Fue durante la última semana que constaté que todos, pero realmente todos, los jóvenes sub 40 que conocía, estaban comprometidos como apoderados de mesa, apoderados generales o cumpliendo alguna tarea en la campaña de Boric. Desde los que estaban alejados de la política, los que trataban de amarillo a Boric, pasando por los de las barras bravas, los sectores populares o los profesionales exitosos e incluso aquellos cuyos padres estaban con Kast.

Muchos me confesaron que no podían dormir las últimas noches y otros me contaron que visitaron a su sicólogo pues la angustia que experimentaban era demasiado grande. Para todos ellos era inconcebible pensar en un Chile gobernado por alguien que desprecia la diversidad sexual, que piensa que la mujer le debe obediencia al hombre o que justifica la tortura y la dictadura de Pinochet.

Situación similar ya había observado con las mujeres. Al día siguiente de la primera vuelta, en medio de una reunión organizada por jóvenes humanistas, puede escuchar la energía de chicas feministas que se sentían amenazadas, que planteaban que las luchas de sus madres y abuelas no podían perderse, que nunca se imaginaron que un candidato presidencial y sus diputados pudieran cuestionar el derecho a voto femenino o mofarse de las mujeres con chistes machistas llegando a justificar una violación, “no podemos permitir que se cuestionen aquello que son verdaderos acuerdos civilizatorios” le escuché decir con fuerza a una joven veinteañera que públicamente se declara lesbiana y vegana.

El triunfo de Boric es la respuesta contundente de ese feminismo chileno que unió a mujeres de los 5 continentes tras la estremecedora performance de “El violador eres tú” y que con la irrupción de Kast se sintieron amenazadas, pero también el de una generación de jóvenes sub 40 que se dio cuenta que todos aquellos temas valóricos que los diferenciaba de la generación de sus padres no eran parte de una normalidad consolidada sino frágiles y recientes conquistas que debían defenderse ante la amenaza del neofascismo

Eso y mucho más se respiraba en el acto de celebración, todo era baile, alegría y colorido. “Tu no me vas a humillar, tu no me vas a gritar” se escucha el canto de Anita Tijoux. En un ambiente muy alejado de lo homogéneo y gris que representa el neofascismo de Kast.

“Tú no me vas a someter, Tú no me vas a golpear”, sigue la música mientras parejas homosexuales, de pelos azules y verdes, se besan y bailan.

“Ni sumisa ni obediente, mujer fuerte insurgente, independiente y valiente” cantan a coro chicas veinteañeras, de lentes y ropas estilo Camila Vallejo, mientras bailan solas.

“Ni pasiva ni oprimida, mujer linda que das vida” les sigue con el canto un grupo de hombres sub 40, algunos con cervezas en la mano y otros con sus niños sobre los hombros.

Ese es el sello de esta nueva generación, que irrumpió para terminar con una eterna y corrompida transición y que fue capaz de frenar al fascismo. Los desafíos y amenazas del futuro gobierno son enormes, pero hoy es tiempo de celebrar y cantar “Yo decido de mi tiempo, cómo quiero y donde quiero”. “Independiente yo nací, independiente decidí, Yo no camino detrás de ti, ¡yo camino a la par de ti!”, se escucha la voz de Anita Tijoux mientras caminamos con Marilén, terminando una jornada realmente histórica.