Por David Nassar

Durante los últimos 45 años recorrí distintas regiones de mi querido país y siempre tuve la sensación de que el tiempo estaba detenido. No era que los cambios materiales no se produjeran en muchos lugares, no era que el impacto de la realidad mundial no sintonizara a las generaciones jóvenes con los nuevos aconteceres de la moda y la música, no era que la sociedad no se impactara con los cambios veloces de la tecnología y la economía. Era que nuestra sociedad estaba detenida por la violencia, la desigualdad y la pobreza y parecía que no había posibilidades de salir de allí porque el miedo y la muerte no lo permitían. Siempre que amanecía una esperanza materializada en algún líder, esta era asesinado o desterrado del poder, para detener el cambio y mantener las cosas como están hoy, como estuvieron desde finales del siglo XIX y como podrán estar en los años que vienen, si no accedemos a un cambio democrático que solo es posible en una sociedad sin miedo.

Colombia fue uno de los primeros países en adoptar la democracia como forma de gobierno. La cantidad de elecciones que hemos celebrado nos convierten en un país electorero. La característica de estas es que han sido muy marcadas por el fraude, la violencia y el cierre del futuro a través del temor. Este último es un temor mayor al que infunden el fraude y la violencia, este surge del creer que modificar las estructuras vigentes del sistema económico y social para ponerlas a favor de mejorar las condiciones de vida de millones de personas, es llevar el país al modelo socialista.

Es ahí donde el poder económico y la derecha tienen su mayor fuerza, infundiendo temor al ciudadano común con relación a su pensión, a la atención en salud, a la educación, al rescate de la dignidad de la mujer, la seguridad alimentaria, al adulto mayor y su situación de vida, al empleo, a las oportunidades y a la estabilidad económica de los ciudadanos.

Temor que es exacerbado con la imagen de Cuba, Nicaragua, o lo que es para varios ciudadanos mucho más aterrador, el convertirnos en otra Venezuela. Detrás del poder político y económico que ha controlado el país, hay una mentalidad que actúa por medio de la violencia, la corrupción y la muerte. A diferencia del resto de países de Suramérica, somos el único en el que se mantuvieron vivas las fuerzas guerrilleras nacidas en los años sesenta y que se disolvieron gracias a los acuerdos de paz suscritos en el año 2016.

Sin embargo el actual gobierno colombiano ha trabajado arduamente por debilitar y demorar la implementación de los citados acuerdos, debido a las propuestas de cambio que traen consigo y de esta forma regresar a la vida al grupo armado de las FARC, sumergiendo de nuevo a la nación en la parálisis que impide los cambios democráticos. En realidad es una gran paradoja que el poder económico y el poder político quieran revivir el fantasma de las FARC, pero la realidad es que fue el modelo que usaron para detener nuestra historia desde 1964 hasta la fecha, situando al enemigo socialista como artilugio del temor.

Las emociones tienen el formidable poder de fijar el punto de vista, esta es la razón por la que se bloquean las imágenes de los individuos y los grupos humanos , manteniendo fija la situación en la que viven individuos y pueblos y es este mecanismo el que se activa cuando las poblaciones son invadidas por el temor ( emoción) y de esta manera se detiene cualquier posibilidad de cambio y transformación para superar el dolor y el sufrimiento en el que se encuentran sumergidas las personas y las sociedades. Muchos ciudadanos comunes de todas las clases sociales defienden el actual modelo socio económico porque no pueden visualizar los acontecimientos fluyendo y transformándose de múltiples maneras para beneficio de millones de personas. Cuando una población es controlada por el miedo, se pierde posibilidad de cambio y transformación y los ciclos se repiten como si todo estuviera detenido para siempre. Los gobiernos van y vienen, las guerrillas se van envejeciendo por alimentarse de la misma fuente, los bancos y los grupos económicos van ampliando su dominación adueñándose de todo y consumiendo el futuro de todo lo que tocan.

No es muy difícil entender lo ocurrido en el plebiscito de refrendación de los acuerdos de paz firmados con las FARC en el año 2016, en el cual gano el “NO” a los acuerdos de paz, situación explicable si se analiza como la casta política y económica que nos gobierna, logro fomentar el miedo por medio de una serie de mentiras y manipulaciones en torno al futuro de la sociedad colombiana y atemorizaron a la población con que nos convertiríamos en una nueva Venezuela forjada por el partido político creado por las FARC, como resultado de su inserción en la vida nacional gracias a los acuerdos de paz.

Hoy nos encontramos a menos de dos meses de la primera vuelta de la elección presidencial en Colombia, y las encuestas las lidera el Pacto Histórico liderado por el candidato progresista Gustavo Petro, en virtud de lo anterior, el poder de las derechas y el poder económico, que controla los principales medios de comunicación hablados y escritos, ha desatado con furia una campaña de desinformación y están avanzando en atemorizar a la población para evitar perder el poder por primera vez en 200 años de vida republicana.

En medio de estas circunstancias, Gustavo Petro se dirige al país explicando como “ La sociedad sin miedo es la posibilidad concreta e inmediata de la sociedad democrática.”

Dejamos a continuación el video con sus palabras, detrás de las cuales y recordando las enseñanzas de SILO, se siente un clamor, una sensibilidad y una fuerza que proviene de las mejores aspiraciones de los seres humanos, y que ya se experimenta intrépidamente, en el corazón de nuestra gente, como una suave pero clara señal del gran cambio social que se avecina.