El amargo sabor de la derrota del posible progreso.

El Partido Socialista Español ha ganado de nuevo las elecciones, pero ha perdido escaños, sus fieles no le han secundado. Podemos, la alternativa de izquierdas para governar con PSOE, todavía pierde más escaños.

El sueño de favorecer unos presupuestos que hubiesen sido los mejores de la democracia española para la mayoría de la población, y el triunfo de una izquierda que derrotaba a un desgastado Partido Popular se vio truncado en las elecciones de abril, al no acordar consenso las fuerzas ganadoras de izquierdas (PSOE y PODEMOS) paralizando al país por medio año y llevándolo a unas nuevas elecciones, que han empeorado los resultados de la izquierda y favorecido el ascenso de la derecha representado por el Partido Popular, pero sobretodo desfavorecido por el auge de la extrema derecha, representada por VOX.

Las llamadas (de modo dudoso) fuerzas de centro, representadas por Ciudadanos, han sido los máximos perdedores de esta nueva oportunidad.

La fragmentación de los partidos se ha acentuado y los votos se han redistribuido de un modo más territorial, con nuevos partidos que han aparecido representando a zonas geográficas más que a ideologías.

La posibilidad de gobernar se complica enormemente y se dificulta respecto a las elecciones previas. El hastío de peleas entre partidos y liderazgos ha producido efecto rebote en la ciudadanía. 52 diputados de extrema derecha suman demasiados votos para hablar de futuros derechos para la población.

El independentismo catalán ha ganado una buena porción del pastel electoral, el máximo histórico en unas elecciones generales, aunque no se va a ver representado por el aumento de escaños, pero si por votos. A pesar de que la mayoría independentista la ha ganado el independentismo de izquierdas, el pacto con PSOE va a ser un imposible o una lucha dificil entre presos y libertades, entre independentismo y nacionalismo.

Mañana se debería empezar a hablar de pactos, pactos que con el gusto de una derrota progresista, vuelven a hundir en la miseria los derechos ciudadanos por los que muchos luchamos.

Y como dice Colau, “nos vamos todas a la mierda”.