Grettel Hernández Valdés

Ante la visión patriarcal, al hombre se le ha cercenado la posibilidad de expresar su sentir, ser sensible, ser afectuoso con mayor libertad. Por lo anterior, se proponen nuevas masculinidades, en las cuales los hombres se sientan y se manifiesten de formas más libres y plurales.

Por suerte, la visión de mundo va cambiando de a poco y la forma en que el hombre debe enfrentarse a nuevos paradigmas y ante su propia vida en función de los otros, es cuando se abre a comprender formas de género diversas, a nuevas manifestaciones de la existencia humana.

La identidad viril es un mito, como tantos que nos tragamos sin saberlo. Los estereotipos no cesan de definir el comportamiento, la forma de vestir y hasta el lenguaje que debe emplear un hombre en la sociedad. Esos estereotipos rechazan per se todo lo que sea femenino o frágil, así que la virilidad se demuestra con cierta agresividad, la confianza en sí mismo, el no demostrar temor, el éxito monetario, la propiedad.

Bajo esa presión de estereotipos por cumplir no es casualidad que en la población masculina se presente más drogadicción, abusos, disturbios, violencia y violaciones a muchos niveles.

Al final de cuentas los altos índices de violencia doméstica, el uso del Viagra para asegurar la virilidad, los feminicidios, el maltrato hacia lo diferente, es el resultado de que algo definitivamente no anda bien.

¿Por qué no asumir diferentes tipos de enfoques hacia lo otro, lo desconocido, un punto de vista más humano? ¿Por qué no percibirse con una forma más satisfactoria, reconocedora y reconciliadora consigo mismo, el mundo y los demás (“la otredad”)?

Al final de cuentas, como indica Harari en su obra Sapiens: “La biología lo permite, la cultura lo prohíbe […] La cultura tiende a aducir que solo prohíbe lo que es antinatural Pero, desde una perspectiva biológica, nada es antinatural. […], nuestros conceptos “natural” y “antinatural” no se han tomado de la biología, sino…” de otras fuentes que nos han sido impuestas.

Y así, de las propias creencias de cada quien parte el concepto de qué es lo masculino y qué no. Lo importante es la sensibilidad que se tenga hacia lo humano en los demás.

Sería ideal que surgieran más debates acerca de las nuevas masculinidades, con el fin de que los hombres tengan la oportunidad de expresarse de forma menos contenida y violenta.

La autora costarricense Abril Gordienko, en su obra “Negra noche en blanco”, muestra con gran facilidad como el patriarcado no solo maltrata o afecta a esas otredades sino que daña al mismo hombre. Enlaza las historias de hombres que se construyen de acuerdo con el orden androcéntrico y, de alguna manera, trata de descubrir cómo al hombre se le silencia para no mostrar sus debilidades, sentimientos de ternura o sus afectos.

La dualidad sensibilidad/dureza; femenino/masculino, afecto/violencia se enuncia como la necesidad de crear una nueva identidad masculina que se base en la expresión de los sentimientos.

La identidad viril es un mito, como tantos que se construyen en el imaginario colectivo. La imposición de ser hombre en la sociedad tal y como está concebida, es ser propietario de su porción de mundo, de sus mujeres. Ser hombre requiere de ciertos códigos y lenguajes que los hace ser propietarios de la verdad. Incluso, ahora ser hombre todavía pesa para toda la sociedad; principalmente, para las mujeres, los niños y las niñas, quienes son víctimas por lo general, del papel tan rudo que le toca vivir al hombre. Pesa, ante un mundo que necesita cambios urgentes en los roles de género.

 

Esta columna de opinión fue publicada originalmente en el Periódico La República (Costa Rica)