A continuación de la convocatoria realizada en forma reciente por este medio[1] nos pareció útil compartir más información y más completa acerca de lo que representa la noción de permacultura. Con este segundo paso apostamos a contribuir a los cambios de perspectivas sociales, políticas, económicas y ecológicas que se vuelven cruciales para encarar el futuro que aguarda a la humanidad entera.

El término “permacultura”  es propuesto en la década de 1970 por Bill Mollison y David Holmgren para describir lo que en un primer momento era un sistema de agricultura permanente y en continua transformación, ampliado luego para contemplar la cultura permanente, ya que las actividades y los factores humanos resultan inevitables en la conformación de un paradigma integrado y realmente sostenible. De este modo, y con el tiempo, la permacultura se ha constituido en una filosofía de vida enfocada en trabajar en armonía con la naturaleza a través de respetar y reproducir sus patrones y analizar sus distintos sistemas en todas sus funciones, para atender de manera eficiente y responsable las necesidades humanas locales. Entendemos que se trata de una respuesta integral y pragmática a los escenarios del futuro, especialmente a la crisis actual.

La actitud contemplativa, receptiva y sistémica que se desprende de este abordaje permite diseñar prácticas regenerativas y soluciones naturales y sustentables para los aspectos de la vida relacionados con la producción de alimentos, la energía, la captación y distribución del agua, el tratamiento de los residuos, la construcción de viviendas, la salud, entre otros. Cabe destacar que los saberes ancestrales de las comunidades originarias constituyen un cuerpo de conocimientos fundamentales e incorporan las estrategias permaculturales. En definitiva, se fomenta así el desarrollo de comunidades intencionales basadas en la resiliencia, la horizontalidad y la solidaridad, y respetuosas de su entorno.

La permacultura, lejos de ser una visión alucinada, se fundamenta en tres principios éticos, apoyados estos en 12  herramientas conceptuales que conforman los principios del diseño permacultural. Estos se detallan a continuación.[2]

  • Principios éticos

Cuidado de la Tierra. Este principio abarca el cuidado de todas las formas de vida que habitan la Tierra, independientemente de su utilidad y de los inconvenientes que puedan representar. Reducimos al mínimo posible nuestro impacto ambiental; y cuando matamos o dañamos a otros seres vivientes, lo hacemos en forma consciente y respetuosa.

Cuidado de las personas. Asumimos personalmente nuestra responsabilidad por nuestra situación y nos enfocamos en forma resiliente en las oportunidades que se nos presentan. Solo una persona sana y segura puede contribuir al bienestar general. Este último se sustenta en valores y beneficios no materiales.

Cuidado de los recursos y redistribución de los excedentes. Se reconsideran la noción y el sentido de la abundancia para valorar lo suficiente, que nos permite mantener nuestra autonomía y nuestro autocontrol sin agotar los recursos disponibles. El hecho de compartir los excedentes más allá de nuestro universo directo de responsabilidad fomenta la aplicación de los dos principios anteriores.

  • Principios de diseño permacultural

Se trata de enunciados positivos de acción que ayudan a identificar patrones y oportunidades para elaborar un diseño integrado y evolutivo. Cada principio es asociado a un ícono y reforzado por un proverbio que enfatiza su aspecto cautelar.

  1. Observa e interactúa (“La belleza está en el ojo del observador”). Tomarse el tiempo de la observación profunda y la interacción con el entorno permite elaborar diseños eficientes y adecuados a cada situación o proyecto.
  2. Captura y almacena energía (“Recoge el heno mientras el Sol brilla”). Sistemas creativos de recolección de recursos energéticos en tiempos de abundancia aseguran su disponibilidad en situación de escasez.
  3. Obtén un rendimiento (“No se puede trabajar con el estómago vacío”). El diseño se desarrolla y se sostiene si genera ganancias inmediatas y realmente útiles. Estas funcionan como recompensas –o retroalimentación positiva– que potencian el sistema que las originó.
  4. Aplicar la autorregulación y aceptar la retroalimentación (“Los errores de los padres afectan a los hijos hasta la séptima generación”). Estas son actitudes que ayudan a controlar el comportamiento inapropiado y el abuso de energía, a través del retorno de las consecuencias hacia nosotros.
  5. Usar y valorar los servicios y los recursos renovables (“Deja que la naturaleza siga su curso”). Se trata de hacer un uso consciente y sostenible de estos servicios y recursos para desalentar la demanda consumista y fomentar la interacción armoniosa con la naturaleza.
  6. No producir basura (“Evitando producir basura, se evita producir carencia” “Más vale prevenir que curar”). Se alientan la frugalidad y la preocupación por el desperdicio y la contaminación a través de considerar los desechos como recursos y oportunidades.
  7. Diseña desde los patrones a los detalles (“Los árboles no dejan ver el bosque”). Detectar los patrones generales naturales y sociales complejos permite elaborar el diseño apropiado que luego incorpora los sistemas más simples.
  8. Integrar más que segregar (“Muchas manos aligeran el trabajo”). Se diseñan sistemas integrados en los que cada elemento interactúa con los otros en sus funciones y productos.
  9. Usa soluciones lentas y pequeñas (“Cuanto más grandes, más dura es la caída” “Lento y seguro se gana la carrera”). El diseño incorpora funciones a escala práctica y eficiente, plasmada en una medida humana y una velocidad reducida que incrementa la energía disponible para mantener un sistema sostenible.
  10. Usa y valora la diversidad (“No pongas todos los huevos en la misma canasta”). La diversidad de formas, funciones y relaciones evidencia la complejidad de la evolución y resulta en una protección frente a la vulnerabilidad y la adversidad.
  11. Usa los bordes y valora lo marginal (“No pienses que estás en el buen sendero solo porque hay muchas pisadas”). De la importancia de tener una visión periférica para integrar los elementos que desde el borde aportan riqueza a una función o conectan sistemas.
  12. Usa y responde creativamente al cambio (“La visión no es ver las cosas como son sino cómo serán”). Se trata tanto de implementar cambios deliberados y adecuados como de responder o atender en forma creativa los cambios en el sistema que se encuentran fuera de nuestra intervención, para que el impacto siempre sea positivo.

Por otra parte, se pone un énfasis especial en la enseñanza, para que los conocimientos, las técnicas y las estrategias permaculturales se difundan de la manera más amplia posible, con el propósito de alcanzar a cada vez más personas deseosas de volver a encarar su vida. La Asociación Gaia ha fundado la Universidad Internacional de Permacultura (UIP) e imparte cursos de distintos tipos desde hace muchos años. A raíz de la pandemia que mantiene a la humanidad en vilo y cuyas consecuencias son impredecibles, se ha publicado un Manifiesto y creado un taller específico de relocalización,[3] abierto a quien quiera acercarse a la permacultura y repensar sus valores y forma de vida en estos tiempos de incertidumbre y destrucción.

La permacultura genera y regenera, protege, fomenta y potencia la vida.

[1] https://www.pressenza.com/es/2020/05/cambio-de-paradigma-hacia-una-relocalizacion-permacultural/

[2] Para un análisis profundo de cada principio, ver el libro de David Holmgren, Permacultura. Principios y senderos más allá de la sustentabilidad, Ediciones Kaicron, Buenos Aires, 2012.

[3] Manifiesto de Relocalización Permacultural: https://gaia.org.ar/manifiesto-de-relocalizacion-permacultural/

Informaciones sobre el curso intensivo de relocalización permacultural: https://gaia.org.ar/curso-intensivo-de-relocalizacion-permacultural/