RELATO CORTO

 

Perdone su señoría los tachones y las faltas de ortografía. Pili dice que no me preocupe, que usted está acostumbrado a tratar con niños de mi edad. Que es usted un hombre bueno. Pili dice que debo escribir sobre papá y sobre mamá. Papá también es un hombre bueno como usted. Y lo echo mucho de menos. Pero a mamá la echo más de menos. Para que usted me entienda, le diré que a papá lo echo de menos un siete y a mamá un nueve (me acabo de arrepentir y me gustaría tachar el nueve y poner un diez, pero Pili dice que lo mejor es dejarlo así, que usted ya se hace cargo). Pili dice que usted sabe lo que le ocurrió a mamá. Que usted atrapará al hombre malo que le hizo daño. Y que yo debo ayudarle y contar lo que vi aquella tarde. Pili acaba de lanzar un grito enorme. Casi me asusta. Dice que se nos ha olvidado presentarnos. Hemos repasado la carta y tiene razón. Me llamo Daniel García Parra, tengo ocho años, vivo en…, Pili dice que no hace falta nada más, que su señoría ya sabe el resto. Y que también conoce a Pili. Pili es psicóloga y puede que yo también sea psicólogo de mayor, me lo estoy pensando. Aunque usted no lo sepa, hemos parado de escribir media hora para poder merendar. Aquí en el Centro hay muchos niños y toda la gente es muy simpática y se come muy bien. Bueno, la merienda me gusta, pero la cena y la comida me gusta menos. Pili dice que debo contar lo que sucedió aquella tarde. Que hable de cómo eran papá y mamá. Y cómo se portaba papá con mamá. Papá es muy fuerte. Eso lo sabe todo el mundo. Creo que de todos los padres de mis amigos, papá es el más alto y el más fuerte. Lo reconoce hasta Pedro Espinosa, mi compañero de clase. Su voz se escuchaba en todo el barrio. Mamá sonreía poco y hablaba bajito. Era muy cariñosa conmigo. Y se tropezaba mucho. Cada día tenía un moratón distinto. A ella le gustaba taparse los moratones para que la gente no se los viese, pero cuando yo me caía decía que el aire curaba las heridas. Pili me pregunta si yo la vi tropezar alguna vez. Un día se golpeó contra el recibidor de la entrada y el jarrón que compramos en los chinos se hizo polvo. Papá se enfadó mucho y eso que el jarrón valía cinco euros. Solo recuerdo esa vez. Pero mamá debía tropezarse mucho. Papá decía que mamá era la mujer más torpe del mundo. Algunas veces, papá se enfadaba tanto que su voz espantaba los pájaros de la ventana y mataba los peces. Se nos murieron muchos peces en la pecera y yo creo que era por eso. Mamá lloraba y decía que «delante del niño no». Entonces se metían en la habitación y papá cerraba la puerta de un portazo. Mamá solía tropezarse mucho dentro de la habitación. «Soy muy despistada», me decía, y me abrazaba mucho y me daba muchos besos. Decía que esos besos le curaban las heridas. Aquella tarde tardaron mucho en salir de la habitación. A mí me solían dejar con los dibujos animados de la tele. Pero los dibujos se acabaron y empezó una película donde se pasaban todo el rato cantando y no me gustó nada. Entonces fui al pasillo y vi a mamá tumbada en el suelo. Pensé que dormía. La puerta de la casa estaba abierta. La cerré y busqué a papá en la habitación. Pero como no lo encontré, regresé junto a mamá. Me senté a su lado y le soplé en la cara. A ella le gustaba que le despertase de esa manera. Esta vez soplé muy fuerte, tan fuerte, que incluso se me escapó algo de saliva. Pero mamá seguía dormida. Le acaricié la cara y el pelo. Mamá se teñía el pelo. Le gustaba mucho cuidarse y estar guapa. Fue entonces cuando me puse a llorar. Pili me pregunta el motivo, si la sangre me asustó. Le juro señoría que yo no vi sangre. Solo sé que me puse a llorar. Y que me entró tanto miedo que abrí la puerta de la calle y llamé a Guillermina, nuestra vecina de la letra B. Ahora pienso que no fue buena idea. Ella se fue junto a mamá y lloró aún más fuerte que yo. Fue entonces cuando supe que mamá estaba muerta. Lo supe porque Guillermina gritaba «la ha matado, la ha matado» y así muchas veces, sin parar. Pili quiere que le cuente lo que yo opino sobre lo sucedido. Seguro que un ladrón entró en casa a robar y estranguló a mamá. Papá debía de estar durmiendo la siesta. Seguro que salió detrás del ladrón y por eso se quedó la puerta abierta. Cuando mi papá coja al ladrón se va a enterar. Mi papá es muy fuerte, el más fuerte del barrio. Lo echo mucho de menos. Pili dice que su señoría encontrará a papá. Pili dice que debo confiar en usted.

 

© Miguel Ángel Gayo Sánchez

(Este relato fue distinguido con el 1º PREMIO en el VII Concurso de Relatos y Viajes Solidarios “Lo vives, lo cuentas” Fundación Juan Bonal)