MEGAMINERIA

Por Jacqueline Melo e Michele Marinho

Los relatos van desde enfermedades de la piel, ansiedad y depresión, hasta la pérdida de las ganas de vivir. Quiénes son las mujeres víctimas de la minería y cómo la actividad cambió sus formas de vida y existencia.

«Cuando ocurre un desastre de esta magnitud, no hay otro grupo más afectado, con dimensiones tan dramáticas, que las mujeres», señala Leila Regina da Silva, analista de la gerencia de Socioeconomía y Cultura del Núcleo de Asesoría a Comunidades Afectadas por Represas (Nacab), con sede en el municipio de Viçosa y que actúa en varias ciudades de Minas Gerais.

El estado de Minas Gerais ha sufrido en los últimos años dos grandes catástrofes: el colapso de la represa de Fundão, en Mariana (2015), que fue la mayor catástrofe medioambiental de Brasil, y el colapso de la represa de Córrego do Feijão, en Brumadinho (2019), considerado el mayor impacto social de nuestra historia. Los daños de estos delitos medioambientales siguen afectando la vida de miles de mujeres, incluso las que viven a kilómetros de distancia del área alcanzada por el lodo.

Aunque la minería es responsable de cerca del 8% del PIB estatal, con ingresos multimillonarios –en 2021, sólo la empresa Vale tuvo ganancias récord de 121 mil millones de reales–, los efectos de esas actividades en los territorios genera cambios muy significativos en las formas de vida y subsistencia de las comunidades en su conjunto, pero con daños más graves para las mujeres afectadas.

Es el caso de Fernanda, vendedora, 42 años, antigua empleada del Shopping da Minhoca, región comercial de artículos de pesca a orillas de la carretera BR-040, en el municipio de Caetanópolis, Minas Gerais. Ella cuenta que desde febrero de 2019, tras la catástrofe de Brumadinho, la pesca está prohibida en el río. Con la falta de clientes en el lugar, Fernanda y otros empleados fueron despedidos.

Fernanda Soares, vendedora en el Shopping da Minhoca, en Caetanópolis/MG. Foto: Jacqueline Melo

«Llego al día de hoy triste, insegura, porque sigo tomando varias clases de medicamentos: antidepresivos, para el trastorno de pánico, para controlar la ansiedad… Incluso durante este tiempo engordé fácilmente 25, 30 kilos. Es cuestión de mucha ansiedad. He llegado a sentirme enferma, a estar sin comer, y aún así engordé por mi grado de ansiedad», dice Fernanda Soares.

«De un momento a otro los pescadores empezaron a desaparecer porque ya no tenía sentido ir a relajarse a las orillas de un río al que no se podía acceder. […] ¿Qué alegría podía tener ir a la costa de un río que antes veías con agua limpia, para verlo totalmente contaminado? Esto es una puñalada en el corazón para cualquiera que estuviera acostumbrado a eso».

Fernanda es parte de la Comisión de Afectados del Shopping da Minhoca, y dice que recibir las primeras cuotas del Programa de Transferencia de Ingresos (PTR) de Vale, en abril de este año, fue el resultado de mucha lucha y del reconocimiento de los trabajadores como «pueblos y comunidades tradicionales». El río Paraopeba está a más de un kilómetro de esa región comercial, por eso a la comunidad no se la reconocía como afectada.

«Al contrario de lo que mucha gente piensa, no somos afectados porque el lodo nos haya alcanzado literalmente, sino porque nuestra dignidad se vio afectada, porque el Shopping da Minhoca es una comunidad que se autosustentaba. En ese punto fuimos afectados, a partir del momento en que mucha gente se endeudó y así sigue hasta hoy».

La tienda de Marilei en el Shoppping da Minhoca, Caetanópolis, MG – Foto: Jacqueline Melo

«Nosotros no somos afectados por el lodo por fuera, pero siéntense a conversar con cada persona de las que están ahí, en ese rinconcito, y van a ver. Por fuera no hay barro, pero en cambio por dentro, el barro se ha apoderado de cada uno», dice la vendedora.

Quiénes son las mujeres afectadas?

«Estamos hablando de mujeres negras, jóvenes. Hablamos de vulnerabilidad, de violaciones. En este lugar es importante atender a cada una de ellas porque aun cuando hablamos de mujeres, no hablamos de forma homogénea. Hablamos de diversidades, de facetas. Una cosa es hablar de una mujer blanca y otra cosa es hablar de una mujer negra», explica Leila Regina da Silva, analista del Departamento de Gestión Socioeconómica y Cultural del Centro de Asesoramiento para Comunidades Afectadas por Represas (Nacab).

Entre junio y agosto de 2021, se realizó por primera vez una encuesta específica para conocer los daños causados a las mujeres. El «Boletim Mobilização: ser mulher atingida» (Boletín de Movilización: ser una mujer afectada), fue realizado por los Servicios de Asesoría Técnica Independiente (ATI) del Nacab.

Según Leila Regina, aunque las familias están destrozadas, son las mujeres las que más sufren porque «están sometidas a una presión mucho mayor, en el marco de los cuidados, que socialmente se asignan a la mujer». Los hombres y los niños están más presentes en la casa, duplicando la demanda de trabajo de la mujer, si es ella quien se ocupa del hogar. Hay más horas dedicadas a ordenar y limpiar, en ese proceso que enferma».

En la misma encuesta se entrevistó a 1084 personas, residentes en la llamada región 3.

Municipios de la Región 3 de la Cuenca del Río Paraopeba – Fuente: Nacab

El boletín señala que, del total de afectados, el 47,8% son mujeres, el 57,3% se auto declaran negras, el 47,8% son de edad adulta y productivas (entre 30 y 59 años) y tienen baja escolaridad, mientras el 34,8% tiene la enseñanza primaria incompleta.

Con relación a ingresos y autonomía, el boletín destaca un endeudamiento del 20,2% de las mujeres de la región 3, además de un aumento significativo de gastos básicos como salud (44,2%), transporte (37,5%) y alimentación (58,2%).

Cerca de un cuarto de estas mujeres perdió su empleo (22,8%), mientras que la mayoría vio reducidos sus ingresos (52,2%) pasando a depender de los pagos de emergencia de Vale. La mayoría de ellas reciben atención de políticas públicas o programas sociales (74,4%).

Casi la mitad de esas mujeres (45,7%) pasaron a tener contacto directo con el polvo y el barro, aumentando su carga de trabajo en la limpieza y el mantenimiento del hogar. Más del 40% de las mujeres notaron el aumento de circulación de extraños en el barrio, lo que provocó inseguridad y miedo al acoso y otros tipos de violencia.

Maria de Lourdes Honorato, peluquera y cocinera, residente en Taquaras, MG – Foto: Jacqueline Melo

«Tomo medicamentos antidepresivos, no duermo bien. Mi establecimiento está en la avenida. Los camiones suben y bajan, y está ese polvo que se sigue respirando. Mi respiración ya no es como antes. […] Antes del rompimiento de Vale teníamos un lugar, todo era más natural para nosotros. Hoy no lo es, una camina insegura porque sabe que se está alimentando de polvo químico», dice María Lourdes Honorato.

Nacida en Belo Horizonte, María de Lourdes decidió trasladarse a la comunidad de Taquaras, en el municipio de Esmeraldas, en la región metropolitana de la capital de Minas Gerais, buscando calidad de vida. Trabajó como peluquera durante 28 años y, durante la pandemia decidió cambiar de ramo: abrió su propio restaurante, donde cocina y vende productos de la zona.

Desde la catástrofe de Brumadinho, el río Paraopeba, que está a menos de un kilómetro de su casa, está contaminado, alterando toda la dinámica de vida de la comunidad, especialmente la de las mujeres.

«Hoy veo que las mujeres de Taquara se quedan en su casa, mientras antes eran pescadoras. Hoy viven en casa deprimidas, ya no vienen a la peluquería a arreglarse como antes, a veces también porque ya no tienen los recursos que antes provenían de la pesca. Viven tomando remedios en su casa. Veo a las mujeres de Taquara enfermas, porque ya no tenemos ocio, no tenemos nada.

María de Lourdes vive en una pequeña granja y cuenta que las frutas y verduras que cultiva se están pudriendo y ya no maduran. «Antes no compraba las verduras, las recogía aquí. Todo lo que comía era puro, sin ningún producto químico».

Maria de Lourdes Honorato segurando frutas que não vingam, Taquaras 2022 – Foto de Jacqueline Melo

Cuenta que, en enero de 2022, la inundación que afectó al río Paraopeba causó daños más importantes en la comunidad que la ruptura de la represa de Brumadinho. «Hoy la orilla del río se volvió muy peligrosa. Hay un lugar donde la inundación golpeó más fuerte, donde las casas se derrumbaron, donde el agua pasó y arrastró todo aquel residuo junto con arena, con todo. Cuando se llega a ese lugar, que está cerca de mi casa, la tristeza es total. Mansiones, casas preciosas, jardines, y hoy no hay más nada.

Protesta de una familia que sufrió daños en su propiedad por el colapso de la presa de Brumadinho en Taquaras, MG – Foto: Jacqueline Melo

El crecimiento de la minería y las exportaciones de materias primas

En Brasil, el área dedicada a la minería en 2020 fue seis veces mayor que la registrada en 1985, pasando de 31.000 a 206.000 hectáreas, lo que supone un aumento del 600% en las últimas tres décadas y media. Los datos proceden de la organización MapBiomas, recogidos por imágenes de satélite utilizando inteligencia artificial.

Proyecto MapBiomas: cartografía de la superficie de la minería industrial y del garimpo en Brasil. Fuente: MapBiomas.org

Según la cartografía, el Estado de Minas Gerais ocupa el segundo lugar en superficie total aplicada a esa actividad, con 33.432 mil hectáreas. El mineral de hierro, principal producto de exportación del Estado, representa 1/4 del total de minerales extraídos en Brasil.

Los avances tecnológicos potenciaron la productividad del mineral de hierro. De enero a diciembre de 2021, Minas Gerais fue responsable del 41% de la exportación brasilera de este mineral, con ingresos de 15.000 millones de dólares.

La gran demanda de mineral de hierro motivó el aumento de la producción y también la expansión en la construcción de represas de residuos, frecuentemente construidas con métodos que no garantizan la seguridad del ecosistema.

El estudio de MapBiomas también señala el crecimiento de las actividades mineras, muchas veces realizadas de forma clandestina, con el uso de metales potencialmente tóxicos. Con la flexibilización de la legislación ambiental en los últimos años, este tipo de minería fue avanzado sobre los territorios indígenas y las unidades de conservación.

Comunidad minera tradicional

Existe otra forma de minería, en el lecho del río, realizada de forma artesanal y tradicional, muy común en regiones como el municipio de Antônio Pereira, en el distrito de Ouro Preto.

Entrevista en casa de la minera Ivone Zacarias, en Antônio Pereira, en el distrito de Ouro Preto, MG. Foto: Jacqueline Melo

Según la minera Ivone Pereira Zacarias, la actividad no es perjudicial para el medio ambiente, «porque no trabajamos con maquinaria, ni con mercurio […], que contamina el río, destruye la naturaleza, los peces y nuestra salud». El mercurio es un veneno. Lo que realmente causa daño es la empresa minera, porque eso es maquinaria, excavación, polvo destruyendo las plantas”.

Nacida y criada en Antônio Pereira, Ivone, de 52 años, aprendió a extraer mineral a los 11 años con sus padres, y enseñó el mismo oficio a sus hijos y nietos, como garantía de subsistencia.

En mayo, los mineros de la región fueron detenidos y se les incautaron sus herramientas en una operación de la Policía Federal ordenada por Vale. Desde entonces tienen prohibido trabajar.

«No se consigue mucho oro en las minas, no te harás rico. Pero vas por la mañana, y por la tarde ya tienes un poco de oro para comprar un paquete de frijoles, harina de maíz, arroz, galletas, leche, que a veces tu hijo te pide y no tienes. ¿Y qué está queriendo Vale? ¿Que todos en nuestra comunidad pasen a ser delincuentes?”

Ivone Zacarias, en su zona minera en Antônio Pereira, en el distrito de Ouro Preto/MG. Foto: Jacqueline Melo

Ivone afirma que las empresas mineras están presentes en la región donde vive, desde hace más de 20 años. Y destaca que el municipio ha sufrido con el «lodo invisible», por el miedo a la ruptura de la represa Doutor, de la empresa Vale.

«¿Por qué Vale puede actuar, acabar con nuestro mineral, nuestro oro, y nosotros, que somos locales, no podemos extraerlo? Por ahora no nos está matando con el barro, como en Brumadinho, porque la presa no se rompió, pero nos está matando la depresión. Aquí estamos todos enfermos. Hay ancianos tomando medicinas, niños con problemas gravísimos, y esta picazón que tenemos en el cuerpo, por este polvo, por estos residuos», dice la minera.

Para Laís Jabace, coordinadora del proceso de registro de los afectados de Cáritas* en Mariana, esa minería artesanal es un complemento a los ingresos o un ingreso central para varias familias, y una actividad que tiene una profunda relación con el medio ambiente y la comunidad circundante.

«La economía que gira en torno a esta minería es local, desde la maquinaria que utilizan, hasta los instrumentos que se fabrican, se construyen y se compran allí mismo […] Esta población compra y consume en la región, lo que es totalmente diferente a la minería de una gran corporación, tanto en lo que se refiere a los insumos para la actividad, como al destino de los recursos. El beneficio –la facturación–, no se reinvierte en la región, aunque –como parte de los procesos posibles–, tenga bonificaciones fiscales por políticas de responsabilidad social», dice Laís.

La exportación de commodities

Para la abogada popular Larissa Vieira, miembro del Colectivo de asistencia popular Margarida Alves y de la Red Nacional de Abogados Populares (Renap), el estado de Minas Gerais vive actualmente una intensificación de los emprendimientos mineros, debido a la elección de un modelo esencialmente extractivista y exportador de commodities.

«Incluso en el contexto en el que vivimos, de fracaso de este modelo tras el colapso de dos represas de desechos, generando pérdidas y daños de grandes proporciones para esta población, vemos que el estado no dio marcha atrás en cuanto a buscar alternativas económicas para nuestro estado», dice.

Larissa señala que la legislación ambiental estatal se flexibilizó incluso después del colapso de la represa de Fundão en 2015. «Este es un factor muy agravante, que facilita la entrada de empresas muchas veces a costa de violar los derechos de las comunidades, de no escuchar lo que la población considera importante en términos de modelos de desarrollo.»

Salud y justicia reproductiva

El concepto de Justicia Reproductiva se desarrolló en 1994 en el contexto de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo celebrada en El Cairo, que se considera un hito para la definición internacional de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. En la práctica, la Justicia Reproductiva es una herramienta para garantizar la ciudadanía y los derechos de las mujeres y sus comunidades, ya que se centra en la vida sexual y reproductiva a través de la lente de la justicia social.

Como explica Mariana Prandini Assis, profesora de la Universidad Federal de Goiás, «las mujeres negras se movilizaron para denunciar que la lógica individualista de elección que subyace a la reivindicación de los derechos sexuales y reproductivos, es insuficiente para responder a las injusticias que marcan sus vidas. Por eso reclamaron el derecho a tener hijos, a no tenerlos, pero también el derecho a criar a sus hijos en comunidades sanas y sustentables, con dignidad y respeto».

Según la abogada Larissa Vieira, la noción de Justicia Reproductiva «trae la perspectiva de cuerpos libres, de personas libres de elegir su destino, con autonomía, dignidad corporal, algo que nunca se logrará en este contexto de grandes empresas». El mismo estudio de impacto ambiental no piensa en las mujeres. A veces incluso se detecta que habrá un impacto sobre ellas, pero no se considera ninguna medida alternativa».

Territorios y ecosistemas: justicia ambiental reproductiva

La justicia reproductiva abarca una visión amplia del medio ambiente, incluyendo algunas de las condiciones necesarias para que las personas puedan tomar decisiones: salarios adecuados, acceso a la salud, educación de calidad, vivienda y seguridad, entre otras.

El acceso a las condiciones materiales y socioeconómicas es necesario para que las mujeres tengan dignidad sobre sus decisiones, como tener o no tener hijos y cómo cuidarlos en comunidades sustentables.

De ese modo, la justicia reproductiva puede ser pensada de forma territorializada, en relación con las luchas que tienen lugar en los territorios. Según la profesora Mariana Prandini Assis, en los últimos años viene ganando fuerza –a partir de la elaboración de los movimientos indígenas de las Américas–, el concepto de justicia reproductiva ambiental, que integra los paradigmas de justicia reproductiva y justicia socioambiental.

Para la profesora, esa nueva mirada requiere «evaluar los impactos socioambientales para incluir también los daños a los procesos, sujetos, elementos y espacios de reproducción de la vida, es decir, a los cuerpos individuales y colectivos, a la cultura y los símbolos sociales, a la sexualidad y a la reproducción y a la capacidad de los individuos y las comunidades de ejercer su libertad reproductiva con dignidad».

¿Cómo vivir sin el río?

En el contexto de grandes emprendimientos como las mineras, todo el ecosistema, incluidas las formas de vida humanas y no humanas, se ve afectado.

Leandra Moreira, de 25 años, es pescadora y residente de Retiro dos Moreira, una aldea de unos 200 habitantes en Fortuna de Minas (MG), que fue reconocida hace dos años como comunidad quilombola remanente. Ella describe los cambios ambientales y sociales que se produjeron en su territorio tras la contaminación del río Paraopeba.

«Teníamos muchos pescadores aquí y eso daba un enorme movimiento a la comunidad. Los pescadores venían y nos daban pescado cuando no podíamos ir al río. Mi casa es una de las más cercanas [al río], de modo que ellos compraban huevos, gallinas, verduras. También nos traían cosas de la ciudad cuando venían», dice Leandra.

Leandra Moreira, residente del quilombo Retiro dos Moreira, en Fortuna de Minas, MG. Foto: Jacqueline Melo

Leandra comenta que la degradación del río provocó la pérdida de un espacio esencial para la diversión y la vida social de la comunidad. «¡El ocio aquí era divino! Los fines de semana eran seguros, todo el mundo estaba en el río ya fuera para pescar o nadar. A veces íbamos simplemente a sentarnos junto al río a comer farofa, o a pescar un pez y comerlo allí mismo».

Márgenes del río Paraopeba, en Retiro dos Moreira, municipio de Fortuna de Minas/MG – Foto: Jacqueline Melo

«Ser una mujer afectada en un lugar como éste es complicado, porque los que tienen voz son los hombres. Las mujeres somos las últimas en ser escuchadas. Si no nos unimos, no conseguimos nada”.

Leandra cuenta que, antes de la ruptura, las mujeres salían, mientras ahora pasan los días dentro de casa. «¿Y si es una mujer a la que no le gusta ir al bar, a quien le gusta pescar como a muchos aquí en la comunidad? Muchos reservorios de peces están dentro de las estancias. No todos podemos ir a pescar ahí, hay que tener autorización. En el río no, el río es libre. Hemos perdido ese rinconcito de las mujeres».

Ecotecnologías: ¿es posible pensar en eliminar el barro de los ríos?

Sobre todo en las últimas décadas, la industria minera viene depositando grandes volúmenes de metales potencialmente tóxicos en los lechos de los ríos, contaminando las aguas y los animales, haciéndolos no aptos para su uso y consumo.

Profesora de la Universidad Federal de Ouro Preto (Ufop) y coordinadora del Laboratorio de Educación e Investigación Ambiental (Lauepas), la arquitecta y urbanista Dulce Maria Pereira defiende la eliminación del barro por parte de las empresas mineras.

«Ellos [Vale y Samarco] dijeron que no retirarían el lodo porque podría hacer más daño al río. No es cierto, porque el lodo queda ahí por tiempo indefinido. […] Hay cambios terribles, especialmente con el arsénico que provoca mutaciones en los peces. Se produce una ‘alianza’ de esos materiales y metaloides con el material inorgánico del fondo del río, y se van generando cambios muy grandes en ese hábitat al dejar el lodo en el lugar».

La profesora reconoce que los procesos necesarios para retirar el lodo podrían causar daños, pero argumenta que el río, por desgracia, ya está «prácticamente muerto» por el lodo. «Entonces lo quitas y dejas al río en paz, que él se irá recuperando lentamente en un plazo de muchos años. Dentro de 30 años vamos a ver los problemas del barro, pero podríamos ver un río renaciendo», compara Dulce, defendiendo el potencial de la ecotecnología, ciencia que integra los campos de la ecología y la tecnología, centrándose en soluciones sustentables, buscando reducir los impactos ambientales.

«En lugar de alejar a la gente del contacto con el metal potencialmente tóxico, podrían retirar el metal de los lugares donde se encuentran las personas. Eso está comprendido en las ecotecnologías. Que una empresa minera del tamaño de BHP, Vale y Samarco diga que no puede sacar el lodo…. ¡Eso sería ‘lo elemental, mi querido Watson’ que debería haber pasado y listo!», evalúa Dulce María Pereira.

«Con el tamaño que tienen, las coroporaciones pudieron aspirar [el barro] con los ojos cerrados. Como saben, yo soy de estas áreas técnicas, por lo que llamo lo que se practica ‘necroingeniería’, ingeniería de la muerte, que es lo mismo que la necropolítica. ¿Por qué? Porque no es una ingeniería para la vida».

«Las corporaciones, con el tamaño que tienen, consiguian aspirar el lodo con los ojos cerrados. Yo soy de estas áreas técnicas, por eso a lo que se practica lo llamo necroingeniería, ingeniería de la muerte, que es lo mismo que la necropolítica. ¿Por qué? Porque no es ingeniería para la vida.

La necroingeniería mencionada por la profesora, se refiere a la ingeniería de baja calidad que provoca riesgos visibles y groseros en el tratamiento del medio ambiente y las riquezas locales. Por tanto, a partir del uso de tecnologías inadecuadas, la necroingeniería va a contramano de las posibilidades tecnológicas existentes en la ingeniería contemporánea.

Neoextractivismo y racismo ambiental

El proceso de extractivismo minero surge en un contexto de conquista y colonización de América, y se consolida con la globalización del capital. «El extractivismo y el neoextractivismo son inseparables del capitalismo. Es una característica estructural. Y a esa característica se le suma la propia lógica colonialista, racista y patriarcal», señala la abogada Larissa Vieira.

El modelo extractivista estimula la dominación, el proceso de alienación, desde el momento en que desprecia y deshumaniza a las personas de los territorios», añade.

Para la profesora Dulce Maria Pereira, el proceso de extracción de minerales está impregnado de una «extraordinaria perversidad de racismo ambiental», utilizada para dividir a las comunidades. «Las casas que tuvieron menos inversión de la empresa, falta de agua, etc., todo eso fue peor para las poblaciones negras. Eso se suma a las comunidades de matrices africanas, que perdieron literalmente toda su base natural de fundamento. Es una pérdida intangible inmensa. El agua, la hierba, las plantas, el aire, que es como se organiza el material utilizado para el contacto y para las relaciones espirituales».

«Ya es terrible que no quitaran el lodo del río, pero ¿por qué no quitaron el lodo de las huertas? Y son generalmente las huertas negras las que tienen barro», cuestiona la profesora.

Racismo ambiental en Mariana y Barra Longa. Fuente: PEREIRA, Dulce Maria (org). PÉRDIDAS ECOSSISTEMICAS: Barra Longa afectada por el colapso de la presa Fundão de SAMARCO/VALE/BHP BILLITON

Simone Silva, de 44 años, vive en Barra Longa, a 60 km de Mariana. Es profesora de arte y tiene una hija de 7 años, Sofía, que fue contaminada por los residuos tóxicos cuando tenía 9 meses. En 2015, como Simone nunca olvidará, el municipio fue invadido por el lodo de la ruptura de la represa de Fundão en Mariana.

«Mientras tenga vida, continuaré esta lucha y resistencia, que es dar voz a mi pueblo sufrido, a los afectados por las represas, especialmente a las mujeres negras. Si hoy puedo ocupar un espacio para hablar en un aula como profesora negra, es porque otras lucharon antes que yo. ¿Cuántas gotas de sangre, cuántas cuerpos fueron desmembrados en la plaza pública para que yo pudiera hablar hoy? Esto no fue en vano”.

Simone se convirtió en militante del Movimiento de Afectados por las Represas (MAB) tras el crimen de Samarco, Vale y BHP. Su causa es la lucha por el tratamiento de salud de su hija y de toda su comunidad. «No se milita sólo por uno mismo. Hay otras Sofías a lo largo de la cuenca del Río Doce».

Barra Longa (MG) – Río Gualaxo do Norte, después de la tragedia de la ruptura de la presa Fundão, de la empresa minera Samarco (Foto: José Cruz/Agência Brasil. 31/10/2017)

«La justicia es una máquina de hacer dinero para los asesinos y los criminales. Pero para las víctimas, no: la justicia sólo existe para quitarles derechos y castigarlas. Porque en este proceso de las empresas mineras, las víctimas pasan a ocupar el lugar del delincuente y las empresas mineras el de la víctima. Los papeles se invierten en este proceso de afectación de las empresas mineras”.

«Incluso espero que se llegue a que la empresa pida perdón a la gente en un proceso como estos. Eso aliviará el alma de mucha gente. Sólo eso, es algo fundamental. Fíjese en el trato que reciben estas personas por parte de las empresas, de sus abogados, de todo el mundo. […] Y se las descalifica. Estuve en varias audiencias públicas en las que vi cómo descalificaban a la gente. Y eso es muy grave».

El futuro de las mujeres afectadas

» Desde el punto de vista de sus estrategias, la minería no tiene límites. No es casualidad, por ejemplo, que raramente se contraten personas del mismo pueblo donde se realiza el proyecto, para que no tengan conocimiento de los procesos reales y menos aún de lo que se proyecta para el futuro […]. Existe el ejercicio de una manu militari, de un poder técnico y tecnicista que descalifica a los poderes locales. Y las promesas, la seducción… hoy hablaríamos de las fake news de la minería. Las personas se embriagan con la posibilidad de un desarrollo que nunca llega», dice la profesora Dulce Maria Pereira.

Según ella, se anularon derechos constituidos como el derecho al agua, a la reparación, al tratamiento de la salud y a la vivienda. Cree que si hubiera una acción seria por parte del Estado y de movilización de los afectados, con compromiso de intelectuales y ecologistas, «habrá una posibilidad de recuperar el territorio, con técnicas y prácticas mucho más adecuadas ambientalmente».

La peluquera, María de Lourdes, habla de sus deseos a corto y largo plazo para su Taquaras. «Querría que volviéramos a ser felices. Querría que nos trajeran recursos, un gimnasio al aire libre para mujeres, un puesto de salud que no tenemos en nuestra comunidad. Aquí, si alguien se enferma, o recibe ayuda del vecino más cercano o se muere», dice.

Residente de Barra Longa, Simone Silva dice que se tomaron pocas medidas de reparación en los últimos años y cree que el escenario actual del país contribuye a esta situación. «Siete años después, ¿qué ha cambiado? ¿Qué ha pasado? ¿Ha cambiado algo en este escenario? No. Sólo ha cambiado el modo, las formas, las violaciones de derechos, la anulación de derechos».

En su opinión, también falta reconocimiento de la propia sociedad respecto a la lucha de los afectados por las represas. «La gente no entiende lo que es militancia, lo que es movimiento social. Para mucha gente ese tipo de cosas es sólo un grupo de vándalos. Porque desgraciadamente es así como la gente ve el movimiento, sobre todo en este periodo que estamos viviendo en Brasil. Así que hoy, el movimiento es más vandalizado y mal visto».

La minera Ivone Pereira también habla del retroceso de derechos para los que viven en su comunidad. «Yo quisiera que Vale se apiade de nosotros. Lo que les falta hacer ahora –cuando ya nos sacó todos los derechos– es enviar un helicóptero y lanzar una bomba para acabar con nosotros de una vez por todas».

Para la pescadora quilombola Leandra Moreira, las empresas mineras deberían tener más consideración con las personas y las comunidades afectadas. Sueña con opciones de descanso para su comunidad, además de un campo de fútbol para los chicos, clases de costura y pintura, cursos de tractorista, de siembra, huerto y «de hacer mermeladas».

«Para hacer justicia, tienen que saber en qué se equivocaron. Muchas veces, Vale ni sabe. Le dicen una cosa a una persona y otra a otra. Para hacer justicia en mi comunidad, tendrían que venir aquí y ver lo que estamos viviendo, venir a traer agua para todos, para el ganado de todos, traer un espacio de descanso para la comunidad. Ya que destruyeron el río, podrían tratar de mejorar la convivencia y el medio ambiente aquí», añade Leandra.

Aunque sigue muy conmovida, Fernanda Soares, vendedora del Shopping da Minhoca, habla de la importancia de tener la esperanza de un futuro mejor para las y los afectados. «Tenemos al menos la esperanza de soñar que algún día habrá una recuperación [del río], si no total –porque es casi imposible–, al menos de un poco, pero si nos rendimos, entonces sí que no tendremos nada. […] Porque soñar es gratis».


* Cáritas es una confederación humanitaria internacional de la Iglesia católica que promueve acciones de solidaridad para las comunidades afectadas por catástrofes socioambientales o en situación de vulnerabilidad.