de próxima publicación en setiembre).

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