Dramático relato de una ola de calor en las afueras de Delhi, la capital de la India. Los vertederos arden durante semanas. Los pájaros caen muertos del cielo. Mil millones de personas luchan por respirar y sobrevivir.

Por Alessandra Monterastelli

El 26 de abril –mes que fue de calor récord en la India–, se incendió el vertedero de Bhalswa, en las afueras de Delhi. El periodista Dhruv Khullar relataba en un artículo de la revista estadounidense The New Yorker que «el humo tóxico y oscuro se extendía por el aire mientras la gente que vivía en las proximidades luchaba por respirar». Cuando los bomberos llegaron, las llamas habían consumido gran parte del vertedero.

A diferencia de los incendios anteriores, Bhalswa ardió durante semanas. «A los bomberos les resulta difícil llevar máscaras y equipos de protección a causa del calor», declaró Atul Garg, jefe del cuerpo de bomberos nueve días después de iniciado el incendio. «Tengo familia en Delhi y la he visitado regularmente durante décadas. Cada año parecía más caliente que el anterior. Pero este año no tiene precedentes en cuanto a su gravedad, duración y extensión geográfica», escribió Khullar.

El episodio fue uno más de los que sufren diariamente los indios. En el norte del país, donde viven unos mil millones de personas, las temperaturas superiores a los 40 grados se han vuelto frecuentes. Los bosques y monumentos históricos sufren incendios difíciles de controlar, mientras muchos trabajadores se ven obligados a interrumpir sus actividades durante la tarde. En la capital, en uno de los días más calurosos, cayeron del cielo pájaros muertos. Los datos oficiales contabilizan un centenar de víctimas del calor extremo pero, según el periodista, las cifras están subestimadas. «Sólo el 8% de los indios tiene aire acondicionado y muchos no tienen electricidad de forma eficaz, situación que limita el uso de ventiladores y otros dispositivos de refrigeración», explica.

En el vertedero de Bhalswa, la gente utiliza sábanas colgadas de cables sujetos a postes de madera, para asegurarse algo de sombra al aire libre mientras buscan en la basura restos para revender. Hema, una mujer de un grupo en el que había ancianos y niños, dijo que cuando le da el sol, siente como si su cuerpo estuviera en llamas. «Me pongo una camiseta en la cabeza (…) Cuando volvemos a casa, parece que nos va a explotar la cabeza. Llevamos agua, pero cuando la bebemos ya está hirviendo», explica.

Las mujeres describen dolores de cabeza, cansancio, mareos, erupciones cutáneas y fiebre. En esta condición, la cantidad de sangre que circula por el cuerpo aumenta, exigiendo más al corazón; además de la deshidratación, el calor excesivo puede dificultar el funcionamiento de las enzimas del cuerpo provocando debilitamiento y desmayos. Al visitar una clínica muy concurrida del centro de Delhi, la médica responsable por la atención confirmó a Khullar que muchos pacientes presentaban los mismos problemas de salud: dificultad para respirar –causada por asma, bronquitis y enfisemas– atribuida a la contaminación de la ciudad. Aun sin calor extremo, la India ya tiene una de las tasas más altas de enfermedades respiratorias crónicas del mundo debido a la elevada contaminación del aire.

Si en las ciudades la situación es insoportable, en el campo es preocupante. En Rewari, localidad rural al norte de Delhi, con una economía dependiente de la agricultura –sobre todo de la mostaza y el trigo–, los agricultores dijeron al periodista que la situación parecía «el punto máximo de algo que venía creciendo y acumulándose a lo largo de los años». Sus hijos ya no querían trabajar en las granjas debido a las altas temperaturas y ellos mismos no podían permanecer fuera de casa durante gran parte del día. Calcularon que, como consecuencia del calor y la sequía, sus cosechas se redujeron a una cuarta parte. Otros cultivos se volvieron imposibles. El estrés térmico también redujo la fertilidad del ganado, agravando aún más sus problemas económicos.

Ahora la ola de calor está alcanzando a Europa. «Es tentador para los estadounidenses y europeos concebir el calor extremo como un problema de gente pobre y distante, sin electricidad ni aire acondicionado. Pero el cambio climático está imponiendo un calor letal también a los países occidentales», concluyó Khullar.

El artículo original se puede leer aquí