Dagoberto es un hombre de origen mapuche que conocí por casualidad a orillas del Río Malleco, en Collipulli. Gracias a él y a su familia recibimos la invitación a uno de los momentos de mayor espiritualidad de la cultura mapuche: el Nguillatún. El evento duró dos días y una noche, la comunidad de Antonio Panitru, de la que Dagoberto es miembro, invitó a otras 6 comunidades para esta ocasión. Cuando llegamos, el sol ya empezaba a ponerse, las familias llegaron una por una en sus camionetas y en sus pequeños camiones ondeando en alto la bandera mapuche. Los niños están entusiasmados, saltan de la furgoneta y corren descalzos para conocer a su familia y amigos. Esperamos un poco a Dagoberto en la entrada, porque para tener acceso, además de la invitación oficial tenemos que presentarnos a las distintas comunidades. El ritual de los saludos es una parte fundamental del Nguillatún, un signo de hospitalidad y cordialidad hacia cada participante.

Una vez dentro nos reunimos alrededor del fuego de nuestra cabaña semiabierta. La esposa de Dagoberto nos ofrece la cena y tan pronto como el cielo comienza a llenarse de estrellas y la luna ilumina el cerro desde arriba, comienza la vigilia alrededor del Canelo, árbol sagrado de la comunidad Mapuche. Danzas, canciones, rituales y oraciones se alternan durante toda la noche. Una oveja belga atada con una cuerda a un palo de madera en el centro del campo, sabe que será el sacrificio de las comunidades en este Nguillatún. Por la mañana, en el mismo lugar donde balaba la oveja, cuelgan del suelo trozos de carne tierna y fresca que se servirán para el almuerzo y la cena del día. El Nguillatún es una ofrenda, un sacrificio, un pedido a la tierra, a sus frutos y a la naturaleza, respetada y amada por el hombre mapuche. Ya al amanecer cada familia está ocupada preparando «la comida» para ofrecerla a todas las demás comunidades como signo de generosidad y de compartir con toda la gente. En los braseros chisporrotean ollas que contienen cazuela, varias sopas fragantes, cordero y todo tipo de carnes. Los bailes tradicionales continúan alrededor del canelo, los padres toman a sus hijos, nietos, abuelas, esposos y esposas bajo sus brazos. Todo esto está acompañado por una banda tradicional, donde en el centro domina el sonido seco de una trutruca, fuerte y clara. Bajo la ramada ubicada en el centro del campamento se encuentran los machi y los abuelos de la comunidad, todos vestidos estrictamente con el traje tradicional para la ocasión. La gran celebración continúa en el Bajo Malleco, bajo un sol alto y abrasador que da fuerza a cada miembro de estas comunidades para continuar una amarga lucha en dos frentes: el interior y el exterior. Una lucha por el territorio, por una cultura, una lucha contra un genocidio y contra la supresión de una lengua que hoy se redescubre lentamente. En este marco, conocemos a Rodrigo Curipan, hombre de política y parte activa en la recuperación del territorio mapuche del Bajo Malleco.

¿Qué es lo que mueve todo esto? ¿Cuáles son las raíces históricas y políticas de esta lucha, y en qué dirección se está procediendo a la recuperación del territorio del Bajo Malleco?

«En 1883 este territorio mapuche fue ocupado y la mayoría de los sobrevivientes fueron relegados a territorios muy pequeños. En 1931, nuestra comunidad, junto con otras comunidades, por primera vez presentó la demanda de desempleo en las tierras antiguas. En 1932 comenzó un proceso de reclamación de la antigua tierra y parte de lo que había sido Los Títulos de Merced. Desde 1998 al 2000, Los Títulos de Merced se recuperaron gracias a un proceso de movilización en el que participaron varias comunidades de la región. Este proceso de recuperación comenzó en 1964 de manera directa. Tiene que ver con el período de 1970 a 1973 cuando la reforma agraria fue llevada a cabo por el gobierno de Salvador Allende. En un período posterior hubo una Contrarreforma y la mayoría de la gente fue expulsada nuevamente de los mismos territorios. Muchos mapuches creían que a través de la ley indígena podían recuperar sus territorios usurpados. En el 93, una vez resuelto el tema de la dictadura, ya en democracia, los mapuches aceptaron la Ley Indígena. Así es que del 93 al 98 toda la movilización mapuche se basó en la convicción de que esta Ley resolvería el problema. Pero los que creyeron eso cometieron un grave error. La ley devolvería la tierra pero al mismo tiempo diría cómo se la devolvería. Se creó la CONADI, un organismo que se estableció para asegurar que la Ley Indígena se respetara a nivel nacional. Se crean comunidades y no son los tradicionales Lof, sino la creación legal del estado en la estructura Mapuche.

La mayoría de nosotros creció sabiendo que pertenecíamos a una organización política mapuche de pleno derecho, la que impuso el Estado desde 1993 con la Ley Indígena nos es ajena. Desde el 93 al 2000 se recuperó la primera tierra, a partir de entonces cambió la forma de llevar la lucha. Muchos mapuches comenzaron a comprender que la Ley Indígena se había convertido en una amenaza y no era un medio para resolver la cuestión de las tierras antiguas. Existe un problema no institucional sino de jurisdicción. A la pregunta de si el Estado está legitimado para permanecer en territorio mapuche, respondería que no. Si me preguntas si el Estado está legalmente legitimado para ocupar el territorio mapuche, la respuesta es sí. En el tratado de 1825 había dos acuerdos fundamentales: nadie debía cruzar la frontera, hacia ningún lado; y nadie debía comprar tierras a ningún lado. El Estado no sólo ocupó las tierras de los mapuches, sino que comenzó a venderlas incluso antes de ocupar el territorio. En ese momento empezaron a llegar los notarios, intérpretes y representantes de las autoridades. Todos estuvieron de acuerdo en que la tierra que el usurero o el individuo estaba comprando no estaba en territorio indígena, sino que era parte del Estado. Era ilegal que el notario validara la venta de un indígena a un no indígena, pero esto sucedió de todos modos. El gobierno, que tenía la tarea de supervisar que el notario no cometiera estos abusos, se convirtió en cómplice. La ocupación de la tierra Mapuche se llevó a cabo mediante el engaño.

Hoy en día hay dos instituciones: el Estado Mapuche y el Estado Chileno. No puede suceder de ninguna manera que los mapuches acepten la institucionalidad chilena, porque eso significaría aceptar la regla de que no son mapuches y eso significaría olvidar que hemos sido privados de territorios, de una cultura y de una lengua. Esto no puede suceder porque soy parte del nuevo liderazgo mapuche, pero también está el viejo liderazgo que nos dio este papel que defender por todos los que han muerto. Es un proceso de larga duración que lleva a la comparación con el Estado chileno actual. Esto no es sólo algo escrito en papel, sino algo que ha significado la muerte de muchas familias mapuches. Estamos hablando de una época en la que no había periodismo interesado en nuestra comunidad. Alguien, no de origen mapuche, que tenía conciencia, escribió documentos. Este es el caso de algunos abogados que escribieron textos que son como evidencias científicas y en los que se puede verificar todo lo que apoyamos los mapuches.

A la luz de todo esto, ahora estamos siguiendo una línea muy precisa. Queremos que el Estado sea capaz de resolver nuestro problema, pero para ello debe aceptar que existe una institución plenamente vigente que creían que había muerto en 1883. Una realidad que han creado para cumplir con el folclorismo. El Estado chileno no habla de los que se quedaron en la invasión chilena. Son cosas que no quieren hacer concientes, porque eso significaría hacer pública la historia misma del Estado chileno, hecha de abusos, genocidios y violaciones de los derechos humanos. La mayoría de nosotros somos descendientes de eso. Los métodos de engaño a la población mapuche que se han utilizado aquí en el área del Malleco son los mismos que se utilizaron en el área del Alto Bío y en todos los demás territorios. Así que es difícil hablar con un Estado que niega su propia forma de funcionamiento. El Estado ha decidido que puede usar la violencia para ocupar nuestra tierra, y que los mapuches deben inclinar la cabeza y aceptar esta situación. Esto no puede suceder, porque no puedo contarle este tipo de historias a mi hijo, porque mi padre no me contó la historia que leíste en los libros de la escuela. Esa no es la verdad.

Algunos se preguntan: ¿por qué un mapuche no puede ser Presidente de la República? Esto no tiene nada de ilegítimo pero iría en contra de nosotros mismos. Significaría validar la presencia de las instituciones del Estado que ocupan el territorio mapuche.

Muchos se preguntan si los mapuches usan la violencia. Cuando entran a las 6 de la mañana en la casa, cometen un asesinato, arrestan injustamente, entonces la respuesta es: usamos la violencia para defendernos, es un derecho a réplica. Hoy a todos les gusta decir que el pueblo mapuche tiene oportunidades en la nueva constitución política en que se está trabajando. Eso no es cierto en absoluto. Es imposible para nosotros, el pueblo mapuche, ir allí y proponer nuestras condiciones, sin reestructurar el Estado que sigue ocupando un territorio que no es suyo.

Antes del 18 de octubre, la Operación Huracán y el caso de Camilo Catrillanca mostraron la forma de acción del Estado, sus tácticas políticas, institucionales y militares. El 18 de octubre nos sorprendimos porque no pensamos que el chileno común, que fue informado por los periódicos nacionales, pudiera finalmente darse cuenta de cómo actúa y puede reaccionar el Estado. Esto ciertamente sorprendió a todos, pero especialmente a nosotros, los mapuches, porque la gente comenzó a levantar nuestra bandera. Esto significa que la gente se ha dado cuenta de que la violencia que se está produciendo hoy en día contra el pueblo chileno es la misma violencia que se ha producido durante años y años contra nuestro pueblo mapuche. Yo diría que hoy, a diferencia del pasado, hay muchos no mapuches que entienden, no simpatizan, pero entienden que la lucha mapuche es legítima, probablemente no saben cuán ilegal es la ocupación del territorio, pero al menos lo reconocen.

El proceso de recuperación que estamos llevando a cabo hoy en día en el Bajo Malleco es como una línea que une más comunidades. En nuestra opinión, la resistencia es un concepto muy amplio, que tiene que ver con la forma en que toleramos la presencia del Estado en nuestro territorio. Es la forma en que toleramos la violencia del Estado hoy en día y al mismo tiempo cómo avanzamos cultural, espiritual y económicamente. Este Nguillatún es una forma de resistencia. Estamos haciendo la ocupación porque los que tienen la legitimidad y el derecho a esta tierra somos nosotros, los mapuches. Cuando el Estado comienza a ver esto, es allí donde se desencadena el proceso de represión contra las comunidades indígenas. No es una coincidencia que vivamos con las patrullas permanentes de la policía. Esta Nguillatún se hace de manera independiente, sin ningún acuerdo con las forestales, es la comunidad de Antonio Panitru la que ha organizado todo esto, y lo hace desde hace 3 años de manera totalmente independiente. No existe ni el recurso del Estado ni el acuerdo con la empresa forestal para ocupar este espacio. Todo esto se lleva a cabo de acuerdo con nuestra línea de pensamiento, que nuestra lucha, justa y legítima, no puede tener otra forma que esta».