Diversos gobiernos europeos prometieron o incluso concedieron primas en concepto de «peligrosidad» a los trabajadores de “primera línea” en la sanidad y la asistencia social cuando la pandemia cobró fuerza. Sin embargo, estas primas sólo pueden tratar el síntoma, no la causa. Las primas e incluso los salarios más altos no se acercan en absoluto a las preocupaciones fundamentales de los trabajadores sanitarios, que van mucho más allá de la remuneración. Si no se resuelven los problemas no relacionados con la remuneración que existen desde hace tiempo en el sector de la asistencia como la financiación insuficiente, la mercantilización y la privatización, la fuga de cerebros y la escasez de personal─, difícilmente se podrá evitar una nueva explosión de descontento laboral en el sector de la asistencia en la Europa post-pandémica. Un análisis de la dinámica y las pautas del descontento en la asistencia sanitaria y social antes de Covid-19 lo pone de manifiesto.

Por Kurt Vandaele

Cuatro características que marcan el malestar laboral en la sanidad y la asistencia social

En primer lugar, el malestar laboral en el sector no es nuevo. Esto puede resultar sorprendente, ya que el trabajo de asistencia se considera generalmente un «trabajo de vocacional (“de amor”). Por lo que se espera que los trabajadores encuentren el trabajo gratificante en sí mismo. Además, la lealtad de los cuidadores hacia los beneficiarios individuales y su ética profesional podrían dificultar moralmente el recurso a la huelga. Aunque las actividades asistenciales se reconocen como un «trabajo» y no como una «obligación moral», no obstante, se puede fomentar la creación de lazos anímicos entre los trabajadores y los receptores de cuidados y sus familiares. La empatía general debida al compromiso y dedicación de los cuidadores también favorece una cierta movilización del apoyo público y la creación de coaliciones con los movimientos comunitarios y progresistas.

En segundo lugar, las huelgas en el sector de la asistencia sanitaria y social se caracterizan por ser poco frecuentes, pero «eruptivas». En general, la actividad huelguista en el sector sigue en gran medida la pauta general del país: suele ser mayor cuando los niveles de huelga están por encima de la media, pero más atenuada en los países con «sequía huelguista». Entre estos últimos, sin embargo, la mercantilización en la sanidad y la asistencia social (junto con la educación) está resquebrajando la quietud laboral, convirtiéndose casi en un sinónimo de acción sindical de protesta.

En tercer lugar, el repertorio de acciones colectivas de los trabajadores de la sanidad y la asistencia es muy variado y va más allá de formas como la huelga y loa servicios mínimos o según convenio en estos casos. El repertorio incluye formas de expresar el malestar no relacionadas con la huelga, como las manifestaciones, las protestas simbólicas y las campañas de dimisión masiva. Las razones de esta diversidad son dos. Por un lado, está el «dilema moral» mencionado anteriormente, ya que los trabajadores buscan formas de descontento que tengan el menor impacto posible en los beneficiarios de los cuidados. Además, las normas de acción sindical en el ámbito de la asistencia sanitaria y social son bastante estrictas, ya que el trabajo asistencial se considera «esencial» en la mayoría de los países para poder garantizar un servicio de urgencia o servicios mínimos.

Figura 1 – Demandas y reivindicaciones en la asistencia sanitaria y social en Europa, 2008-2021


Fuente: elaboración propia basada en el Boletín de Negociación Colectiva del ETUI, febrero de 2008-abril de 2021.

En cuarto lugar, el gráfico 1 demuestra que las reivindicaciones de los trabajadores de la sanidad y la asistencia son polifacéticas. Varios de los problemas, como la infrafinanciación, la falta de personal y el estrés, tienen su origen en la mercantilización del sector o en las políticas de austeridad que los gobiernos han adoptado (unilateralmente) tras la crisis del capitalismo impulsada por los intereses financieros. Además, dado que diversas profesiones del sector de los cuidados son ejercidas predominantemente por mujeres, esto no sólo se suma a la «feminización» de la acción mercantil, sino que también se refleja en la agenda feminista, ya que la brecha salarial de género sigue siendo una preocupación. Las quejas de los trabajadores no se limitan únicamente a la remuneración, pero ésta sigue siendo una fuente de quejas.

El malestar laboral durante la pandemia

La pandemia de Covid-19 ha supuesto algunas restricciones temporales al derecho de huelga de los «trabajadores esenciales» en países como Portugal y Rumanía. El «dilema moral» de los trabajadores de la salud se ha convertido en algo especialmente apremiante durante la pandemia, ya que está en juego su responsabilidad profesional ante la sociedad y la protección de la salud pública. Por otra parte, el malestar laboral parece haberse atenuado relativamente en los países de Europa central y oriental. Sin embargo, en general, la pandemia no ha sido la antesala de una quietud laboral: las acciones de huelga o la amenaza de las mismas han continuado, y las manifestaciones y concentraciones han tenido lugar en varios países, aunque su importancia relativa pueda parecer que ha disminuido.

Sin embargo, lo contrario se aplica a las campañas y formas simbólicas de protesta. El lanzamiento de campañas centradas en los medios de comunicación social con vídeos o fotos de los cuidadores, o fotos y lemas similares proyectados en edificios clave del espacio público, podría considerarse que tiene una influencia menor, pero no por ello menos innovadora, en el repertorio de acciones.

Un cambio parcial en la agenda reivindicativa

Al estar en el ojo del huracán por la Covid-19, la agenda reivindicativa de los trabajadores sanitarios ha cambiado en parte, aunque fuera sólo temporalmente. Si bien la pandemia ha puesto de manifiesto las antiguas reivindicaciones de los trabajadores, su marco reivindicativo más amplio ocupó un lugar menos destacado al comienzo del brote. Mientras tanto, las preocupaciones inmediatas relacionadas con las condiciones de empleo pasaron a un primer plano.

No es de extrañar que esto se aplique en particular a las cuestiones de salud y seguridad, tales como la falta de equipos de protección personal y la necesidad de apoyo psicológico con respecto al bienestar mental. Las interminables jornadas de trabajo han puesto de manifiesto la elevada rotación del personal y la persistente escasez del mismo, mientras que el aumento de la carga de trabajo se ha asociado a contratos de trabajo atípicos y a la dilución de las políticas de baja (por enfermedad) y de conciliación de la vida laboral y familiar, además de las condiciones laborales básicas que definen la «precariedad».

Respuestas desiguales

Las respuestas de las asociaciones empresariales del sector o de los gobiernos han sido desiguales. En varios países, las rondas de negociación en el ámbito de la asistencia privada o pública han dado lugar a convenios colectivos en los que se establecen mayores niveles salariales y mejores condiciones de trabajo. Aunque en distinto grado, algunos gobiernos han acordado o prometido rápidamente financiación adicional para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo o para contratar más personal. Pero, sobre todo, los gobiernos han recurrido al pago de primas puntuales de Covid-19 en reconocimiento a los «esfuerzos únicos» de los trabajadores sanitarios durante la pandemia. Sin embargo, aunque los gobiernos están cubriendo una demanda inmediata, las primas no son más que un gesto cosmético: no abordan las quejas y reclamaciones arraigadas. Más aún: las primas que dejan un sabor agridulce y sólo pueden tener un impacto desmotivador a corto plazo.

¿Los trabajadores de la sanidad y la asistencia social, a la cabeza de los próximos disturbios laborales?

La pandemia ha abierto oportunidades políticas, en términos de capacidad presupuestaria, para las reivindicaciones sindicales en la sanidad y la asistencia social. Sin embargo, está por ver si esto supondrá un punto de inflexión histórico en la organización y prestación de los cuidados y su creciente cuestionamiento neoliberal. ¿Se abstendrán también los gobiernos intervencionistas actuales de la mercantilización y la privatización desenfrenadas, volviendo de nuevo a un servicio asistencial público sin ánimo de lucro?

En distintos casos, huelga (o amenaza de) u otras formas de malestar laboral han sido necesarias para ejercer, o mantener, la presión sobre los gobiernos. Esto no cambiará en un mundo post-pandémico que se enfrenta a un «Long Covid». La acción profesional organizada de los trabajadores sanitarios podría servir de ejemplo para trabajadores («esenciales» o «de primera línea») ajenos a la asistencia o de otros sectores en las próximas luchas, deslegitimando aún más el discurso neoliberal. Sin embargo, mucho depende de la presencia y el dinamismo de una dirección sindical imaginativa, con visión de futuro y receptiva, capaz de conectar el descontento laboral en la asistencia sanitaria y social con otras luchas dentro y fuera del lugar de trabajo.