(Fotografías: Iris Colil Barra. De izquierda a derecha: Antonieta Cornejo, Isabel Vásquez, Ana María Gutiérrez y Elizabeth Bonifacio)

 

En diciembre de 2019 el rector de la Universidad de Santiago de Chile (USACH), Juan Manuel Zolezzi, decidió contratar como funcionarias a todas las empleadas de limpieza que hasta entonces habían trabajado en régimen de subcontrata, es decir, utilizando los servicios de una empresa externa que empleaba a sus trabajadores bajo términos, condiciones y salarios distintos a sus funcionarios de planta.

Su historia es un ejemplo concreto de cómo la presión social puede ayudar a humanizar el modelo del trabajo, llevándolo desde la «precariedad  descartable» hacia condiciones más dignas y paritarias.

Conversamos con cuatro de ellas en la Escuela de Periodismo. Antonieta Cornejo vive en la Villa Portales, comuna de Estación Central y trabaja en la escuela desde hace 14 años. Elizabeth Bonifacio vive en la comuna de Maipú, trabaja desde el 2014 en la USACH y se vino a la escuela de periodismo el 2019. Ana María Gutiérrez vive en Pudahuel Sur y trabaja acá desde 2014. Isabel Vásquez vive en la comuna de Renca, llegó el 2004 y lleva en esta escuela unos 3 años.

Pressenza: ¿Cómo eran las condiciones de trabajo con la empresa anterior?

Con la empresa subcontratista había turnos de mañana y tarde-noche. Una estaba fija en un departamento, pero si faltaba alguien en Casa Central u otros sitios podían asignarnos tareas, por lo que podía ocurrir que tuviéramos que hacer doble pega*. Ahora estamos en la Escuela de Periodismo de manera permanente.

Elizabeth: Si usted no le caía bien a la jefa o la supervisora, la mandaban a todas partes. Y si les caía bien, ahí la llevaban a la oficina, con tiempo para conversar… era una discriminación terrible. El turno de la tarde duraba hasta las diez de la noche. Para poder salir teníamos que firmar haciendo fila, por orden de llegada. Con o sin lluvia había que esperar afuera igual, incluso en días de frío. A veces había compañeras que sacaban cera o cloro, que usamos para limpiar, y dejaban los bidones botados a mitad de pasillo. La jefa de la tarde decía “¿Quién dejó eso allí? ¿Nadie? Entonces están todas castigadas”. A veces recién a las 22:30 empezábamos a firmar, así que la última venía a salir a las 23 y tanto, solo porque la jefa se molestó. O si alguien sacaba una silla de una sala, porque estaba cansada y necesitaba sentarse, lo mismo. No firmábamos hasta que se supiera quién lo hizo.

Antonieta: La mayoría de las jefas eran gente que había sido de limpieza y que por caerle bien al supervisor o la supervisora las “ascendían”. Cuando se veían en ese puesto, entonces se transformaban y nos maltrataban. A mí me daba una impotencia y unas ganas de gritar por el abuso de poder… Hacer esa fila era denigrante.

Pressenza: ¿Y cuánta gente era?

Elizabeth: Dependía del turno. El de la mañana era más numeroso, unas 40 a 60 personas.

Ana María: Y el sábado se juntaban los dos turnos y éramos casi 100. Ahí también pasaban incidentes, altercados, peleas, y mientras no se solucionaban no podíamos firmar.  No importaba si hacía frío o calor, teníamos que hacer fila, la mayoría de las veces terriblemente cansadas. En una palabra, éramos explotadas. Si una le caía bien a la jefa, cero problema, pero si le caía mal, te explotaban al máximo.

 

 

 

Pressenza: Tengo entendido que hubo a lo largo de los años mucha presión y colaboración de los estudiantes para que las contrataran…

Antonieta: Desde que entré a trabajar acá, hace 14 años, los estudiantes nos incluían en sus demandas. Sobre todo acá en Periodismo hubo estudiantes muy, muy comprometidos: la Jocelyn, la Javiera… realmente un 7*, porque fueron unos adelantados, haciendo voluntariamente alfabetización y nivelación de estudios para que, si llegaba el momento en que las tías pasaran a ser funcionarias, tuvieran al día su enseñanza media*. Y fueron varias las compañeras que se beneficiaron con eso. Incluso esta niña que pasó ahora, yo le decía hazlo, hazlo y me respondía que no tenía tiempo, pero ahora que nos contrataron está arrepentida y va a tener que hacerlo a la rápida.

Muchas, en todo caso, ya teníamos el 4to medio rendido. Incluso yo estudié acá, Ingeniería en Ejecución en Diseño en 1972 en la Escuela de Artes y Oficios de la entonces Universidad Técnica del Estado*, pero después me tuve que ir porque estábamos muy metidos en política y con el Golpe Militar tuvimos que arrancar. Lo presentíamos, sabíamos que algo iba a venir.  Me tuve que arrancar, y las mujeres que andábamos movilizadas éramos bien identificables. No nos quedó otra. Gracias a no sé qué, ese día no alcancé a llegar. Cuando llegué, ya estaba todo con militares. La universidad ya estaba cerrada. Si no, no estaría contando esta historia.

Pressenza: Leí que de la USACH los militares sacaron ese día a unos 600 funcionarios y estudiantes y los llevaron al Estadio Chile, Víctor Jara entre ellos.

Antonieta: Así es. Acá en la escuela de Artes y Oficios, se hacían peñas* con actores, cantantes, se hacía mucho eso. Eran bien entretenidas y había un gran compromiso de los estudiantes…

 

 

Pressenza: Volvamos a lo nuestro… nos fuimos por las ramas (Risas). ¿Cómo les ha cambiado la vida antes y después de que la universidad las contratara como funcionarias?

Isabel: Es bastante distinto, porque el sueldo es mucho mejor. Además, como decía la compañera, antes nos mandaban para todos lados y ahora ya estamos en una sola parte. Entonces es un tremendo cambio para mejor.

Antonieta: No tenemos la presión de… “¡uy, tienes que hacer esto porque viene la jefa, que el jefe, que el supervisor general!”. Eso era horrible.

Elizabeth: Y lo otro, que de la empresa venían y nos revisaban la profundidad de la limpieza que hacíamos, como si desconfiaran de nosotras.

Isabel: En cambio ahora, como conocemos el lugar, sabemos lo que tenemos que hacer sin que nos estén mandando. Con la empresa anterior estaban todo el tiempo encima de nosotras. No trabajábamos tranquilas.

Antonieta: Nosotras mismas nos organizamos: vamos a hacer esto, esto, lo otro. Antes nos preguntaban “¿Quién las autorizó?”. A veces estábamos lavando una alfombra o el piso, un trabajo pesado, y nos decían: “No, hasta acá nomás llegaron, porque ustedes no han pedido autorización”… ¡Y el trabajo se podía hacer!

Pressenza: La comunicación que ustedes tienen con los funcionarios de planta de acá, el Director de Periodismo, con los profesores, ¿es más fluida?

Isabel: Es que siempre lo fue. Nunca hemos tenido problemas con la gente de la escuela. Nunca ha habido discriminación. Siempre nos han tratado como parte de acá. Cuando supieron que nos iban a contratar se alegraron y nos felicitaron.

Elizabeth: En algunas partes de la universidad, no este departamento, hubo gente que le chocó que nos contrataran, pero eran pocas personas en todo caso. Acá estamos súper integradas, de hecho, podemos almorzar de igual a igual en sus mismos comedores. Aunque nosotras decimos que no, que estamos acostumbradas aquí (muestra la pieza de servicio en donde estamos haciendo la entrevista).

Isabel: Incluso nos habilitaron una oficina con computadoras y todo.

Pressenza: ¿Pero ustedes prefieren este espacio?

A CORO: ¡Sí! Ya estamos acostumbradas y nos sentimos más como en casa aquí. (Risas)

Isabel: Ellos siempre han querido lo mejor para nosotras.

Ana María: Siempre nos han considerado para todo. Si hacen, no sé, una once*, nosotras estamos incluidas al tiro* ahí.

Pressenza: Me contaban también que durante los recesos académicos ahora están incluidas y que antes no…

Ana María: Todavía no lo podemos creer. Son cinco semanas, cuando antes con suerte nos daban 2 semanas. A algunas, 21 días. A mí siempre me dieron 2 semanas y, ¿sabe cómo yo me las arreglaba? Me tomaba las 2 semanas y tiraba una licencia por 7 días para completar las tres semanas. Porque en el receso una tenía que venir a limpiar otros departamentos y eso era tremendamente agotador.  No nos servían de nada las vacaciones con ese ritmo de trabajo.

Pressenza: Por lo que entiendo ustedes eran “intercambiables” con otros departamentos. Y ahora ya no.

Antonieta: Para nosotras fue un cambio grande. Imagínese, ahora nosotras terminamos el turno, nos cambiamos de ropa y nos vamos.

Isabel: Desde aquí mismo, sin tener que ir a firmar.

Pressenza: ¿Y piensan ustedes que lo que ha pasado en Chile desde octubre del año pasado ha sido un factor para que las contrataran en la USACH?

Ana María: Sí, sin duda que eso ayudó. Y más con el apoyo de los niños (los estudiantes) que siempre presionaron para eso.

Elizabeth: Muchas veces conversábamos con ellos. “¿Cuánto les pagan?”, nos preguntaban. “El mínimo”, les respondíamos. “¿Y en qué horario?” “Estamos desde las 2 de la tarde a 10 y media de la noche. Si es que no nos demoramos a la salida, y todo eso”. Gracias a ellos nos contrataron.

Antonieta: Mi opinión personal es que todo esto se debe exclusivamente al estallido social de octubre, porque desde que yo estoy acá, 14 años, he escuchado a los alumnos pedir que nos mejoraran la situación y el rector hacía oídos sordos. Incluso fuimos a la misma rectoría a reclamar. Está más que claro que el estallido social marcó un antes y un después.

 

NOTAS:

* “Pega” es una palabra informal que se usa en Chile para “trabajo”.

* “un 7”: Por la escala de calificaciones escolares, que va de un 1 (el mínimo) a un 7 (el máximo posible).

*Para ser funcionario público hay que haber cursado la enseñanza media o secundaria completa.

* La UTE (Universidad Técnica del Estado) era la predecesora de la USACH, solo que a nivel nacional. Tras el Golpe Militar de 1973, sus sedes regionales se convirtieron en universidades locales autónomas. Más info en https://www.pressenza.com/es/2020/01/chile-las-asambleas-barriales-confluyen-hacia-una-nueva-constitucion

*En Chile, una ”peña” es un espectáculo con cantantes y otros artistas en un ambiente íntimo.

*Hacer “una once”: merienda a media tarde (sobre las 5pm)

* “al tiro”: de inmediato, en seguida