Por Marcela Latorre*

Un espacio blanco y negro nos recibe con dos personas amables que nos dan la bienvenida de manera juguetona y alegre, haciéndonos sentir que somos parte de algo, que un próximo viaje va a comenzar.

Así, de la mano de la música, nos invitan a hacernos preguntas, muchas preguntas, ir hacia atrás, pero ese atrás está adelante, ya que comenzaremos a recorrerlo con ellos, que permanentemente están ligados por unos elásticos y melodías que se entrelazan con instrumentos que llaman la atención de los diferentes espectadores, más bien, las y los adultos conectamos con nuestra niñez inquieta y curiosa y niñas y niños, conectan con su capacidad de reflexión que quizás, los hace ir hacia su adultez existencial.

En ese espacio pasa de todo, porque entramos en un signo de interrogación para preguntarnos quiénes somos, de dónde venimos, dónde están las personas que ya no están, pero que sentimos siempre, navegamos todas y todos juntos porque somos parte de lo mismo, nos vamos sintiendo parte de la tribu, nos emocionamos, nos reímos, complotamos, nos sorprendemos siempre unidos y terminando el viaje, no queremos dejarlo, queremos seguir arriba del barco de las preguntas con la libertad de no encontrar las respuestas.

Escénicamente es un montaje pulcro, con pocos elementos, todos muy justificados, es como si estuviéramos en la nada, pero estamos en el todo, el diseño nos hace estar en esa paradoja de lo inestable, pero a la vez estable, lo que se complementa con los instrumentos musicales, que no son instrumentos reconocibles para el público, pero suenan y hacen música, incluso sin tocarlos. Las canciones son muy bien interpretadas, con encanto que atrapa y capta la atención, son el hilo de la trama.

Los personajes son guías, están para acompañar, para impulsar las preguntas, para compartir inquietudes, para unir corazones, mentes, lógicas, historias y esta historia. El texto permite de manera sutil ir hacia adentro y hacia afuera de cada uno, invitándonos a mirar el sentir, el hacer y el pensar, generando una experiencia significativa.

Teatro de Ocasión había abordado con valentía, temas existenciales para la infancia, con su obra “TUM”, que magistralmente hablaba sobre la muerte. En este espectáculo, van más allá, van a los recuerdos, pero los ubican en el futuro, jugando con el espacio de representación mental y escénico, lo que deja entrever una propuesta filosófica de la dramaturga, que la instala de manera suave y amable en el público familiar y que la directora, logra disponer con inteligencia en el escenario.

FICHA ARTÍSTICA “Vuelas y Vuelos”

Creación, Actuación y Música en Vivo: Mª Fernanda Carrasco Blancaire y César Espinoza Araya

Dirección: Mariana Muñoz Griffith

Dramaturgia: Mª Fernanda Carrasco Blancaire

Asesoría Dramatúrgica: Ana Harcha Cortés

Diseño Escenografía, Utilería e Iluminación: Belén Abarza Castillo

Realización de escenografía y utilería: BV.A, Belén Abarza Castillo, Eduardo Bunster Charme, Carla Meza Concha, Alex Riffo Contreras

Diseño Sonoro: Daniel Pierattini Serqueira

Sonido en vivo: Julio Gennari Gacitúa

Técnico de Iluminación: Francisco Herrera Estay

Diseño y Realización de Vestuario: Daniel Bagnara Mena

Diseño Gráfico: BV.A

Gestión de Proyecto: Karla Sandoval Maza

@teatrodeocasion


*Marcela Latorre es magister en educación, actriz, pedagoga teatral, periodista y narradora oral.