Pressenza ha decidido abrir su redacción a todas aquellas personas que deseen compartir sus historias y reflexiones inspiradas de este periodo de confinamiento.

Continuamos esta serie con este hermoso texto compartido por Oscar Gómez, publicista, escritor, pintor, creador, buscador de respuestas en la vida y amante de los detalles. Oscar vive actualmente en el municipio de La Ceja, ubicado en el departamento de Antioquia, Colombia.

Oscar Gómez : «… En medio de este entorno potencialmente más dañino, en vez de perder la esperanza en esta especie vertebrada de la que tanto desconfié y a la que casi vi perecer en su afán de poder, veo nacer algo nuevo».

Tengo 44 años. Nací y crecí en Medellín. Eso no es gran cosa, pero quien pueda decir lo mismo habrá crecido en el epicentro de la época de mayor violencia urbana de este país. De eso que afortunadamente se va volviendo historia, solo los más jóvenes no fueron testigos. Fue tiempo de encierros, miedos, zozobra y un ambiente extraño. Algo de eso hay ahora mismo. Encierros, miedos, zozobra y un ambiente extraño. Aunque el encierro es distinto, el miedo es a otra cosa, la zozobra es nueva y hay un ambiente aun más raro. Ni la violencia atarbana logró paralizarnos al punto que lo ha hecho la advertencia impereceptible, incolora e inolora de enfermarnos. Ni la posibilidad de caer en un atentado terrorista nos detuvo de esta manera.

Pero lo prefiero así. Aun cuando esta vez se desintegran silenciosamente desde enormes proyectos, sólidas empresas con décadas de tradición, hasta las más humildes rutinas que arañan la supervivencia a una sociedad medianamente próspera. Aun cuando la amenaza de muerte no es selectiva, ni depende de estar en el lugar equivocado, cuando ni los privilegios ni la seguridad pueden protegernos. Lo prefiero así, porque en medio de este entorno potencialmente más dañino, en vez de perder la esperanza en esta especie vertebrada de la que tanto desconfié y a la que casi vi perecer en su afán de poder, veo nacer algo nuevo. Llevamos años inventando las formas más inverosímiles de distracción, las más absurdas carreras. El pequeño maestro invisible nos ha llevado al silencio. Siempre hemos encontrado el origen del peligro en el «otro», ahora no hay un «otro» al que podamos acusar. El pequeño maestro invisible desvaneció a los enemigos. Ahora es hora. Debemos ser buenos alumnos y estar a la altura de la dura lección impartida por el pequeño maestro invisible. Que así sea.

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Hay vivencias que dejan una marca en nosotros, y que sin duda pueden servir de inspiración para muchas otras personas. Les invitamos entonces a enviar sus historias al siguiente correo electrónico: mauricio.alvarez@pressenza.com 

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