Miles de manifestantes irrumpieron en la residencia presidencial en Colombo, luego de que el presidente de Sri Lanka Gotabaya Rajapaksa la abandonara con toda su familia.

Si bien distintos informes apuntan a que el mandatario podría haber salido del país, su paradero no está claro.

Las imágenes muestran el júbilo popular, ondeando cientos de banderas de Sri Lanka, luego de semanas de resistencia bajo la unánime reivindicación «#GoHomeGota» (por Gotabaya, el nombre del presidente).

Por fin, después de una lucha de noventa días, señala Devika Brendon en una nota para Groundviews,  «tenemos mucho que celebrar, pero no queda nada con lo que celebrar. Sin combustible, sin queroseno, sin gasolina. Sin energía.»

Por su parte, según informa CGTN, los líderes de distintos partidos han exigido que renuncie, junto al presidente, el primer ministro Ranil Wickremesinghe, quien aún no ha cumplido dos meses en el cargo y habría anunciado su voluntad de dar un paso al costado.

Según la constitución del país, podría asumir provisionalmente la presidencia el vocero del Parlamento Mahinda Yapa Abeywardena, del Frente Popular de Sri Lanka (Sri Lanka Podujana Peramuna, en singalés), partido dirigido por Mahinda Rajapaksa, hermano del actual presidente y expresidente del país entre 2005 y 2015, ocupando luego funciones claves en el actual gobierno, entre ellas, la de primer ministro.

De este modo, la crisis política del país, producto de los severos padecimientos de la población por la carestía y el alza de precios de insumos básicos y la falta de servicios no se resolvería con este cambio, ya que el clan gobernante continuaría moviendo los hilos.

En una resuelta y extendida protesta popular no violenta, la población de Sri Lanka ha venido exigiendo una transformación estructural que impida la corrupción y el carácter de política prebendaría y clientelista instalado.

Las demandas del pueblo exigen elevar el nivel de vida de la población, hoy empobrecida y relegada en sus posibilidades de desarrollo.

No hay dudas que en el fondo, más allá de las pertenencias políticas, continúa presionando la necesidad de fortalecer un proyecto común que dé unidad plurinacional al conflicto entre la población del Norte, mayoritariamente tamil y la del Sur, de origen singalés.

Para esto, será preciso que las nuevas autoridades, quizás de un Frente Amplio que cobije la diversidad, se dispongan a reconciliar el faccionalismo y cerrar definitivamente las heridas que dejó la prolongada guerra entre el gobierno dominado por singaleses y la organización de los Tigres de Liberación del Eelam Tamil, que pretendían la creación de un Estado independiente en el Norte del país.