Especial cobertura le dieron CNN  Internacional y algunos medios televisivos chilenos a los últimos procesos electorales de Perú y México. A todas luces esta cadena informativa confió en el triunfo en segunda vuelta de Keiko Fugimori y en la posibilidad de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador sufriera un descalabro electoral. Apostaron casi todos a la posibilidad de que la hija del macabro ex dictador peruano se impusiera aunque sea por una mínima ventaja, como a que el líder de la izquierda mexicana perdiera el enorme caudal de votos y apoyo que ha acompañado toda su gestión.

Lo ocurrido, finalmente, es que Morena, el partido del Primer Mandatario mexicano, obtuvo más del 50 por ciento de los votos y ganado otra serie de gobernaciones, asegurándose una sólida ventaja en el Parlamento y la posibilidad de concretar alianzas con colectividades afines para avanzar hacia una nueva Constitución, como es uno de los propósitos del mandatario de este país. En Perú, mientras tanto, fue el candidato de la izquierda, el profesor Pedro Castillo, el que ha aventajado a su contrincante por una pequeña suma de sufragios. Lo que en democracia vale para legitimar cualquier victoria.

Sin duda que en el periodismo abyecto la desilusión se hizo muy ostensible y rápidamente la cobertura informativa fue reducida y orientada a desacreditar el triunfo de la izquierda peruana con el viejo argumento de que hubo un fraude electoral, lo que fuera pregonado por la propia Keiko Fugimori una vez que Castillo la superara en el conteo de votos que inicialmente creyó favorecerla. A López Obrador no hubo cómo objetarle su triunfo, pero se argumentó que éste, si bien obtuvo la mayoría absoluta de los sufragios (lo que ya es asombroso), no pudo reunir los dos tercios que se hacen necesario para aprobar la enmienda de la Carta Fundamental de forma más expedita.

La presencia de observadores internacionales en ambos comicios acreditaron la transparencia de ambos ejercicios democráticos. Sin embargo los derrotados y los medios de comunicación serviles se dan maña para desacreditar los resultados y propagar una verdadera campaña del terror en caso de que el profesor Castillo sea proclamado Presidente de la República. Lo que menos se dice respecto de este proceso es que vendría una dictadura comunista y que los peruanos se empobrecerían aún más en caso de que el nuevo gobierno emprendiera las nacionalizaciones de las grandes empresas en manos extranjeras. Se señala que el advenimiento del socialismo pondría en jaque al neoliberalismo que, a juicio de estos medios como a su abanderada, le habría traído tantos progresos a un país cuya amplia mayoría de habitantes, en realidad, está sumida en la miseria y la crisis descontrolada del Coronavirus.

Se puede tener la posición que se quiera respecto de ambos procesos políticos, pero lo inaceptable es el intento del periodismo envilecido por tergiversar los hechos más evidentes. En Chile nos da vergüenza la actitud de la televisión y otros medios subordinados a sus pautas informativas. Además de constatar la ignorancia crónica de sus animadores y reporteros, como su incapacidad de reaccionar con dignidad e independencia frente a los caprichosos dictados de quienes financian sus espacios y planilla. Particularmente nos sorprende el silencio de serios periodistas y analistas internacionales frente a la desfiguración flagrante de lo que dicen sus reporteros y notas llegadas desde el exterior. Basura que rápidamente es reproducida en estos canales de televisión, en muchas radios y hasta en la prensa que también comulga con una visión del mundo falseada intencionalmente. Cuando se asume que en nuestro país no existe la diversidad informativa que se merece cualquier régimen democrático.

Asimismo, entendemos que para los consabidos matutinos de la prensa no es nada grato comprobar los resultados obtenidos por candidatos de izquierda en estos países. Sin embargo, debemos reconocer que la manipulación informativa que también ejercen es más sutil y, desde luego, menos descarada. Aunque a todas luces sabemos que se convertirán en enemigos irreconciliables del futuro presidente peruano, como ya lo son de López Obrador. Para estos medios siempre es preferible que la ultra derecha obtenga ventajas electorales, aunque sea el partido y la hija candidata de un tirano que cumple condena en la cárcel por sus horrendos crímenes, y a quien ella prometió indultar en caso de ganar.

Más recelosos que la propia Casa Blanca respecto de cualquier triunfo progresista, a estos medios les repugna la alta adhesión popular que mantiene el mandatario mexicano en contraste con el enorme descrédito del presidente Piñera. En este sentido, la oposición que se le ejerce a López Obrador desde Chile es más vehemente que la de Estados Unidos, cuyos dos últimos gobiernos han mantenido una relación armoniosa con quien en su época de candidato también fuera vituperado por estos medios y acusado de conducir a la nación mexicana al descalabro de un régimen marxista leninista.