Por: David Condori Huayta.

 

La historia de Gabriel y Alexandra simboliza una pesada mochila que millones de personas cargamos sobre nuestras espaldas.

La economía de mercado hace mucho tiempo que comenzó a trastrabillar por un viejo precipicio, pero es indignante que se necesitará de muertes absurdas para entenderlo.

No bastó que dos jóvenes fallecidos encerrados bajo llave, víctimas de un incendio en los almacenes de la galería Nicolini de Las Malvinas, aquel 25 de junio del año 2017; para comprender la precaria situación laboral que viven millas de peruanos en el Perú.

Y, tal vez, tampoco basten la muerte de dos jóvenes ocurrida en una agencia de McDonald’s el último domingo 15 de diciembre en el distrito de Pueblo Libre, en Lima.

La realidad supera a la ficción. La historia reciente de Gabriel Campos Zapata (19) y Alexandra Porras Inga (18), dos jóvenes trabajadores de McDonald’s —que hoy es la empresa insiste en llamarlos “colaboradores” -, es una novela de bolsillo, una cordillera tan nuestra que atraviesa nuestros corazones ; una puesta en escena que se recrea cada mañana con nuevos personajes. Es triste, pero cierto, que el negocio de las hamburguesas vale más que dos vidas.

La realidad nos dice que millones de peruanos merodeamos cada día nuestra propia escena del crimen y que por una cuestión de suerte seguimos existiendo.

En su afán desmedido por la generación de la ganancia, la economía de mercado ha olvidado al ser humano y los derechos inherentes a este, entre ellos, trabajar en condiciones de seguridad.

Por lo que somos, somos una especie de zombies en la calle abierta. No sabemos qué circunstancias peligrosas nos esperan al llegar al trabajo, caminar por la calle o ir a algún establecimiento. En suma, no sabemos si mañana volveremos a casa.

La economía actual, mar bajo la regulación del Estado o no, va tomando un rumbo cada vez más apartado de la humanidad y, por el contrario, más cercano a la desfachatez, la concentración ruina del capital y, la actitud impertérrita.

Y su alcance traspasa fronteras. Hoy, la ola de protestas en Latinoamérica no solo es un rechazo localista a la subida del pasaje o los padecimientos en la educación, es un grito y una acción cada vez más unida contra un enemigo en común: el actual sistema económico.

Lamentablemente, esto aún tiene comparsa y está legalizado. Horas después del fallecimiento de Gabriel y Alexandra, varios medios de comunicación prefirieron usar los sobrenombres de «comida rápida», «conocido restaurante» o «restaurante» para referirse a la tienda McDonald’s, lugar donde ocurrió el hecho. Sencillamente, un silencio cómplice.

Del mismo modo, tiene constituciones que lo respaldan y lo más insólito del asunto es que controla son hijas de viejas dictaduras. Fujimori con la Constitución del 93 y Pinochet con la actual Constitución chilena.

De pronto, todo es tan normal como ayer: la muerte espera a la vuelta de la esquina.