Además de Kavala, siete coacusados fueron sentenciados a prisión
Por Arzu Geybullayeva

Fue un juicio que siguieron observadores internacionales y locales. Finalmente, el 25 de abril, el tribunal turco dictó sentencia. El conocido filántropo turco Osman Kavala fue condenado a cadena perpetua tras haber pasado ya cuatro años y medio entre rejas.

La sentencia fue contraria a los llamados del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 2019 para liberar a Kavala por «insuficiencia de pruebas», y a la declaración del Consejo de Europa de 2021 en la que afirmaba que iniciaría un procedimiento de infracción contra Turquía a finales de noviembre de 2021 si Kavala no era liberado. Además de Kavala, siete coacusados ingresaron en prisión. Todos fueron juzgados por cargos de espionaje e intento de derrocar al Gobierno, entre otros.

Kareem Fahim escribió un artículo para The Washington Post luego de la decisión judicial:

El largo calvario judicial de Kavala había llegado a simbolizar la incansable represión de Erdoğan contra figuras opositoras, disidentes y otros enemigos percibidos en los años transcurridos desde un intento de golpe de Estado contra el Gobierno en 2016. Pero incluso entre las masas arrastradas por el Estado, Kavala destacó por las extraordinarias medidas que Turquía adoptó para mantenerlo encerrado, y por la aparente rivalidad personal de Erdoğan hacia él.

En una declaración en video desde la prisión de Silivri, donde está recluido, el filántropo describió el juicio como «completamente deformado bajo influencia política», y su prolongada detención como «un acto de privación de libertad por abuso de poder». Kavala también dijo que el veredicto era «un asesinato por el uso del poder judicial».

Tras la decisión del tribunal, el ponente permanente del Parlamento Europeo para Turquía, Nacho Sánchez Amor (S&D, ES), y el presidente de la Delegación Parlamentaria UE-Turquía, Sergey Lagodinsky (Verdes/EFA, DE), emitieron una declaración crítica al resultado del juicio:

El Poder Judicial turco ha confirmado el peor de los pronósticos con la condena de hoy a Osman Kavala a cadena perpetua agravada por el supuesto intento de derrocar al Gobierno. Esta lamentable decisión del XIII Tribunal Penal de Estambul supone un claro desprecio a las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y seguramente traerá consecuencias en los procedimientos de infracción en curso en el Consejo de Europa.

Esta decisión reconfirma el carácter autoritario del sistema actual y muestra claramente la falta de voluntad de hace cualquier reforma real en el ámbito de los derechos fundamentales y el estado de derecho. Desde este punto de vista, no hay perspectiva de la Unión Europea para la actual Turquía, que se aleja del consenso internacional sobre un orden basado en normas, al tiempo que no respeta sus propios compromisos internacionales

Amnistía Internacional describió la decisión como un «golpe devastador para los derechos humanos» en Turquía. El director de Amnistía Internacional para Europa, Nils Muižnieks, dijo:

Hoy hemos presenciado una parodia de la justicia de proporciones superlativas. Esta sentencia asesta un golpe terrible no sólo a Osman Kavala, las personas acusadas junto con él y sus familias, sino también a quienes creen en la justicia y el activismo de derechos humanos dentro y fuera de Turquía. La decisión del tribunal es contraria a toda lógica. Las autoridades fiscales han seguido sin presentar una sola prueba que sustente los cargos de intentar derrocar al gobierno. Esta injusta sentencia demuestra que el juicio de Gezi sólo era un intento de acallar las voces independientes.

Kavala, exitoso empresario turco que ha apoyado numerosas iniciativas de la sociedad civil en Turquía por años, incluida la Fundación Sociedad Abierta de Turquía, fue detenido el 18 de octubre de 2017. Dos semanas después fue arrestado por los cargos de «intento de derrocar el orden constitucional» e «intentar derrocar al Gobierno» por su supuesta financiación de las protestas de Gezi en 2013. Está en una prisión de máxima seguridad desde noviembre de 2017.

Aunque en febrero de 2020, Kavala fue absuelto, horas después se le acusó de participar en el intento de golpe de Estado de 2016. Lo absolvieron un mes después de esta acusación, pero Kavala fue mantenido en prisión preventiva por «espionaje político o militar». Luego, en enero de 2021, se revocó su absolución en el juicio del parque Gezi y, en el juicio celebrado en febrero de 2021, el tribunal decidió combinar los cargos presentados contra Kavala en el juicio del parque Gezi con los del golpe de Estado de 2016, y se dictaminó que siguiera detenido. Los abogados de Kavala han dicho que la acusación es una supuesta ficción sin pruebas. Organizaciones internacionales de derechos humanos y grupos de la sociedad civil de Turquía han afirmado que la detención de Kavala tiene motivación política.

En 2021, a los cuatro años de la detención de Kavala, Turquía se encontró en medio de una tormenta diplomática cuando las embajadas de 10 países firmaron una declaración sobre la detención del filántropo.

La declaración de los embajadores decía:

Hoy se cumplen cuatro años desde que comenzó la detención de Osman Kavala. Los continuos retrasos en su juicio, hasta con acumulaciones de diferentes casos y creación de otros nuevos tras una absolución anterior, ensombrecen el respeto a la democracia, el estado de derecho y la transparencia del sistema judicial turco.

En conjunto, las embajadas de Canadá, Francia, Finlandia, Dinamarca, Alemania, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Suecia y Estados Unidos de América consideran que una resolución justa y rápida de su caso debe estar en consonancia con las obligaciones internacionales y las leyes nacionales de Turquía. Teniendo en cuenta las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre este asunto, pedimos a Turquía que garantice su liberación inmediata.

En respuesta a la declaración, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, dijo que expulsaría a 10 diplomáticos, incluidos siete de los aliados de la OTAN y principales socios comerciales de Turquía. El presidente calificó el comunicado de «desfachatez» y declaró a los diplomáticos «personas no gratas». Pero cuando los 10 firmantes reiteraron su compromiso con el artículo 41 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que reconoce la soberanía e independencia de Turquía, se evitó la crisis.

La protesta Gezi

El 28 de mayo de 2013, un grupo de ecologistas desafió la decisión de demoler uno de los pocos espacios verdes que quedaban en Estambul, el parque Gezi. Se reunieron e instalaron carpas en el parque. Pronto fueron recibidos con gases lacrimógenos en una muestra de fuerza policial muy criticada.

En las semanas y meses siguientes, estudiantes, académicos, defensores de la sociedad civil y ciudadanos se unieron a las protestas no violentas. El movimiento Gezi se convirtió en el mayor acto de desobediencia civil de la historia de Turquía, una afrenta sin precedentes al gobierno conservador del Partido Justicia y Desarrollo (AKP). También se convirtió en un hito en el camino de Ankara hacia el autoritarismo.

La retórica del Estado culpó de las protestas a factores externos: la CIA, una Europa celosa del rápido desarrollo de Turquía, fuerzas extranjeras no especificadas confabuladas con terroristas, la «presión de las tasas de interés», Twitter e incluso las aerolíneas Lufthansa.

Una de las principales características de Gezi fue el enfoque innovador de la desobediencia civil que originó el movimiento. Según las autoridades, a manifestantes como la «Mujer de Rojo» y el «Hombre de Pie«, que acapararon la atención de los medios de todo el mundo por sus valientes y creativas posturas contra la represión policial los entrenaron y reclutaron desde el extranjero.

Pero el movimiento Gezi se extendió y perduró precisamente porque atrajo a diferentes personas descontentas con el gobierno del AKP. En lugar de comprometerse con los manifestantes, Ankara se replegó, los presentó como enemigos del Estado.

El 25 de abril es un día oscuro para la sociedad civil de Turquía, pero también para las familias de los condenados. Los crímenes sin fundamento y la ausencia de pruebas dejaron a muchos sin palabras sobre la sentencia y el futuro de Turquía.

Hay una sensación pesada muy muy oscura y enorme en mi corazón, un nudo en la garganta. Tanto dolor, injusticia, ilegalidad. Ninguna de estas hermosas personas cometió delito alguno, ni ellas, ni sus familias merecen toda esta agonía, es tan triste, no encuentro las palabras para escribir.

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