Por Sol Pozzi-Escot

María Elena Blanco (Cuba) es poeta y traductora, dos cualidades que brillantemente salen a relucir en su traducción de la monumental «Las Flores del Mal», de Charles Baudelaire.

En la Feria Internacional del Libro y de las Artes de La Molina presentó su traducción de “Las Flores del Mal”, clásico poemario de Charles Baudelaire. ¿Qué la atrajo a traducir esa obra en particular?

Desde que empecé a estudiar la poesía francesa en mi adolescencia, Baudelaire fue mi poeta favorito. Me fascinaron su voz poética intensa y nada convencional en comparación con el trillado lirismo romántico; el poder evocador y a menudo enigmático de sus imágenes; su intensa interacción con una ciudad soñada por mí, París… En fin, una belleza nueva e inquietante que me resultaba sumamente atrayente y que yo intuía portadora de conocimientos y experiencias inéditas. De tanto releerlos, me aprendí de memoria muchos de los poemas de Las flores del mal y me encantaba recitarlos en voz alta para disfrutar de su ritmo y su sonoridad cadenciosa o entrecortada, tierna o salvaje. Es algo que todavía hago a menudo.

¿Cómo, a través de una traducción, preservar pero también resignificar lo sublime en una obra como esta?

La traducción poética es recreación poética y por tanto supone y entraña una resignificación del texto fuente a través de otro sistema de signos (otro idioma) y de otro sistema mental y físico (otra conciencia y otra voz, las del traductor).  Naturalmente, se trata de preservar el sentido, pero como en literatura sentido y forma van intrínsecamente unidos, el resultado de esa traslación nunca es —ni puede ser— literal, sino por el contrario un texto analógicamente afín en mayor o menor medida según el grado de apropiación o adaptación del material original por parte del traductor. En cualquier caso, estimo que, para ser una buena traducción de poesía, el texto traducido debe ser un poema que contenga el mayor número posible de significados analógicos y de elementos significantes del original.

Usted posee amplia experiencia como traductora. ¿Qué caracteriza la traducción de poesía por oposición a traducción de novelas, o de otro tipo de textos?

La traducción de poesía suele ser más laboriosa que la traducción de narrativa debido a que en la escritura poética se utilizan más frecuentemente que en la prosa narrativa los procedimientos de condensación y desplazamiento —metáfora y metonimia— y otras figuras retóricas o efectos lingüísticos como la elipsis, la aliteración, etc. No obstante, en toda traducción literaria, ya sea de poesía o de narrativa, es necesario recordar que se trata de un nivel de comunicación indirecto, no mimético, no utilitario, que si bien debe reflejar cabalmente el texto fuente, goza de un margen analógico considerable. En cambio, la traducción documental —como, por ejemplo, la que se hace en las Naciones Unidas— debe dar cuenta del contenido original de la manera más completa y precisa y tratar de reflejar el tenor y el estilo del texto ajeno evitando dejar una impronta evidente del traductor.

En el momento de su publicación, “Las Flores del Mal” resultó un libro chocante para la Francia del siglo XIX. El día de hoy, ¿dónde radica el carácter innovador y polémico de este libro?

Hoy en día este libro de Baudelaire sigue teniendo un carácter innovador y polémico pero por motivos distintos a los que dieron lugar a su condena por ultraje a la moral pública en 1857. Es moderno su talante crítico y, desde muchos puntos de vista, políticamente incorrecto, tanto en sentido literal como figurado. Por otra parte, aborda temas problemáticos o complejos en la actualidad como el nihilismo, el consumo de estupefacientes o la diversidad y la violencia de género, y roza susceptibilidades contemporáneas por el uso de calificativos o expresiones que en su época eran corrientes pero que hoy nos suenan chocantes o discriminatorios.

Usted publicó un poemario titulado “Alquímica Memoria”. ¿Cree que existe un potencial poético en absolutamente todos los aspectos de la vida, por más cotidianos que puedan ser?

En efecto, creo que todos los aspectos de la vida son o pueden ser materia poética, precisamente porque la escritura literaria los transforma en otra cosa: en objetos de poiesis, de creación poética, ya se trate de poemas, novelas u otros textos narrativos o dramáticos. La literariedad opera una suerte de alquimia sobre lo real, despojándolo de su contingencia inmediata para asumir un valor abstracto: simbólico, analógico o anagógico que en lugar de representar miméticamente lo real lo refunde y refunda en lenguaje, en signo. Este es el sentido del título de mi poemario Alquímica memoria. Es también una forma suprapersonal de resistencia contra el tiempo, contra el olvido. Y termina siendo, por cierto, una incidencia en lo real.

Pensando en los poetas peruanos, ¿cuáles diría que son sus favoritos?

Entre mis poetas peruanos favoritos figuran Antonio Cisneros, César Vallejo y Blanca Varela. También me gustan Mario Montalbetti y Nilton Santiago. Por otra parte, Valeria Román Marroquín y Paola Dávalos son dos poetas jóvenes con propuestas poéticas emergentes, de corte principalmente feminista, cuya evolución ulterior podría ser interesante.