Esta es una fecha importante. Conmemoramos el día en que 15.000 obreras textiles neoyorquinas marcharon; semanas, días y horas para pedir mejores condiciones de contratación laboral. No obtuvieron lo que pedían, sino que los patrones incendiaron las fábricas; 146 de ellas murieron quemadas. Esto sucedió en 1.857.

A lo largo de varias décadas, logramos derechos y reconocimientos gracias a las luchas de miles de mujeres, pero esto no alcanza. La violencia patriarcal se expande.

Vamos a pedir solidaridad por las mujeres que están en campos de refugiados en diferentes fronteras, que viven en situaciones de extrema vulnerabilidad, por las mujeres campesinas, las originarias que trabajan en sus tierras desde generaciones ancestrales y no les son propias; por las que realizan su militancia en la clandestinidad para no ser desaparecidas, torturadas, encarceladas a manos de sus gobiernos.

Pero por sobre todo vamos a pedir “basta de violencia patriarcal”.

¿Qué pasa en las organizaciones y movimientos sociales, donde hay miles de mujeres que no son reconocidas?

¿Dónde están los miles de mujeres que son invisibilizadas? Mujeres que se expresan, que luchan, que trabajan voluntariamente por los demás, pero aun así no están dentro de los cánones de las investigaciones de la cultura academicista eurocéntrica. Todas estas mujeres son discriminadas por no tener una educación formal.

Cualquier situación que se viva o que vivan o que vivamos las mujeres en este momento histórico, también pasa por el registro de la historia que tenemos en nuestro propio territorio que es nuestro cuerpo. Allí es donde se registra toda la violencia ancestral.

No necesitamos ir a estudios, a tablas, a porcentajes; lo que necesitamos es tener la sensibilidad de ir hacia nosotras mismas y descubrir qué nos pasa, qué sentimos.

Podrán decir que no les gusta el modo, la forma, la vestimenta, podremos recibir muchas críticas superficiales; pero lo que no van a negar es que estamos en una lucha humana.

Para transformar este sistema, lo “políticamente incorrecto” es lo que hay que hacer. Ninguna revolución se hace correctamente. La revolución feminista se hace con las imprescindibles, las utópicas. Feminismos no correctos, no perfectos, irreverentes, clandestinos. Feminismos que aprendimos en la escuela de la vida, que no necesitaron títulos rimbombantes y fueron estudiados en la universidad de la calle.

Quisiéramos expresar un profundo agradecimiento a las históricas, a las que a lo largo de siglos hemos escuchado, defendido, comprendido. Son ellas las que nos ayudaron a entender, pero por sobre todo a ver que esto que nos hacen creer que es natural, es una construcción intencional.

En Argentina, hay miles de mujeres maravillosas, las llamamos “las imprescindibles”.

Ojalá que todas nos transformemos en imprescindibles de esta causa.