Hasta hace no tanto, conviene recordarlo de vez en cuando y a ser posible, no olvidarlo nunca para no repetir los errores del pasado, todos nosotros vivíamos en un mundo en el que el lugar de nacimiento determinaba tu enfoque y tu realidad, de la misma manera que condicionaba tus posibilidades y tu desarrollo intelectual, moral y educativo.

Con la modernidad, el nacimiento de los movimientos sociales, el desarrollo y los avances industriales y tecnológicos llegó la homogeneidad cultural, de la mano de la igualdad de derechos universales.

Todo esto, en esencia grandes pasos hacia la igualdad, dio paso, fomentó y asentó cierta clase de condicionamientos vitales fundamentales: los económicos.

Ahora ha desaparecido la esclavitud, el mundo ya no se rige por discriminaciones de raza, credo, creencia o color de la piel.

Pero por supuesto sigue habiendo ricos y pobres. Y lo que es infinitamente peor: países (o continentes) ricos y países pobres, o comúnmente denominados países industrializados y países o regiones en vías de desarrollo.

Y al margen de nacimientos y caídas de  regímenes políticos y conflictos bélicos inefables, el orden y los engranajes del mundo siguen su curso natural trazado, al igual que lo hacen sus condicionantes, de no ser alterado su rumbo por lo  único que puede hacerlo: las crisis globales, los desastres naturales… o las pandemias.

Hace unos días conocimos la proyección del Programa Mundial de Alimentos, cuya estimación es que unos 265 millones de personas están bajo seria amenaza de hambruna por el brote mundial de Covid-19.

La actual situación de emergencia sanitaria mundial ha agravado la situación, evidentemente, pero no podemos dar la espalda a esta realidad, que ya estaba asolando al mundo mucho antes del estallido de la pandemia en 2020.

Los terribles y esclarecedores datos, aunque es cierto que para muchos no dejan de ser eso, cifras, ya estaban ahí, conviviendo con nosotros. Actualmente en el mundo 1 de cada 9 personas no tiene nada que poder comer y más de 800 millones de seres humanos padecen escasez de agua potable para consumo y saneamiento básicos. Números duros, palpables incluso bajo la venda que muchas veces cubre nuestros ojos para no tener afrontar determinadas realidades.

Tras este febril y mortal inicio de año, los diversos estudios realizados muestran claramente que los países con ingresos bajos son los que más pueden ver incrementados estos riesgos, y se estima que para paliar los perjuicios generados actualmente por las consecuencias de la pandemia del Covid-19 se necesita con urgencia tomar medidas enérgicas por parte de los países afectados y por parte de la comunidad internacional.

Pero sería un error catastrófico ponerse la venda una vez más y no reconocer que todo este daño no sólo afecta a los países en vías de desarrollo, sino que trasciende también al resto del mundo.

Con las estimaciones hechas públicas por Estados Unidos, que calculan se superarán entre las 180.000 a las 200.000 personas solo en decesos y con cifras de desempleo de 17 millones de habitantes en un país que registró el récord de creación de empleo durante un periodo de diez años, el más largo del que se tiene constancia, según datos del Departamento de Empleo, con cifras de 2,3 millones de puestos creados al año de media, estamos ante la prueba irrefutable de que las consecuencias que antes asolaban solo una parte del planeta con intensidad ahora vamos a vivirlas todos, durante un tiempo prolongado.

Son las denominadas 3D sociales: Desigualdad, desempleo y desnutrición.

En nuestro país las estimaciones también dejan clara la nueva realidad. Según Cáritas, «De entre los 8,5 millones de personas se encuentran en exclusión social en España, hay un grupo de 1,8 millones que acumulan tal cantidad de problemas y necesidades que van a ser las primeras en notar el parón de nuestra economía y de cómo se establezcan las prioridades de las políticas de protección social», explica Natalia Peiro, secretaria general de la ONG, quien no tiene dudas de que la pandemia incrementará el número de población en riesgo de exclusión social, cifrado en 8,5 millones de personas, el 18,4 % del total de la población del pais antes de que se propagara el virus, en números muy superiores.

Para aquellos que quieran confrontar datos, verán que las cifras son similares en todo el planeta en mayor o menor medida.

La «Nueva Realidad» económica choca frontalmente con la recién nacida «Nueva Normalidad» social y la amenazará de manera seria los próximos años.

Ante ella, necesitamos reaccionar, necesitamos hacerlo coordinados, no crispados ni divididos.

Y necesitamos hacerlo pronto.