Ese fue el grito, repetido hasta el cansancio en la tarde de hoy. La gente desafía a la represión policial y concurre masivamente, muy masivamente, a manifestarse tomándose la Plaza Italia, centro mismo de Santiago, cuando ya van dieciocho días de protestas sociales sin pausa ni tregua. «Se necesita en forma urgente, una Asamblea Constituyente» y también al son de los bombos «¡Chile despertó, despertó, despertó, Chile despertó!». Es una enorme protesta social que viene cobrando conciencia de haberse conformado como un poder, como el poder de la calle, del pueblo, capaz de frenar – como lo hizo esta tarde – la acción policial y exigir un nuevo pacto social.

Desde temprano las fuerzas especiales de Carabineros se las arreglaron para llenar de gases el lugar y además, con los carros lanza aguas, tratar de impedir que la convocatoria de la Mesa de Unidad Social a un «Súper Lunes» de movilizaciones tuviese respuesta. Sin embargo puntualmente a las 17 horas fue tan masiva la concurrencia que la gente, empoderada, hizo retroceder a la policía y se tomó el puente Pío Nono, sobre el río Mapocho, para impedir que los carros blindados ingresaran por ese costado a la Plaza, mientras otra multitud se aposentó bloqueando la avenida Vicuña Mackenna y simplemente fue imposible que siguieran lanzando agua y gases a tanta gente.

Los trabajadores, estudiantes y pensionados agrupados en esta coordinadora de fuerzas sociales demandan a los parlamentarios no tramitar la llamada «agenda social» del gobierno, ya que los proyectos no dan respuesta a las demandas de la ciudadanía.

Durante más de dos horas, con muy pocos carteles, más bien con banderas – sobre todo la Mapuche – los manifestantes cantaron y corearon de forma absolutamente no violenta, pidiendo una Asamblea Constituyente, que es por donde se ve posible salir de este asfixiante modelo económico-político-social que ya es incapaz de dar las respuestas que requiere una democracia real.

Pero al cabo de ese tiempo, los carabineros volvieron a presionar, a mojar, lanzar gases, herir gente. El puesto de voluntarios de salud emplazado al otro lado del río, en la esquina donde se encuentra la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, comenzó a recibir a los heridos alcanzados por las lacrimógenas.

En ese momento, con la Alameda todavía llena y Plaza Italia a no dar más, a eso de las 7 de la tarde, se produjo un temblor, con epicentro en el norte, en Illapel, pero se sintió largo y fuerte también en Santiago. Los manifestantes aplaudieron. Pero Carabineros aprovechó para arremeter sin piedad con las fuerzas especiales barriendo, literalmente, con la gente. Mojaron todo, hicieron irrespirable el aire, con grandes carros lanza agua circulando simultáneamente por la plaza, más los zorrillos que emiten los gases lacrimógenos y gas pimienta, hasta que no quedara absolutamente nadie. Este ministro del Interior ha sido mucho más duro que el anterior y su política parece ser impedir a toda costa las reuniones y manifestaciones, cueste lo que cueste.

Sin embargo, cual oleadas, la gente regresó a la Plaza y expulsó por segunda vez a las fuerzas represoras. Se volvió a tomar el espacio masivamente, dispuesta a pelear por él. Sobretodo hombres, muchos, miles, coparon el lugar nuevamente. Caceroleando, flameando las banderas, todos mojados, los ojos irritados.

Avances y retrocesos. La policía regresa y los manifestantes hacen detenerse a un bus, a modo de barricada protectora. Pero los carros blindados pasan por sus costados y vuelven, con saña, a darle en el lomo a la gente, con agua, con gases, tremendo. Así hasta pasadas las 20 horas en las que la desolación arrecia, pese a que unos cientos de jóvenes siguen dando la cara al símbolo mismo del sistema represor, los «guanacos» que ya los tienen completamente empapados.

Las fotos son de Sergio Bastías y de Claudia Aranda: