Por Ángel Martín

Esta nueva crisis planetaria está siendo otra oportunidad para poner en práctica los últimos juguetes tecnológicos que los sociópatas del sistema se esmeran diariamente en perfeccionar en sus industrias. Drones con cámaras térmicas, software de reconocimiento facial y tobilleras con GPS para vigilar movimientos de sospechosos de estar infectados se suman a propuestas «analógicas» más clásicas propias de países en vías de desarrollo del control poblacional tales como escenografías gubernamentales en los medios propias de tiempos de guerra o bien sacar a pasear por los barrios potencialmente peligrosos de las ciudades a los “novios de la muerte”.

Tecnologías de control que hasta hace nada pertenecían al ámbito de la literatura o el cine de ciencia ficción, producto de una concepción violenta y deshumanizada del ser humano, están ya siendo implementadas con la excusa de la lucha contra la pandemia y están convirtiendo este mundo en el sueño húmedo con el que todo buen fascista ha mojado sus sábanas alguna vez.

La vía alternativa, esa que busca colaborar con la protección de la vida priorizando absolutamente todos los recursos estatales hacia la sanidad pública y los servicios de protección social no parece que sea de buen agrado para los brokers y ejecutivos de los bancos y compañías que financian y dirigen la mayoría de gobiernos del planeta. Es más, sus títeres más groseros vienen advirtiendo sin ningún pudor en sus mass media que la economía es más importante que las personas y su bienestar físico y mental.

De entre las muchas incógnitas a futuro que este momento extraordinario está planteando interesa particularmente la respuesta que la gente dará una vez la crisis haya sido superada.

¿Servirán todos esos fenómenos de solidaridad y apoyo mutuo entre personas que están surgiendo espontáneamente en la base social fuera del control institucional para aprender e incorporar en la conciencia colectiva que el progreso de unos pocos termina en el progreso de nadie? ¿Llevará este cambio de conciencia a una transformación profunda de la sociedad?

O por el contrario ¿presionarán y exigirán las poblaciones a sus gobiernos más control y mano dura sobre ellas mismas, más tecnología orwelliana en las calles de las ciudades y un regreso a momentos históricos oscuros pero más “estables” tal y como parecen alegorizar esas canciones de Manolo Escobar que se escuchan en los balcones?

¿Será este un nuevo recodo histórico en el proceso humano en el que decidir entre el Sí y el No? ¿Será un momento para optar entre las regiones más oscuras de la interioridad de las personas que apelan a la venganza y a la anulación de la vida o aquellas más luminosas que han dado referencia en otros momentos críticos del pasado? ¿Retrocederemos a una nueva y oscura edad media o alumbraremos una salida a esta prehistoria humana?

Sea cual sea la dirección de los acontecimientos será resultado de un acto intencional, de una decisión de esas mayorías que han de elegir entre su interno Sí y su interno No y en ningún caso una consecuencia de la fría mecánica de péndulos que aparenta determinar el tiempo histórico.