Por Sol Pozzi-Escot

  • El director Josué Méndez presenta “Maquinal”, una polémica obra escrita por Sophie Treadwell que narra el caso de la vida real de Ruth Snyder, condenada a la silla eléctrica por asesinar a su marido en Nueva York, en 1927.
  • La obra va de jueves a lunes, hasta el 10 de julio, en el Teatro del Centro Cultural PUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro)

-¿Qué te inspiró a montar la obra?

-Cuando leí la obra, hace un par de décadas, lo que más me atrajo fue la historia y el personaje. La manera cómo se contaba la historia me atrapó muchísimo, porque no tiene una estructura clásica, sino que sigue el modelo de lo que fue el expresionismo, que era una ruptura con la manera tradicional en la que se actuaba y contaban las historias.

-¿Qué posibilidades te brindó como director esa dimensión innovadora de la obra?

-Lo que más me interesó del estilo expresionista es que te permite entrar a la subjetividad del personaje. La obra se plantea como un viaje mental. El expresionismo busca sacar a la luz esos traumas, sombras, todo lo que llevamos oculto. Las luces, la escenografía, todo tiene que ver con el mundo interior. Lo que se ve en la obra no es la realidad observable, sino es un retrato del mundo interior del personaje principal.

-¿Cómo abordaste el trabajo con la actriz principal, Jely Reátegui?

-Fue un proceso de un par de meses, durante el que vas probando caminos, conociendo al personaje. Yo creo que un personaje existe en realidad y el trabajo es irlo encontrando, irlo descubriendo. Así, vas descifrando la obra y encontrando las pulsiones internas, esas que van más allá de las acciones, y mueven al personaje. Una vez encontradas esas pistas vas construyendo el personaje. Es un viaje compartido con Jely y todos los actores.

-¿Se podría decir que la búsqueda de la libertad es uno de los temas principales de la obra?

-Creo que el personaje no es consciente de eso en un primer momento, pero su lucha interna es por tomar su vida y su destino en sus manos. Todo lo que ha hecho ha sido vivir el destino de otros, vivir decisiones de otros, de la madre, de sus deberes laborales, de su marido. Nunca ha tenido control sobre su vida y lo trágico de la historia es que cuando ella finalmente toma conciencia, es cuando ella se delata y confiesa el asesinato del marido. Sin embargo, es esa toma de control sobre su vida lo cual va a significar su muerte.

-¿Cómo abordar ese reto sin normalizar el crímen que comete el personaje principal?

-La obra está abierta a interpretación. Algunas personas podrán verla y pensar que está bien que se le condene a la silla eléctrica y otros pensarán que está bien que haya luchado por su libertad. Sin embargo, hasta el día de hoy, un siglo después de la obra, seguimos viendo la violencia que genera el abuso, la opresión, el hecho de no permitir que la gente actúe con libertad. Ella paga con su vida pero finalmente acepta su destino y encuentra así un final digno.

-¿Hay una dimensión feminista en la obra?

-Si bien la autora Sophie Treadwell no se describía como feminista, defendía muchas ideas del feminismo. Ella misma defendía el matrimonio libre, fue la primera mujer corresponsal de guerra y rompió esquemas de su época. En relación a “Maquinal”, ella hace mención al placer del personaje principal de la obra, era para ella muy importante que este personaje encuentre placer con su amante y expresarlo en la obra. El que el personaje encuentre esta felicidad, este gozo con su amante y lo exprese también representa una ruptura para la época de estreno de la obra, que fue 1928.

-Llama también la atención que en la obra ciertos actores tienen diferentes personajes a lo largo de la historia. ¿Esa fue una decisión tuya o una indicación del texto original?

-Fue una decisión mía, me parecía interesante que todos vuelvan, como otros. Me parecía un ejercicio interesante, que iba con el estilo expresionista y nos permitía explorar personajes expresionistas, es decir con gestualidades grandes que invitaba a los actores a jugar con esas posibilidades.

-Siento que la obra no se inscribe necesariamente en un espacio y un tiempo en particular. ¿Existe una universalidad en la obra?

-Creo que la obra fue escrita bastante contextualizada, escribió en 1927 y se estrenó en 1928 y la autora la escribió a los pocos meses  del juicio de Ruth Snyder, entonces la gente que fue a Broadway a ver la obra estaba muy familiarizada con la historia, la gente sabía de qué se hablaba. A pesar de esto, yo creo que es una historia que puede pasar en cualquier lugar hoy en día. Los dilemas de estos personajes siguen vigentes hasta hoy. Si bien en ese entonces la crítica era hacia las grandes fábricas, grandes industrias, la verdad es que la tecnología aún nos esclaviza. Ese dilema de la modernidad persiste hasta hoy.