Para la gente sencilla de nuestro país, no es tema el llamado Consejo Constitucional 2023.

El proceso constitucional «2.0» pasa inadvertido o no es tema cotidiano a reflexionar, discutir y tomar postura para la gran mayoría de la ciudadanía. Se podría decir que hay un cansancio en torno al asunto y la última encuesta de Pulso Ciudadano, de febrero de este año, deja entrever está situación, estableciendo que un 57% de la población chilena tiene poca o nada de confianza en este nuevo proceso aumentando en 2,3 puntos en relación a la misma medición realizada en enero.

Las vocerías del sistema nos anuncian que: «La ciudadanía está experimentando una suerte de fatiga constitucional, hay un cansancio relacionado con el proceso constituyente, especialmente por los excesos que tuvo el primero», dijo a EFE el decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad Central, Marco Moreno, señalando además «una distancia y poco conocimiento sobre el proceso pues sus temas de interés son la inseguridad, el orden público, la migración y el manejo de la economía.” Tal discurso no es para nada casual y se refuerza por doquier por el poder mediático.

Por otro lado, M. Cristina Escudero, politóloga de la Universidad de Chile, cree que aunque la mitad de los encuestados desea tener una nueva Constitución, delegan en los expertos la redacción y se distancian de un rol activo de participación en el proceso constituyente, siendo el gran desafío de éste «legitimarse e involucrar a la ciudadanía para que tenga un buen resultado en el plebiscito de salida de diciembre» (ambos entrevistados en La Tribuna, marzo 2023)

¿Será que la ademia (ausencia del pueblo) de este proceso constitucional sea responsabilidad absoluta de las y los ciudadanos? Lo único claro es que nos obligan a ir a votar, y nos dicen que tal acto es “el momento en que se nos permite nuevamente sentirnos parte de la democracia y soñar con que ejercemos nuestro derecho de decidir en libertad sobre el país, el futuro y la vida que queremos.” Y lo que se experimenta es otra cosa: volver a sentirnos atrapados en la jaula de la democracia representativa, dónde queda de manifiesto el acomodo al detalle de un sistema político ad hoc a los intereses y al total control de la elite política, operada desde el Senado (si, el mismo que estuvo a punto de desaparecer en el proceso de la convención 2022).

A diferencia de la propuesta anterior, redactada por una convención de mayoría progresista e integrada por ciudadanos independientes, sin afiliación a partidos; la actual se sustenta en 12 principios institucionales arbitrarios, que profundizan el poder de las élites, y que dan lineamiento obligatorio al órgano redactor impidiendo una propuesta refundacional de esta sociedad y sus instituciones fallidas.

A lo que se le suma, el tiempo acotado, los propios límites infames que tiene la propuesta, la posibilidad de participación solo en el anteproyecto y la significativa ausencia de las regiones, entre otros elementos retrógrados, que constituyen las principales barreras para la participación ciudadana en el “nuevo proceso.”

Como dato, en el acto de lanzamiento de la Secretaría de la Participación, órgano creado para este hito, Rosa Deves, Rectora Universidad de Chile, señala «Siempre que se trata de la adopción de decisiones públicas en una sociedad democrática, la participación ciudadana es una condición de legitimidad…..»

¿Se está perfilando un voto nulo en la sociedad chilena?

El Consejo Constitucional 2023 se torna, al sentir ciudadano, en una estrategía de bajo perfil, político y mediático. Se cargan otros temas en el escenario y la conversación de la ciudadanía (40 horas, estados de excepción, etc.) El presente proceso queda reducido a una mera actividad de redacción. No se siente en el seno poblacional, como algo que tendrá un impacto en las necesidades concretas de la vida diaria, y se ve como algo que solo es una disputa en los ámbitos políticos, algo lejano en que no se tiene incidencia alguna.

Nadie participó en este armado, nadie conoce a quienes se candidatean, nadie entiende esto como algo democratico, o que en algo aporta a una democracia, por lo contrario, se experimenta como impuesto, una dictadura con un nuevo formato liberal.

La máxima crítica posible del ciudadano común es que se está gastando plata en montar algo insulso, y se escucha en la calle que: “…. ¡pero que la redacten a bajo costo, y muestren su descaro obsceno sin tapujos!.”

El clamor del pueblo es traicionado nuevamente. Es un nuevo fracaso de los intentos de la gente buena y consciente que lucha, y que más allá de todo ello, se mantiene en la porfía, que se sustenta en la convicción profunda, de que los poderosos de hoy no tienen asegurado el futuro, porque la potencia, de la necesidad de las mayorías que padecemos la injusticia, la explotación, la discriminación y la violencia, será finalmente la que permitirá la convergencia, el protagonismo y la alegría de vivir con sentido, construyendo la sociedad solidaria y fraterna, que cada Ser Humano merece.

Hoy rechazamos y convocamos a rechazar esta mentira malintencionada y miserable, negando nuestro apoyo, ejerciendo nuestro derecho a la desobediencia civil frente a esta encerrona legalizada. E insistimos en promover lo único digno: Asamblea Constituyente Soberana.

 

Redacción colaborativa de M. Angélica Alvear Montecinos; Guillermo Garcés Parada y César Anguita Sanhueza. Comisión de Opinión Política