En el 91º Aniversario del nacimiento de Martin Luther King, su utopía condensada en la icónica frase “I have a dream” (Tengo un sueño) sigue siendo inalcanzable en la distópica sociedad estadounidense del siglo XXI.

Por primera vez en la Historia de EEUU, en 2008 es elegido como Presidente de la nación una persona de raza negra, gracias al voto de las minorías latina y afroamericana, con lo que los partidos tradicionales del establishment habrían cambiado su estrategia electoral para captar un voto que en el horizonte del 2050 será mayoritario. Así, según la Oficina del Censo de EEUU, hacia el 2043 los blancos dejarán de ser la mayoría de la población estadounidense y serán desplazados por la suma de la población hispana (que aumentaría de 53,3 millones en la actualidad a 128,8 millones en 2060) y la afroamericana (que pasaría los 41,2 millones actuales a los 61,8 millones previstos por las proyecciones).

Los supremacistas y el retorno del “White Power”

Según una encuesta de la NBC, el 54% de la población blanca estaría “enfadada con el sistema”, frente al 43 % de los latinos y el 33% de los afroamericanos que siguen confiando en el sueño americano, lo que habría llevado a los votantes blancos a apoyar las posiciones políticamente incorrectas y refractarias a los dictados del estabishment tradicional republicano de Donald Trump, simbolizado en el apoyo de los indignados blancos mayores de 45 años a Trump y de los partidos neonazis y supremacistas blancos que siguen controlado los ámbitos de poder de la “América profunda”. El firme apoyo a la candidatura de Trump por David Duke, ex-líder del KKK, y los posteriores nombramientos de Sebastian Gorka (miembro de la organización de extrema derecha húngara Vitézi Rand) como asesor de contraterrorismo y de Stephen Bannon, de ideología populista y ultraderechista como Jefe de Estrategia, simbolizaron la llegada de los supremacistas blancos a la Casa Blanca con el objetivo inequívoco de instaurar el “White Power”.

Por su parte, el reverendo Wright en un sermón pronunciado en el 2001 en la parroquia de la United Church of Christ de Chicago expresó la necesidad de una metanoia colectiva de la sociedad estadounidense “que transforme las guerras militares imperiales en guerras políticas internas contra el racismo y las injusticias de clase”, para lo que propuso una redistribución fundamental de la riqueza a través de la reasignación del presupuesto público. Citando el “regalo de la Administración de George W. Bush de 1300 millones de dólares en exenciones de impuestos para los ricos”, replicó con una propuesta de financiación pública de asistencia médica universal y de reconstrucción del sistema educativo para ponerlo al servicio de los pobres.

Asimismo, en una conferencia pronunciada en la Universidad Howard (Washington) en el 2006 afirmó: «Este país se fundó y está dirigido según un principio racista (…) Creemos en la superioridad blanca y en la inferioridad negra (…) más que en el propio Dios», según un extracto publicado por The Wall Street Journal. Asimismo, el ex-Presidente Obama, hijo espiritual del Reverendo Wright y deudor del título de su libro “La Audacia de la Esperanza”, habla en “Los Sueños de mi padre” sobre la actitud vital de la población afroamericana , marcada por el estigma generacional de “una segregación racial que ha caracterizado el devenir norteamericano”, herida sin cicatrizar que posiblemente vuelva a estallar durante la campaña de las Presidenciales del 2020

La distopía afroamericana

Una distopía sería “una utopía negativa donde la realidad transcurre en términos antagónicos a los de una sociedad ideal” y se ubican en ambientes cerrados o claustrofóbicos. Así, Detroit sería un escenario distópico de naturaleza real (no ficticia) y el paradigma del mayor éxodo masivo de población sufrido por una ciudad moderna durante los últimos 70 años, éxodo motivado por la conjunción de razones económicas (la corrupción generalizada de las autoridades municipales y el hecho de que los altos impuestos por vivir dentro del área metropolitana se reducían drásticamente en el extrarradio) y raciales. Así, Detroit habría pasado de tener en el área metropolitana 1,8 millones de habitantes en 1960 (90% de raza blanca) a 700.000 en el 2012 (84% de raza afroamericana), movimiento migratorio centrífugo conocido coloquialmente como “white fligt “ (vuelo blanco), ya que la mayoría de la población que emigraba a los extrarradios era de raza blanca y de clase media y alta, quedando la población de color confinada al este de la ciudad en una zona irónicamente denominada “Paradise Valley” (Valle paraíso).

Nos encontraríamos pues ante un escenario distópico, donde el 36% de la población viviría por debajo del umbral de la pobreza, con unas tasas de paro estratosféricas superiores al 15% y con la tasa de delincuencia más alta de todo EEUU, favorecido por la lacerante falta de inversiones en los servicios públicos y la existencia de miles de solares y viviendas abandonados vacíos que deberán ser derruidos por el Ayuntamiento. Además, la drástica caída en la recaudación tributaria obligará a recortar todavía más los programas de asistencia social, subir los impuestos y privatizar la mayoría de los servicios públicos debido al déficit acumulado. Por el nivel de los bonos emitidos ya que no pueden imprimir dinero para financiar sus déficits como lo hace la nación, situación extrapolable a otras muchas ciudades de mayoría afroamericana.

¿Hacia una nueva Marcha sobre Washington?

La persistencia de la violencia policial contra la población afroamericana y la práctica impunidad de la policía, sumada a la visibilidad mediática de los supremacistas blancos que contarían con “la fraternal comprensión” de Donald Trump, podría hacer oscilar en sus valores la otrora monolítica actitud de las fraternidades negras de permanecer al margen de las protestas violentas al constatar la certeza de las palabras del visionario Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz (“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”). Así, no es descartable que en el 2020, organizaciones como antifa así como grupos latinos, judíos, musulmanes y las fraternidades negras hagan un llamamiento a sus miembros para que acudan a una nueva gran marcha pacífica sobre Washington (rememorando a la de Martin Luther King, 1963) en la que se escuchará la oposición de la “América Progresista” a “todas las formas de racismo y sexismo, así como a las políticas de la Administración Trump contra la inmigración y los musulmanes”.

GERMÁN GORRAIZ LÓPEZ-Analista