Doris Balvín, investigadora senior del Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización de Lima, Perú, especialista en ecología social, habló con Pressenza sobre la educación para la paz y la no-violencia en tiempos de crisis social y ecológica.

Pressenza: ¿La educación podría aportar a construir la paz y la no-violencia en estos tiempos de crisis social y ecológica?

D.B.:Efectivamente, para el Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización, la educación es un tema central porque hace a la esencia de lo humano. Aprender es la más valiosa expresión de la intención humana lanzada a completar el objeto de su búsqueda, pues cuando este acto intencional encuentra la respuesta, produce satisfacción y libera energía para poder lanzarse al siguiente intento de búsqueda. Como seres humanos somos parte de esa construcción de aprendizajes personales y colectivos que a lo largo de la historia humana fueron dejando quienes nos precedieron.

Mirada así la educación esta es: vida, transformación, futuro abierto y sobre todo construcción colectiva de una sociedad que aspira a convertirse en expresión de las mejores intenciones de los seres humanos.

Pressenza: Entendida así la educación ¿quiénes serían los educadores y cuál sería su rol?

D.B.: Todos los adultos que nos relacionamos con las nuevas generaciones somos educadores porque somos referentes, transmitimos conocimientos y valores y podemos: a) tratar de imponer los valores de una sociedad que ya no existe -en el sentido de que estamos hoy enfrentando otro contexto muy diferente al que correspondió a nuestra formación- o b) nos disponemos a educar para el futuro que vendrá, es decir a habilitar a las nuevas generaciones para que coloquen los ladrillos que pueda construir esa espiral de aprendizaje colectivo que transforma el mundo en dirección evolutiva, o dicho en otros términos, para que descubran y pongan en marcha la misión para la cual sienten que vinieron al mundo.

Pressenza: ¿A qué contexto se enfrenta la educación hoy?

D.B.: Podemos decir que nos enfrentamos a la inercia del pasado, pero a su vez a la construcción del futuro. Ese futuro que se abre con cada acción cotidiana en nuestros ámbitos inmediatos, tanto en la familia como en el trabajo, cuando ponemos por delante la construcción de relaciones no-violentas -entendida la no-violencia como la aspiración de la superación de la violencia personal y social a la que nos enfrentamos día a día- y no solo la negación de la misma.

Pressenza: ¿Y qué ocurre si seguimos la inercia de la sociedad en crisis?

D.B.: Nos sumimos en una realidad donde se manifiesta con crudeza la violencia cotidiana y es en este contexto social en el cual opera la educación hoy. Una sociedad en la que la violencia se encuentra naturalizada. Convivimos con ella y educamos en ella. Son los valores de una sociedad en decadencia -los que sin proponérnoslo- transmitimos a las nuevas generaciones esperando que ellas -por lo que decimos- actúen con “valores a los cuales aspiramos” cuando con nuestros actos mostramos que hacemos lo contrario. Estamos hablando de un contexto de violencia que tiene un carácter estructural porque se encuentra institucionalizada, es decir está en la raíz de la propia organización social de la que somos parte y que terminamos justificando.

Pressenza: ¿Y en relación a la violencia contra la naturaleza?

D.B.: Claro, estamos hablando de una violencia contra los seres humanos y contra la naturaleza. Muestra de ello es la normalización de la pobreza, de la inequidad social, de la acumulación sin límites -por parte de un reducido grupo de la población mundial en desmedro de las grandes mayorías en un planeta que es finito- y que como señalan los científicos del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático, está llegando a su punto de no retorno, aquel en el que se está poniendo en riesgo nuestra propia existencia como especie humana (1).

Lo que es más grave aún es que la educación está al servicio de la mantención de este “estatus quo” pues no cuestiona su origen violento. Busca que las nuevas generaciones se “adapten” sin cuestionar, para dar respuesta a las necesidades de un modelo de organización social que ya no responde a las necesidades presentes ni futuras. Un sistema que no ha sido capaz de atender a las necesidades de las grandes mayorías y que agudiza la distancia entre ricos y pobres, dejando a su paso la destrucción de nuestra casa común. Un modelo que prioriza el Producto Bruto Interno por encima del bienestar de las mayorías y que se pone de espaldas a la ciencia -que viene dando la voz de alerta sobre el riesgo que tenemos como consecuencia de la crisis climática-. Lo hemos visto también con claridad en esta pandemia -que justamente es consecuencia de la presión sobre ecosistemas vírgenes- y en las decisiones gubernamentales. En el caso peruano, por ejemplo, cuando el gobierno tuvo que decidir paralizar el país porque el sistema de salud pública no podía responder al potencial número de infectados por el covid-19 que pronosticaba. Lo vemos en la expresión más descarnada de la violencia: las guerras, o en las más sutiles -cuando se asume que las nuevas generaciones son “cajas vacías” a las que hay que llenar de conocimientos instrumentales para la mantención de este “status quo”-.

Pressenza: ¿Cuál sería la salida entonces si la intención es aportar en la dirección de una sociedad no-violenta?

D.B.: En la educación nos enfrentamos al dilema entre la transmisión de conocimientos orientados a perpetuar el modelo o tomar el desafío de aportar a una educación para la paz y la no-violencia orientada a construir el futuro que anhelamos. Pretender educar en la paz y la no-violencia, en este contexto, es decir sin cambiar los mecanismos que la perpetúan es un reto que los y las educadoras enfrentan cada día. Un sistema educativo que forma a las nuevas generaciones para operar en la sociedad de hoy cuando lo que se requiere es educar para responder a las necesidades del futuro.

Aquí estamos frente a opciones de vida y enteramente personales. Si optamos como educadores por no seguir en la repetición, tomamos la decisión personal de no continuar en la inercia, apostaremos por la construcción de ámbitos personales y sociales no-violentos. Esta es una opción de vida, una construcción que se realiza al margen del “sentido común”, contracorriente, pero con la certeza de que vamos en la dirección correcta. Es el llamado del futuro que se abre paso y que nos sintoniza con la sensibilidad de las nuevas generaciones. En este esfuerzo silencioso se encuentran miles de educadores que van encontrando salidas no-violentas a la crisis actual y que habilitan en las nuevas generaciones la expresión de lo sagrado que cada niño, niña trae en la profundidad de su conciencia para aportar al mundo. Es una labor maravillosa que tiñe el futuro de esperanza. De estas experiencias tenemos muchos ejemplos.

Pressenza: ¿Cómo podríamos prepararnos para vivir, convivir y educar en este contexto ambiental y social tan complejo?

D.B.: Prepararnos para navegar en un contexto complejo, violento y al borde del colapso climático que venimos transitando como humanidad -en donde el futuro pareciera no abrirse paso- requiere contar con una especie de “GPS”. Para nosotros esta es “la regla de oro”. Denominamos así a la regla que dice “trata a los demás como quieres ser tratado”. Esta es una regla que se encuentra presente en las distintas espiritualidades y que viene de muy antiguo en la historia humana. Una regla que implica una mirada al interior de uno mismo y que me lleva a preguntarme ¿cómo me gustaría que me traten? -porque a veces no sabemos realmente como nos gustaría que nos traten-; y luego una mirada al otro, otra y preguntarme ¿que podría hacer para tratar al otro del mismo modo en que me gustaría que me traten? Entonces estamos hablando de una regla que implica mirar al otro como el ser humano que es y que merece el mismo trato que yo merezco. Este es un cambio de perspectiva y de ubicación frente a los demás, pero ¿cómo hacer posible su aplicación?

Pressenza: ¿Qué iniciativas viene desarrollando en esta dirección el Centro de Estudios?

D. B.: Es justamente el interés del Centro de Estudios Humanistas aportar con iniciativas educativas orientadas a promover la paz y la no-violencia en los distintos ámbitos del quehacer humano, teniendo como base de la acción la aplicación de dicha regla de oro.

Acompañamos a los colectivos juveniles que vienen colocando en la agenda política nacional la necesidad de tomar conciencia de la crisis climática que afrontamos y que requiere de un cambio de giro sustancial del paradigma vigente, para superar la violencia en contra de la Madre Tierra. Reflexión y acción colectiva que llama a producir un cambio radical de paradigmas culturales respecto a nuestra forma de vivir y de relacionarnos con la naturaleza y entre seres humanos, poniendo la ciencia y la tecnología al servicio de la vida y no de intereses particulares que refuerzan la violencia.

Revaloramos las prácticas educativas de paz y no-violencia en la educación, acción que lleva a cabo la Red de Educadores Humanistas -conformada por docentes del Perú y el extranjero- que desarrollan, recogen y difunden experiencias de prácticas no-violentas desde las escuelas. Hoy mismo vienen llevando a cabo una segunda convocatoria de relatos docentes denominada «Experiencias en la construcción de una Educación Humanizadora No-violenta, en tiempos de crisis», lanzada en el marco de la celebración de “Octubre no-violento 2020” en Ecuador, conjuntamente con la Corriente Pedagógica Humanista Universalista – COPEHU (en la primera convocatoria realizada en el año 2017, los docentes escribieron relatos sobre buenas prácticas que construyen la Paz y la No-violencia en las escuelas, con motivo de la celebración del Día internacional de la No-violencia, iniciativa desarrollada conjuntamente con la oficina de la Unesco en el Perú y la COPEHU).

Igualmente, desde el Centro de Estudios se implementa el Curso de Ética Humanista en la Facultad de Ciencias e Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Este curso, que ha llegado a la fecha a más de 600 estudiantes, utiliza la metodología de la no-violencia, reflexiona sobre la superación de la venganza, desarrolla la ética de la acción válida y la mirada del ser humano como valor central en la sociedad. Es un curso que les permite a los estudiantes auto conocerse, así como investigar sobre problemas sociales actuales que enfrentarán en su quehacer profesional. Propone a los estudiantes realizar acciones en su medio, experiencias que ellos mismos desarrollan en equipo durante la asignatura. El curso permite que los estudiantes conecten con registros internos profundos, necesarios para atender desde este espacio el momento que se vive.

Pressenza: ¿Algunas palabras de despedida?

D.B.: Muy agradecida a Pressenza por la entrevista, solo quisiera aprovechar para invitarlos a las siguientes iniciativas que viene impulsando el humanismo y que van en la dirección de una educación para la paz y la no-violencia en tiempos de crisis. La campaña de adhesión y difusión al Documento Humanista impulsada por el Centro Mundial de Estudios Humanistas. El interés de la campaña es contactar a gente interesada en participar en un ámbito de intercambio y acción humanista. Si quieren adherir a dicho documento o difundirlo pueden entrar al siguiente link: https://www.humanistdocument.org/world-endorsements/

Igualmente, los y las esperamos en el V Foro Humanista Latinoamericano: “Construyendo futuro en diversidad”, este 26, 27 y 28 de noviembre que tendrá modalidad virtual. (2) Espacio que permitirá reflexionar en torno a la construcción del futuro al que aspiramos a nivel latinoamericano y que vamos abriendo con nuestras acciones.

(1) Ver Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático “Calentamiento Global de 1,5 G°”, Resumen para Responsables de Políticas, 2019.
(2) Más información sobre cómo participar la encuentras en: http://forohumanista.org/