A un año de la invasión de Rusia sobre Ucrania, la escalada bélica sigue sin freno Así, a la emergencia climática y el impacto de la pandemia se suma la crudeza de una guerra que ha disparado los precios de la energía y los alimentos, su acceso y aumentando la pobreza y desigualdad entre países. La guerra está reforzando la política de bloques y fomentando el rearme y la militarización, con el aumento del gasto militar de los Estados y los ingentes beneficios de la industria armamentística. Ello ha permitido a EEUU revivir el viejo papel de la OTAN, afianzar el apoyo de Europa en su disputa hegemónica con China, e impulsar exportaciones de gas y petróleo extraídos mediante técnicas insostenibles como el fracking.

Por ello, hacemos un llamado a redoblar los esfuerzos diplomáticos para restablecer un alto el fuego y una negociación para una solución pacífica y duradera, en línea con las peticiones del Secretario General de NNUU, el Papa Francisco, o los presidentes Gustavo Petro, Lula da Silva y Alberto Fernández. En segundo lugar, es necesario articular una respuesta conjunta de ayuda humanitaria y reconstrucción justa de Ucrania, que no profundice las relaciones de dependencia y la política de bloques. En tercer lugar, apoyamos las iniciativas independientes de búsqueda de justicia y rendición de cuentas frente a todos los crímenes de guerra cometidos en el marco de la guerra de Ucrania, abordando el delito de agresión en el seno de los mecanismos internacionales con respaldo de NNUU, como la CPI y otros tribunales híbridos que se constituyan con este objetivo.

Ante la crisis climática y energética necesitamos acabar con nuestra dependencia de las energías fósiles, acelerando una transición verde que haga efectiva la sostenibilidad de la vida en el planeta, la autonomía de nuestros países y la soberanía de los pueblos sobre nuestros recursos. También necesitamos políticas globales que redistribuyan la riqueza y los recursos, con políticas fiscales justas que permitan reforzar los sistemas de protección frente a las crisis. Por último, necesitamos reforzar los mecanismos de diálogo y resolución pacífica de los conflictos, las políticas de construcción de paz, y trabajar por un modelo de convivencia pacífica que incentive el desarme, la desmilitarización y la prohibición de armas nucleares.

Los movimientos populares contra la guerra siempre han señalado el camino hacia un mundo en el que los intereses de las grandes potencias y de los poderosos no se impongan sobre la paz. Las guerras siempre las pagan los pueblos, nunca los que las ordenan, que jamás verán cómo sus hijos o hijas pierden la vida en el campo de batalla. Hoy, las y los líderes y fuerzas progresistas firmantes hacemos un nuevo llamado internacional a la paz que ponga en valor y acompañe esas luchas.

Firmantes
Gustavo Petro, presidente de Colombia. Alberto Fernández, presidente de Argentina. Jean-Luc Mélenchon, fundador de La France Insoumise. Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030. Jeremy Corbyn, miembro de
la Cámara de los Comunes del Reino Unido. Catarina Martins, diputada en la Asamblea de la República de Portugal. Peter Mertens, secretario general del Partido de los Trabajadores de Bélgica. Giuliano Granato y Marta Collot, portavoces nacionales de Potere al popolo. Nicola Fratoianni, secretario nacional de Sinistra Italiana. Pervin Buldan y Mithat Sancar, co presidentes del Partido Democrático de los Pueblos. Walter Baier, presidente del Partido de la Izquierda Europea. Gerardo Pisarello, diputado de Catalunya En Comú en el Congreso de los diputados de España. Juantxo López de Uralde, coordinador federal de Alianza Verde. Enrique Santiago, diputado de Izquierda Unida en el Congreso de los diputados y secretario general del Partido Comunista de España. Ana Pontón, portavoz nacional del Bloque Nacionalista Galego. Arnaldo Otegi, coordinador general de EH Bildu. Oriol Junqueras, presidente de Esquerra Republicana de Catalunya.