Hay libros que dejan marcas en las personas y más allá, en colectivos, países y distintas generaciones. Hablamos del Popol Vuh o Popol Wuj -el más cercano a la ortografía K’iché-, y con un sentido universal como pocos.

Religión, mitología, historia y astrología sitúan a esta obra en la cúspide de la literatura maya y universal, sin discusión alguna.

Entre sus diferentes nombres, se le conoce como “Libro del Consejo”, “Libro de la Comunidad”, “Libro Sagrado”, “Libro de la Estera” y hasta “Biblia Maya”, lo cierto es que muchos enigmas en torno a sus orígenes quedan hoy por descubrir.

A su gran valor estético, los estudiosos suman el de ser una gran ventana por la cual se puede vislumbrar la cosmogonía del pueblo K’iché antes de la llegada de los españoles a tierras americanas.

Su contenido corrobora datos encontrados en la alfarería, las estelas y hasta en los monumentales monolíticos que nos dejaron de herencia y algunos permanecen en lo profundo de la vegetación de la selva de Guatemala.

En lo que a influencias concierne, la presencia del Popol Wuj es innegable en la literatura nacional, pero también en la de autores centroamericanos.

El Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias no hubiera creado su obra maestra, Hombres de maíz, si no hubiera existido el antecedente del antiguo códice.

Asturias regresó a los orígenes, pero no al mito occidental (Ulises, Prometeo, la Biblia), sino al precolombino, a lo primigenio del ser latinoamericano, el hombre de maíz.

En términos generales, en la historia narrada en el manuscrito original del siglo XVI se aprecian tres partes: una que describe la creación y el origen de los hombres de maíz; otra sobre un tiempo anterior a ese proceso, con las aventuras míticas de los dioses gemelos Hunahpú e Ixbalanqué en el inframundo maya; y la última con el linaje del pueblo k’iché hasta los últimos reyes asesinados por las huestes españolas.

Para entender la gran importancia del Popol Wuj, los investigadores señalan que habla de una cosmogonía y una cosmovisión. La primera hace referencia a la forma en que un pueblo explica el origen del universo y todo lo que le rodea, mientras la segunda responde a la manera en que ese pueblo ve el mundo y cómo lo explica mediante historias.

También refleja aspectos únicos del territorio desde el cual fue escrito, así como expresiones espirituales, ideológicas y artísticas. Lo mejor es que sus valores siguen vivos en las comunidades mayas porque están contenidos en las historias que los abuelos aún relatan.

UNA HISTORIA AZAROSA

Junto con los conquistadores llegaron varios sacerdotes, quienes en su afán de convertir a los indígenas a la “verdadera religión”, destruyeron cuanto tuviera alguna conexión con las religiones precolombinas: templos, dioses y bibliotecas enteras de códices.

Estudios indican que el Popol Wuj, como lo conocemos, fue escrito un poco después de la Conquista en el idioma k’iché con auxilio del alfabeto castellano por uno o varios indígenas cristianizados, posiblemente miembros de la realeza derrotada.

Algunos identifican a uno de los posibles autores con un indígena llamado Diego Reinoso, pero la mayoría concuerda en enmarcarlo en origen desconocido o autor colectivo por la tradición oral.

Donde sí hay coincidencia es en la fecha aproximada de su redacción, entre 1554 y 1558, hasta que casi dos siglos después vio la luz la versión que trascendió hasta nosotros, cuando el sacerdote Francisco Ximénez tuvo el original en forma de versos e hizo la traducción al idioma castellano en prosa.

A partir de ese manuscrito del dominico, se publicaron versiones en diferentes países e idiomas durante los siglos siguientes.

UN POPOL VUH PARA LOS NIÑOS

Los estudiosos que conocieron el manuscrito de Ximénez aseguran que no es un libro fácil de leer por la densidad de su lenguaje y figuras, sobre todo para el público infantil.

En esto precisamente pensó la pluma de Francisco Morales Santos, quien tuvo en las ilustraciones de Guillermo Grajeda la vía ideal para cumplir el reto de trasladar a las nuevas generaciones las historias, mitos y leyendas del pueblo k’iché.

Según recordó su autor en una entrevista al Diario de Centroamérica, el proceso creativo estuvo marcado por la responsabilidad de acercar el texto primordial de nuestra literatura a los niños y, además, facilitarles su encuentro con las ediciones nacionales de Adrián Recinos, Sam Colop y Adrián Inés Chávez, entre otras.

Morales se propuso conservar la historia ancestral para plasmarla de la manera más fidedigna con un buen uso del lenguaje, contó en la entrevista. “Siempre hay que tener presente que la niñez es un estado, no una limitación para entender”, fue su clave.

El trabajo del Premio Nacional de Literatura 1998 se complementó con las ilustraciones de Grajeda (1918-1995), uno de los más importantes nombres de la plástica guatemalteca, quien realizó expresivos dibujos inspirados en personajes y aventuras del libro sagrado, listos para colorear y desatar la creatividad de los lectores.

“La fusión del talento guatemalteco hace que la aproximación a la obra sea con entusiasmo y curiosidad”, señaló la editora Irene Piedrasanta en la presentación del libro bajo su sello editorial en 2019.

CON EL PASO DEL TIEMPO

Como uno de los documentos más relevantes de la cultura maya, el Popol Wuj resiste el paso del tiempo y aún muchos enigmas en torno suyo siguen en pie. Su trascendencia va desde lo histórico, cultural, antropológico hasta lo literario, más allá de los valores propios de la escritura original.

Tras el avance de los descubrimientos, se comprobó la existencia de muchos lugares reales vinculados con su existencia y el interés trasciende dentro de la misma virtualidad: tan solo googlear Popol Vuh en el famoso buscador y aparecieron 66 mil 400 resultados.

Pero, ¿qué hace tan especial a este libro?

Muchos mencionan su condición de sagrado; no obstante, la antropóloga maya-kaqchikel Aura Cumes discrepa, porque a su juicio, darle esa calidad lo convertiría en un libro relacionado con el fundamentalismo, lo cual apuntaría a una “verdad absoluta” o inamovible de las cosas.

Ella sugiere verlo como un libro histórico que recopila una visión de mundo -o como muchos llaman cosmovisión- de los pueblos mayas, ya que fue uno de los pocos que se lograron salvar.

Para el lingüista, abogado y poeta maya-k’iché, San Colop, su importancia radica en registrar la mitología y la historia de ese pueblo hasta la colonización de los españoles en el siglo XV.

Otras aristas apuntan a que muestra una visión contraria a la heredada desde el mismo proceso de la conquista, alrededor de una sola raza, un solo tiempo y dios. En el libro se habla del mundo dual, “par” o “poli”, cuya creación asumieron múltiples parejas encabezadas por el cielo y la tierra junto con todo lo existente.

La antropóloga Lina Barrios argumenta su impronta en cuanto a la diversidad natural: se mencionan 92 especies propias de Guatemala, 41 de flora y 51 de fauna, y también es relevante el rol de las mujeres.

Las energías son femeninas y se encuentran en complementariedad, además de que se mencionan comadronas, gobernadoras y guerreras.

Quizá la visión más integradora es la de Mariela Tax, poeta y educadora popular, quien considera que dentro del Popol Wuj se percibe la vida misma en la conjugación de los elementos, la naturaleza y la sabiduría como parte de un todo, pero también de las estructuras que se van conformando, construyendo y reconstruyendo a lo largo de la historia.

Las palabras aportan en medio de lo poético una sensibilidad sobre la diversidad de la vida. A la vez que sirven como guía durante la narrativa, también permiten una profundización, sostiene.

Su relevancia para los guatemaltecos quedó refrendada un 30 de mayo de 1972, cuando fue declarado Libro Nacional. El 27 de agosto de 2012 el Ministerio de Cultura y Deportes lo inscribió como Patrimonio Cultural Intangible de la Nación.

En agosto de 2018, nacionales y extranjeros tuvieron la gran oportunidad de ver de cerca un facsímil del Popol Wuj escrito por Ximénez en el museo que lleva el nombre del texto k’iché en homenaje a su 40 aniversario de trayectoria a favor de exponer lo mejor de la cultura precolombina.

La pieza fue el eje central de la muestra temporal de ese año junto a una docena de objetos arqueológicos y 32 de los dibujos realizados por Guillermo Grajeda.

Su directora, Rossanna Valls, recuerda a Prensa Latina la fidelidad del duplicado con detalles como los bordes de las páginas o las marcas que la tinta deja con el paso del tiempo en el reverso de las hojas.

Si bien ya había sido entregada con anterioridad otra edición a la municipalidad indígena de Chichicastenango, su acceso fue limitado para el gran público.

A todos les surge la duda: ¿Cómo luce realmente el texto más cercano al original?… y poder contemplarlo de cerca y tenerlo de forma permanente en el museo es un sueño hecho realidad, contó Valls.

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