*Por Ana Luisa Ríos con colaboración de Faviola Mares

Las calles arden en el Perú. La población está dolida e indignada. Una imagen es la que presenta la prensa mercantilizada, al mejor postor, decidida a enquistarse y repartirse el botín del erario nacional. Los vientres de alquiler pululan en todo el país, pues la representación política incluso pasa por pagar los cupos al estilo gansteril, si quieres asumir el liderazgo popular a nivel local,
provincial o regional o nacional. La otra imagen es la que se percibe en los alrededores de la plaza San Martín de Lima, lugar histórico de luchas sociales, y en los pueblos del Perú no oficial.

Tal parece que lo acontecido en setiembre de 2019 no fue suficiente. Aquella vez, las juventudes nos tomaron la palabra y salieron a tomar el Congreso para hacer respetar la voluntad popular. Hoy, apenas unos años después, la historia se repite, más sangrienta, más brutal. La respuesta, no se ha dejado esperar.

Un gran sector de la población se identifica con Castillo. ¿Por qué le apoyan?

Por varias razones. Consideran que él es una víctima del poder y por eso lo reivindican. No ven en él un estadista ni esperan que sea un académico con pergaminos, sino a un hermano, como al Paco Yunque esquilmado por Humberto Grieve, representado por el Gobierno y el Congreso de la República. Y, por ello, tampoco plantean alternativas desde los vericuetos de las interpretaciones del Derecho.

Por otra parte, la Asamblea Nacional de los Pueblos ha sesionado el sábado 10 de diciembre, y entre sus acuerdos está realizar una movilización nacional para el jueves 15 de diciembre, con la agenda: Cierre del Congreso, exigir la libertad de Pedro Castillo, Asamblea Constituyente, rechazo a la designación de Dina Boluarte y su gabinete y adelanto de elecciones.

Mientras tanto, desde los medios de comunicación se levanta un falso imaginario del pueblo organizado, al cual provocan generalizando el adjetivo de vándalos, cuando conocen que siempre hay infiltrados. No hay capacidad de análisis de la prensa, tampoco indican cuánto estarían cobrando por hacer la campaña difamatoria contra la movilización.

Por su parte, la Defensoría del Pueblo ha salido a lamentar que no haya liderazgos visibles. ¿Para qué? ¿Para imputar a los mismos? Esta posible que no encontremos liderazgos visibles, pues la movilización es plural, diversa, auténtica, espontánea, dirigida principalmente por jóvenes y adultos. No hay una agenda única, tampoco una organización única, sino unificada. El punto de
coincidencia es la capacidad de indignación contra una clase política parásita que ha vivido como sanguijuela del Estado peruano, cambiando las leyes según sus conveniencias para la defensa de sus privilegios, una clase que pretende enarbolar falsamente la bandera de la democracia, cuando el principiante de política sabe que solo defienden sus bolsillos.

Es el pueblo que se siente incomprendido y sale a las calles dispuesto a arriesgar, pues ya enfrentó lo peor y en las condiciones más adversas; pues, lamentablemente, percibe que los gobiernos ya le han quitado todo, menos la dignidad. Una población que pide el cambio de la Constitución no porque discute el modelo constitucional, sino porque sabe que surgió bajo las balas y la mano un dictador como Fujimori y su secuaz Vladimiro Montesinos.

La movilización es la expresión del hartazgo de los sectores populares que fueron los más golpeados en el confinamiento y vieron morir a sus seres queridos en la pandemia del coronavirus, mientras el Estado peruano dejaba en manos del mercado un derecho fundamental como es la salud, porque el capítulo económico de la Constitución fujimorista no le permite intervenir sino solo cuando no puede hacerlo el mercado. Grave error que nos ha costado la vida de miles de peruanos y peruanas, quienes ni siquiera tuvieron una muerte digna en la pandemia, pues los más pobres fueron botados en cementerios clandestinos. Sale ahora la población que estuvo condenada a vivir del día a día, algunos solo asistidos por bonos y ollas comunes, mientras que las grandes empresas recibían millones de soles en préstamos Reactiva por parte del Estado peruano.

Está claro que hay dos rostros del Perú: el oficial y el marginado. Los pueblos se enfrentan a una Lima racista, clasista y colonial que discrimina abiertamente a los de abajo y no hace el esfuerzo por explicar y respetar el hartazgo del pueblo peruano. Mientras tanto, la clase política que ahora gobierna bajo el fusil no mostró intención de diálogo. Todo lo contrario, ha agudizado la convulsión social al declarar el Estado de emergencia a nivel nacional. Un gobierno así pierde legitimidad y el Congreso de la República, con solo 10 % aprobación, se ha convertido en la institución más repudiada del país. Parecen sordos y ciegos ante los tambores de guerra que ellos mismos generan. Que se vayan todos se escucha como consigna en todas las regiones del país.

 

*Sobre las autoras del artículo
Ana Luisa Ríos. Educadora y escritora peruana con experiencia en trabajo con organizaciones indígenas, educación intercultural bilingüe, educación comunitaria y estudios en derecho.
Faviola Mares. Psicóloga, educadora, especialista en desarrollo integral de las adolescencias, con experiencia en gerencia en gobiernos locales y regionales y concertación intersectorial e intergubernamental.