El “Apruebo” a la Nueva Constitución se alejó de ese 80% de quienes votamos en 2020 por los cambios. El 58% dice que tiene temor y no entusiasmo.

Lo malo del texto constitucional propuesto no es solamente que promete cambios con errores, insuficiencias, dudas, incertidumbres, y plazos que generan rechazo de respetable gente independiente y de izquierda.

Lo más grave es que promete transformaciones que ilusionan al país en un proceso político muy complicado que lentificará los cambios mucho más allá de lo prometido. Es grave porque si a la impericia política evidente se suma un proceso de cambios apresurados, un discurso cortoplacista ilusorio y promesas totalizantes, el resultado siempre es la desilusión ciudadana con la
política porque la ilusión y los apuros no mejoran la vida de las personas. La propuesta del apruebo crea esperanzas desmedidas en plazos impracticables que siempre traen la gran desilusión. El reciente ejemplo del 2015 en Grecia, con las bravatas de cambios maximalistas, aprobadas por su propio plebiscito ilusorio contra la banca mundial, prometiendo cambios de
un izquierdismo fantasioso, culminó con su pueblo dándole el triunfo de gobierno en 2019. En Chile en 2021 el elector, asustado por la oferta extrema, prefirió la extrema derecha en primera vuelta presidencial y Boric tuvo que cambiar su discurso para ganar.

Mucha gente de izquierda tememos que si triunfa el apruebo con su propuesta de Nueva Constitución, se va a estancar el proceso de transformaciones que apoyamos.

El Presidente Boric propone una Nueva Convención Constitucional si triunfa el rechazo. Boric abre una oportunidad extraordinaria para hacer bien los cambios. Una propuesta para hacer mejor una Nueva Cosntitución permitiría recomprometer a ese 80% originario y hacerlo bien, aprovechando las lecciones que ha dejado el trabajo y debate de la reciente Convención Constituyente.

La historia (y no yo) ha demostrado repetidas veces que el apresuramiento, el maximalismo, el querer alcanzar el sol con las manos termina en la desilusión, la apatía electoral y el regreso de la derecha a la conducción de los cambios sociales. Por eso, la derecha más extrema toma palco esperando que una vez aprobada la Nueva Constitución, el triunfalismo, las exageraciones
frustren el ánimo transformador.

Por eso afirmo que la propuesta de Nueva Constitución de la Convención Constituyente, ha puesto en riesgo el proceso de cambios que el país quiere y necesita urgentemente. Si gana el
apruebo y viene la desilusión, la derecha más conservadora encontraría la recuperación electoral que hoy no tiene. La derecha extrema está sin convocatoria. Los sectores de derecha que se
separaron de Kast en sus primarias, asumen que la Constitución de Pinochet está muerta, incluso la de Lagos. Esa derecha menos conservadora, si gana el rechazo se sumará al cambio de una Nueva Convención porque saben, que si no lo hacen se hunden porque no elegirían parlamentarios, ni alcaldes ni gobernadores ya que el país quiere cambios. Se sumarán por principios o por oportunismo, pero se sumarán. Una Nueva Convención Constitucional, post rechazo, nos permite exigirles frente al país.

Hay una mayoría descontenta con lo que dejamos de hacer en nuestros gobiernos de la Concertación y esperan con pasión las transformaciones, entonces ¿por qué el 58% responde que tiene temor del triunfo del apruebo? Es que algunos leyeron el texto y no les gusta, y otros rechazan el lenguaje desmedido, las ultra celebraciones vociferantes, la promoción agresiva, el clima estigmatizador, la descalificación contra personas que expresan la más mínima crítica a la Nueva Constitución. Como mentirán de mi persona para anular mis argumentos por estas
líneas. ¿Cómo me pueden decir que me gusta la Constitución de Pinochet si por ella quedé registrado con el N°11.076 del Informe Valech de Tortura y prisión Política? Pero ese es el reductivo argumento central del “Apruebo”. Me dicen: “Usted está con el apruebo o con la Constitución de la Dictadura o la que llaman la maquillada por Lagos”.

Pero el Presidente, al proponer una posible nueva Convención puso fin al “todo o nada”. Él abrió la posibilidad de un proceso mejor hecho, que permite votar rechazo para cambiar bien.

La solución no es no hacer cambios: es hacerlos bien y resolver todo lo que nosotros no hicimos cuando fuimos gobierno con la Concertación.

El apruebo puede ganar por la emoción del período en curso. Pero hoy, más del 52% dice que rechaza la propuesta que será plebiscitada. La mayoría sigue deseando tener una nueva
constitución, pero rechaza la actual propuesta en consulta, y el 74% dice que debería organizarse un Nuevo Proceso Constitucional.

Me conmueve la sabiduría de esa mayoría que quiere grandes transformaciones y rechaza los excesos que se expresaron en la Constituyente; declaran disconformidad con las propuestas
desmedidas de materias que requerirían prudencia para tener éxito.