Rosa Beltrán*

A las críticas que se opusieron a su obra en los años 80, tildándola de “subjetiva”- como ha ocurrido siempre en cierta tradición patriarcal donde lo épico sólo puede contarse en tercera persona-  Annie respondió con un desafío: se autodefinió como “etnóloga de sí misma”, apuntando que no sólo lo personal es político, sino que lo íntimo es siempre social pues atraviesa el mundo de las leyes, la historia, el tiempo que a quien escribe le tocó vivir. La historia de cada una puede ser en un sentido única y emblemática, representativa de un grupo social, pues sería distinta si viviera en otro momento histórico y bajo otras leyes.

A partir de 1984 con El lugar decide abandonar la ficción pura y comienza su viaje por una narrativa donde la reflexión en primera persona se mezcla con el diario y la crónica de experiencias familiares e íntimas. El clímax de este experimento es, sin duda, El acontecimiento, que habla de su aborto siendo estudiante de filología en un momento y un país en que éste es ilegal y está penalizado con cárcel. Su pareja apenas se entera, se desentiende y ella que no desea tener al bebé tiene que enfrentar sola esa experiencia dolorosa y traumática. No sólo vivir experiencias duras sino hablar de ellas de forma tan cruda, tan desafiante, implicó en su momento cierto repudio, un escándalo. ¿Por qué alguien querría exhibirse de modo tan  “obsceno”? ¿Por qué alguien querría hablar del intento de su propio padre por matar a su madre -cosa que hizo en otro libro, La Honte (La vergüenza). “Mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio. Fue a primera hora de la tarde. Yo había ido como de costumbre a misa de doce menos cuarto y después a comprar unos dulces a la pastelería del centro comercial de la ciudad, un conjunto de edificios provisionales construidos después de la guerra”. ¿Por qué alguien tiene que contar que después de la escena donde el padre trata de matar a la madre con un hacha, ella, siendo niña, su madre y su padre -los tres- aparecen en la cocina-, ella llora y el padre le dice: “¿Tú por qué lloras? Yo a ti no te hecho nada”, con la naturalidad de esa lógica con que muchos reaccionan a la violencia doméstica. Pues porque alguien tiene que “dar a saber” los graves conflictos del terrorismo social y familiar que antes no se llamaban así y por tanto no existían. Y porque tenía que escribir de eso una gran escritora y esa escritora se llama Annie Ernaux.

 

*Coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM

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