Comenzaron a llegar los mensajes de nuestro amigo y corresponsal Patricio Zamorano desde Washington, alarmado por la arremetida violenta de los partidarios de Trump en el Congreso norteamericano, mientras en el lugar se intentaba validar formalmente el triunfo de Joe Biden.

La noticia dio cuenta momentos después de que los agentes antidisturbios debieron lanzar gases lacrimógenos luego de que miles de manifestantes se acercaran al Capitolio y violaran su seguridad.

A estas alturas pensamos que nos habíamos confundido. ¿No es que se trata de los supuestos campeones de la democracia, que incluso invaden otros países y fomentan golpes de estado con tal de «garantizarla»? Comentamos entre varios amigos que si en algún país de nuestro Continente -Venezuela, por ejemplo- se hubiese visto esas escenas, la condena inmediata de la OEA se habría producido.

Entonces nos pusimos a ver en directo los mensajes que describían que el debate que llevaba adelante el Senado de los Estados Unidos respecto a una objeción de los resultados de las presidenciales en que ganó el demócrata Joe Biden, debió ser suspendido luego de que miles de simpatizantes del presidente Donald Trump se acercaran al Capitolio, disfrazados, con caras pintadas, banderas, sombreros de cowboys e incluso armados, logrando ingresar tras enfrentarse con los agentes antidisturbios, obligando a la Policía a cerrar el edificio.

Los manifestantes lanzaron rejas metálicas contra los agentes, los que respondieron con gases lacrimógenos, como si se tratara de protestas callejeras latinoamericanas. La manifestación en este caso es de quienes buscan expresar su apoyo a Trump, en la lucha contra el presunto y no probado fraude electoral. Las cosas se hicieron especialmente violentas luego de que el mandatario se dirigiera por una red social a sus seguidores, acusando que las elecciones habían sido robadas y reafirmando que no reconocerá su derrota.

Cegado, dispuesto a apernarse, completamente irracional y seguido por una banda importante de gente fanática con la que resultaría imposible dialogar. Varios edificios de oficinas del Congreso tuvieron que ser evacuados antes de que se suspendiera la sesión. «Acabo de evacuar mi oficina en Cannon», dijo la legisladora republicana Nancy Mace en un mensaje. «Ahora estábamos viendo a manifestantes agredir a la policía del Capitolio». «Esto está mal. Esto no es lo que somos», agregó.

Los grupos de exaltados fueron llegando hasta las puertas de la Cámara de Representantes, e intentaron derribarlas para ingresar en el hemiciclo. Algunos de ellos  sacaron sus armas de fuego, en medio de escenas caóticas en que forzaron a la alcaldesa de Washington,  Muriel Bowser, a declarar toque de queda a partir de las 18 horas, para tratar de calmar la situación.

Pero ya una mujer recibió un disparo en el pecho y tuvo que ser trasladada a un centro asistencial en condición grave. Los agentes policiales desenfundaron sus armas supuestamente para proteger a los legisladores que todavía siguen dentro del edificio. Desde la Casa Blanca enviaron fuerzas de la Guardia Nacional para ayudar a restablecer el orden.

Un caos. Al desatarse los disturbios, para colmo, Donald Trump culpó por las redes sociales a su vicepresidente Mike Pence, dado que éste se negó a objetar la certificación del Congreso de la victoria electoral del demócrata Joe Biden.

«Mike Pence no tuvo el coraje de hacer lo que debería haberse hecho para proteger a nuestro país y nuestra Constitución», señalo Trump por Twitter. «¡EEUU exige la verdad!». Luego, exhortó a sus seguidores a manifestarse.

Al cerrar esta nota supimos de las primeras declaraciones de Joe Biden, tras el asalto de los partidarios de Trump al Capitolio, en las que señaló: «Esto no es una protesta, es una insurrección.