12 de abril 2022. El Espectador

Busco antídoto contra la languidez, contra la traición y el daño premeditado. Contra las cuentas amañadas y las botellas que se aprovechan de los náufragos para vender mentiras y burbujas vencidas. Busco antídoto contra los que creen que todo lo saben y pregonan triunfos y derrotas a conveniencia, para amoblarnos la voluntad con los trastos que va cosechando el miedo.

Tenemos que liberarnos de la amnesia teledirigida y de esta manía de olvidar cómo año tras año y poder tras no poder, nos han manipulado las decisiones, las actas de defunción, los augurios y los organigramas del silencio forzado.

¿Seremos capaces de salvarnos de todo lo que representa darnos por vencidos? No es tiempo de volver a fracasar, no hay trincheras suficientes para empezar otros cuatro años de debacle ni disculpas lógicas para caer en las mismas trampas.

Perdimos la cuenta de las mentiras verticales, de los rebaños horizontales y los charcos de aceite donde parece que nos obligaran a patinar. Si de verdad estamos hastiados de todas las violencias actuemos en consecuencia, sin lentitud, sin escepticismos prefabricados y sin creer que el juego terminó cuando todavía nos quedan cartas.

Pero pellizquémonos, porque llevamos demasiado tiempo renegando de la dinámica electoral, de las bisagras sucias, de las zancadillas y los desertores; y de lo que algunos candidatos son en función de lo que no son.

Desde el principio Petro y Francia se han sintonizado con sus electores y siguen llenando plazas. A propósito, ¿vamos a normalizar que el actual presidente del Senado lance calumnias irresponsables e infames contra Francia Márquez, y la exponga a más riesgos de los que ya tiene?

Y mientras tanto, y por el mismo cauce de los engaños, el uribismo de antes, el de ahora, el de siempre, intenta venderse en otro empaque; a ver si nos enredamos en la melena de caminante medio normalito / medio redentor, y le compramos el “continuará” de la marcha fúnebre, como si fuera la obertura de un nuevo amanecer nacido de la voz popular.

Por los lados del Centro, arrancó la remontada de Fajardo pero le falta lo principal: mover y conmover. Mover en serio, desde las entrañas, con emociones y no con disertaciones. Mover a los apáticos, a los indecisos, a los asustados y a los grises. Mover a ese país de los ojos vendados que se puso su capa de modorra cuando se acostumbró a que decidieran por él. Mover a los que creen que todo está perdido, que “ya para qué, ya qué más da…”

Respeto a quienes tienen sus posiciones para no votar por el candidato profesor. Lo que no comprendo es que haya electores que ven en el Centro la mejor opción, pero dicen que no votarán por Fajardo porque no va a ganar. ¡A ver! Obviamente si no votan por él, pues no va a ganar. Pero es que el orden de los factores sí altera el producto. Un candidato pierde cuando no lo eligen; no al revés: no es que lo dejen de elegir porque se supone que va a perder. Primera consigna: no endosar nuestra dosis de Esperanza a las encuestas ni a las carátulas diseñadas para lavar cerebros dóciles.

Perdón interrumpo. Me llega un mensaje con la misma alerta de tantos sábados por la noche: Asesinaron a otro firmante de paz. Van 316 muertos. El de hoy se llamaba Yorleys Antonio Beltrán y no portaba más armas que sus 31 años y el compromiso de no volver a la guerra. La “paz con legalidad” volvió trizas la palabra y no hay maquillaje ni entramados que valgan.

Vuelvo al principio y siento que el antídoto que buscaba ha estado siempre ahí, aquí: en la urgencia de evitar el reciclaje de cortejos fúnebres, y atajar la violencia estructural.

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