Por Rodrigo Arce Rojas (1)

La filosofía etimológicamente significa amor a la sabiduría. La filosofía es la reflexión sistemática sobre la realidad que surge de la capacidad latente de asombro y de la permanente sospecha de la consistencia de los conocimientos. Esta actitud de inconformidad hace que la pregunta sea su principal herramienta para la indagación. Como resultado de su proclividad a la pregunta surgen aspectos que no se habían podido percibir anteriormente o surgen nuevas preguntas que incrementan su potencial reflexivo. La filosofía no es un ejercicio especulativo y necesariamente tiene que basarse en el estado actual del conocimiento de un campo o disciplina determinados.

Significa entonces que cuando se habla de una filosofía forestal el atributo filosófico implica pensar más allá de lo que la disciplina forestal ha construido históricamente. Por definición la filosofía no se pone barreras, límites o fronteras y lleva el ejercicio de pensar hasta las últimas consecuencias. Aunque se basa en las ciencias forestales, el derecho traducido en políticas y normas no se reduce a ellos. Hacerlo de esa manera es la manera tradicional de abordar lo forestal, pero eso restringe demasiado el carácter exploratorio de la actitud filosófica. Es necesario aclarar, sin embargo, que la filosofía no es superior ni inferior a la ciencia y por el contrario se tratan de dos categorías que necesitan estar unidas estrechamente. No se puede hacer filosofía sin una buena ciencia y no se puede hacer ciencia sin una buena filosofía, o en todo caso es incompleta si se prescinde de ella. La filosofía aporta con las grandes preguntas que ponen a prueba la consistencia de las verdades de la ciencia.

Hablar de una filosofía forestal podría significar de manera engañosa que se trata de un campo especializado de la filosofía aplicada al campo forestal y reducirse a este ámbito. Hablar de una filosofía forestal implica pensar el mundo desde los bosques en su compleja trama socioecosistémica en diversas escalas y temporalidades. No se trata entonces de concebir a los bosques como sistemas cerrados y tampoco quedarse en el campo de las interacciones físicas, químicas, biológicas y ecológicas de lo que tradicionalmente se entiende como bosque y que en realidad forma parte de una manera de pensar que ha separado al ser humano de la naturaleza de la cual forma parte de manera indesligable.

Para quienes han sido formados en la rigidez de una forestería disciplinaria esta forma de plantear el abordaje de los bosques posiblemente suene extraño e incluso tal vez insensato. Pero lo cierto es que actualmente la ciencia de avanzada no trabaja con objetos de estudios sino con problemas de frontera que son los problemas que por su naturaleza compleja no pueden ser abordados desde disciplinas particulares. En el mundo relativo a los bosques se mantienen vigentes grandes problemas de frontera tales como el cambio climático (o crisis climática, catástrofe climática, emergencia climática), la deforestación, la defaunación, la pérdida (o exterminio) de la diversidad biológica, la tala ilegal, el comercio ilegal de la fauna silvestre, entre otros. Una mirada rápida a los problemas de frontera citados revela varias cosas: uno, que todos estos problemas tienen que ver con ecosistemas forestales (que incluye diversas expresiones de flora y fauna silvestre); dos, que las causas de estos problemas no se encuentran exclusivamente en el campo de lo forestal; tres, que existe una multicausalidad que proceden de diferentes dimensiones y que además están entrelazadas; cuatro, que los problemas además de causas directas presentan causas estructurales o subyacentes y que tienen que ver con gobernanza, participación, cosmovisiones, corrupción, entre otros elementos. Consecuentemente lo que se puede apreciar que la pretensión de una forestería acotada a lo que tradicionalmente se ha entendido queda absolutamente limitada.

Ahora bien, no faltará quienes consideren que esta forma de plantear las cosas es poco efectiva porque produce dispersión y pérdida de foco de lo que significan los bosques. Aunque parezca contradictorio la forma ampliada de tratar los bosques es como salir de los bosques (entendido tradicionalmente) precisamente para poder regresar a los bosques con mejores elementos de abordaje, con una visión más panorámica en la que se reconocen las múltiples influencias entre el sistema bosque (entendido convencionalmente) y el entorno. Estos diferentes niveles de escalaridad pueden partir de una localización específica, pero pueden llegar a abarcar hasta el nivel planetario. Esta interrelación lleva a otra conclusión relevante, el estudio de la complejidad de los bosques no se circunscribe a los profesionales forestales y afines (biólogos, ecólogos, recursistas, entre otros) y que todos están convocados. Esta es una constatación inquietante para quienes siempre han afirmado que el objetivo de los gremios forestales es defender la profesión para que nadie que no haya sido preparado para la gestión de los bosques ocupe el puesto de los profesionales especializados.

Aunque a los profesionales forestales nos cueste admitirlo en su gran mayoría no tenemos la formación necesaria para lidiar con toda la complejidad socieocosistémica de los bosques. Nuestra endogamia nos impide reconocer que muchos de los grandes problemas forestales no se resuelven desde perspectivas estrictamente forestales (como se concibe tradicionalmente) y que existe la necesidad de empezar a trabajar desde perspectivas interdisciplinarias que no solo sea de diálogo sino también con la capacidad de adentrarnos en los enfoques, teoría y marcos metodológicos de otras disciplinas. Es obvio que no se trata de ganar o perder la guerra de las disciplinas sino de reconocer claramente cuáles son los grandes objetivos para los cuales los profesionales forestales hemos sido formados: cuidar el patrimonio forestal.

Así como partiendo de los bosques se llega hasta la totalidad del entorno planetario también es posible mirar hacia adentro hasta la escala microscópica. Entonces la mirada inversa lleva de ecosistemas, especies, poblaciones, individuos, órganos, tejidos, células hasta el nivel molecular y atómico. En el recorrido hacia la estructura y constituyentes elementales es posible apreciar y maravillarse de la belleza de las formas, la funcionalidad, los ciclos bioquímicos, las interacciones intra e intercelulares, la comunicación, las simbiosis, las luchas y la producción de mecanismos de defensa química, entre otros tantos fenómenos de los seres vivos (incluyendo la intervención de los virus que no son considerados seres vivos) que no terminan de asombrarnos. En otras palabras, podemos apreciar el fenómeno de la vida en todo su esplendor. Esto es muy diferente a reducir todo a la madera como uno de los productos banderas de la actividad forestal.

Pero aún manteniéndonos en una cadena convencional de productos madereros como planificación, producción, transformación, transporte y comercialización la línea secuencial acotada queda corta porque en el camino se entrecruzan con regulaciones técnicas y legales, con estructuras gubernamentales, con formas de pensamiento sobre el desarrollo, con problemas de corrupción, con tendencias de consumo, con cosmovisiones, con condiciones laborales, con luchas de poder, con asimetrías y con actores invisibles. No hay forma de escapar de la gran trama universal a la que el sector forestal está unido, a veces con campos sensibles y localizados, a veces con implicancias a nivel de todo el planeta. En esta perspectiva un árbol que cae no es un hecho aislado porque está indisolublemente unido a los ciclos biogeoquímicos, a ciclos hidrológicos, a ciclos del carbono, entre otros.

Más allá que se mire en el entorno o se mire hacia dentro del sistema bosque (entendido convencionalmente como lo biofísico) en los bosques también existe una gran complejidad que hay que tener presente. Estas múltiples interrelaciones que van desde la colaboración hasta relaciones de competencia producen una situación que puede ser descrita como alejada del equilibrio, o dicho de otro modo al filo del caos, producto del juego entre entropía y neguentropía (sintropía) es lo que permite la autoorganización y las emergencias, por lo tanto, la vida misma. Aunque queramos simplificar el ecosistema bosque con manejo (gobierno o dominación) o ver únicamente el producto madera, el árbol mismo ya es un ecosistema y forma un entramado de interrelaciones con otras plantas, con bacterias, con hongos, con insectos, con mamíferos, en general con otros seres vivos y elementos no vivos. La complejidad de los bosques da cuenta que la naturaleza está compuesta de materia/masa, energía, información y sentido. En este caso la categoría naturaleza incluye al ser humano que sigue siendo parte de ella. En ontologías disyuntivas los bosques y los humanos son entidades totalmente distintas.

Es así que podemos entender que el abordaje de los bosques con fines de aprovechamiento sostenible y conservación para aportar al crecimiento económico y por tanto al desarrollo llamado sostenible es absolutamente limitado. Cuando la sostenibilidad no da cuenta de la complejidad de las interrelaciones y subordina las consideraciones sociales y ambientales al objetivo supremo de desarrollo económico, aunque se afirme lo contrario, no es genuina.

Cuando la ontología de la relación entre el ser humano y los bosques es antropocéntrica las preguntas que se formulan son:

¿De qué manera puedo ser más productivo?
¿De qué manera puedo ser más rentable?
¿De qué manera puedo ser más competitivo?
¿Qué puedo hacer para que el sector forestal aporte más a la economía nacional?
¿Qué barreras burocráticas o ambientales debemos eliminar para que el sector forestal sea más efectivo en su contribución económica?
Cuando la ontología de la relación entre el ser humano y los bosques es biocéntrica las preguntas que se formulan son:

¿De qué manera puedo ser más respetuoso de todas las expresiones de vida presentes en los bosques?
¿Qué medidas estoy tomando para asegurar la sustentabilidad ecológica?
¿Cómo puedo asegurar que estoy trabajando desde una perspectiva de sustentabilidad genuina y profunda?
¿De qué manera puedo asegurara que las relaciones entre los actores (hombres y mujeres) involucrados en los bosques sean más justas y equitativas?
¿Es la opción de intervención de los bosques la más apropiada considerando el respeto de la vida?
En la práctica las preguntas de fondo que tenemos que respondernos son:

¿Qué estoy entendiendo por desarrollo forestal?
¿Cuáles son las implicancias de ese desarrollo forestal en la sustentabilidad genuina y profunda?
¿Es esa opción de desarrollo forestal la más apropiada para que contribuya articuladamente al bienestar de la gente y la felicidad de los bosques en términos de sustentabilidad genuina y profunda?
¿De qué manera puedo contribuir efectivamente para mejorar la relación entre los seres humanos y entre éstos y los bosques?
¿Para qué realizo el trabajo forestal?
¿Para quién o quiénes estoy trabajando?
¿A quiénes rindo cuenta por mi trabajo?
¿Puedo estar orgulloso que mi accionar contribuye a mantener o mejorar la biocapacidad de la tierra, la paz, la equidad y la justicia social?
¿De qué manera puedo contribuir al desarrollo de una ética forestal del cuidado, del respeto por la vida?

Frente a las actitudes simplificadoras que reducen el debate forestal a descalificar a los ambientalistas, a las organizaciones que promueven el ambientalismo o ecologismo, a las organizaciones que defienden la vida presente y futura, a las cosmovisiones de respeto a la Pachamama o Gaia, surge el pensamiento filosófico como una manera de repensarnos y recrearnos permanentemente para contribuir a una sustentabilidad genuina y profunda para diferenciarla de la sustentabilidad como etiqueta justificadora de la visión hegemónica que ha puesto en cuestión la viabilidad de la vida en el planeta.

 

 

(1) Doctor en Pensamiento Complejo por la Multidiversidad Mundo Real Edgar Morín de México. Magister en Conservación de Recursos Forestales por la Universidad Agraria La Molina, Perú.