Para no cometer los mismos errores ni caer en las trampas que nos han deshumanizado hasta la muerte y más allá, es preciso que los niños, niñas y jóvenes de Colombia sepan qué nos pasó, por qué nos pasó y cómo dejamos que sucediera. Para eso, el 12 de agosto la jornada “la escuela abraza la verdad” recorrerá desde preescolar hasta el grado 11 más de cuatro mil escuelas y colegios públicos y privados de nuestro país, y se hablará en las aulas sin velos ni engaños, sobre lo que nunca debió suceder. Si no es a partir de la sensibilidad y el conocimiento, ¿cómo podrían infancia y adolescencia comprometerse con la no repetición y la construcción colectiva de una cultura de paz y convivencia?

En versiones para su edad y condición, los escolares sabrán qué le han revelado a la Comisión de la Verdad los ríos, los sobrevivientes y los miedos en distintas orillas del conflicto. Trabajarán sobre el valor de levantar la mirada y reconocer los errores.

La jornada del 12 ayudará a descifrar la realidad del país, y acompañará a quienes tienen la vida por delante a reconstruirlo con el respeto y la comprensión social que solo se logra cuando se conoce la verdad.

La comunidad educativa sabrá que por la Comisión pasaron miles de hombres y mujeres que tuvieron el valor de contar historias difíciles, ejercer liderazgos, proteger familias, veredas y culturas; y pasaron hermanos -fraternidad en el dolor y en las raíces- que tuvieron el valor de admitir su responsabilidad en hechos atroces, entregar las armas y resetear las almas.

No más negacionismos ni mentiras. Las generaciones que empiezan a trazar su horizonte, deben aprender a valorar la fuerza del perdón y la urgencia de construir una sociedad que prefiera mirarse a los ojos en vez de matarse por la espalda; que llame las cosas por su nombre, como primer punto de la reconciliación.

La Comisión de la Verdad, ministerios entrante y saliente de educación, secretarías, maestros, bibliotecas y organizaciones sociales que trabajan por la paz y la pedagogía, se aliaron para lograr que las comunidades educativas desde el Casanare hasta el Chocó y del Cauca a la Guajira, aprendan con diálogos pedagógicos y reflexiones de alumnos y maestros, el legado de la Comisión.

Llevar por todo el país este mensaje no es solo un mandato moral: es también una obligación contemplada en el Acuerdo firmado en el 2016 con las FARC-EP. Sin verdad no hay paz, y solo si llegamos desde ya a las próximas generaciones, Colombia podrá moldear un futuro a imagen y semejanza de la vida como valor supremo, y la dignidad como condición humana.

Los comisionados recogieron más de 27.000 testimonios en Colombia y en 23 países donde viven más de un millón de exiliados colombianos. Así se fue articulando la verdad, como un rompecabezas entre la memoria, el dolor y los recuerdos, entre los ausentes en la nada, los ausentes en las tumbas y el eco gris de los desplazamientos. Los comisionados oyeron miles de voces plurales, entristecidas, rotas por dentro; investigaron asesinatos y desapariciones, motivos y abandonos. Y por profundas que fueran las diferencias entre los actores del conflicto, todos coincidieron en que la violencia no valió la pena y nada justifica la degradación ni la venganza.

La escuela abraza la verdad es una ventana abierta a la paz grande y al perdón difícil y al cotidiano. El principio de un camino colectivo, retador y benevolente, que ayude a reconocer el pasado, a sentir lo que somos hoy, y a construir un futuro donde la paz a nadie le cueste la vida.

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