Este texto de Francis Wurtz, publicado en L’Humanité-Dimanche, nos recuerda verdades que han estado ocultas durante mucho tiempo y que no debemos olvidar.

«Gracias a ARTE por la retransmisión, en el aniversario 74 del apocalipsis de Hiroshima, del excelente documental de Lucy van Beek sobre la «verdadera historia» de la primera bomba atómica. Este hecho, que, tres generaciones después de los hechos, todavía tiene tantas dificultades para imponerse, puede resumirse en una frase: la terrible decisión del Presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, no fue «un mal necesario para hacer que Japón se doble» -una hipótesis vendida sin descanso a la opinión pública internacional-, sino un acto deliberado encaminado a demostrar la supremacía absoluta de los Estados Unidos en todo el mundo, y en primer lugar, y ante todo, en la Unión Soviética.

Al poner fin, de la manera más espectacular y bárbara, a la época de la «Gran Alianza» que derrotó al nazismo, la decisión de lanzar la bomba sobre Hiroshima y luego Nagasaki constituyó -a costa de 250.000 muertos y el infierno para millones de japoneses- el primer acto de la «Guerra Fría» con el futuro segundo gigante de la era nuclear.

Esta verdad histórica es fundamental. De hecho, si se reconoce claramente que Japón fue derrotado ANTES del 6 de agosto de 1945 y condenado a una inminente derrota SIN la «plaga atómica» (Willfried Burchett); si se admite que el emperador Hirohito estaba buscando, ANTES de la bomba, negociar la rendición de su país; si se establece que la intervención de las tropas soviéticas en Manchuria contra las tropas japonesas -solicitada por el predecesor del presidente Truman, Franklin Roosevelt, en Yalta, «a tres meses de la derrota de Alemania»- estaba finalmente programada….el 8 de agosto de 1945, etc…, entonces el uso del terror nuclear por parte de Estados Unidos aparece como lo que es: un crimen de extrema gravedad sin circunstancias atenuantes.

Hoy es muy importante recordar esta responsabilidad histórica de los Estados Unidos ya que el actual presidente de América del Norte acaba de relanzar la carrera de armamentos nucleares retirando a su país del Tratado INF (desmantelamiento de toda una categoría de misiles capaces de transportar cargas nucleares) firmado en 1987 entre los presidentes Reagan y Gorbachov.

Esto significa que la lucha por la eliminación de las armas nucleares sigue siendo una cuestión crucial. Mientras que 9 países (de los 192 miembros de las Naciones Unidas) poseen 17.000 armas nucleares, otros 122 se han declarado a favor de su prohibición mediante la adopción de un tratado en 2017 en las Naciones Unidas. Esta es una oportunidad para reiterar un merecido homenaje a la campaña de la coalición de ONG ICAN, ganadora del Premio Nobel de la Paz, por haber hecho posible este notable éxito. También deberíamos acoger con satisfacción, en nuestro propio país, que está directamente afectado, la perseverancia y la valentía política de personalidades que han ejercido responsabilidades relacionadas con estas armas -como el ex Ministro de Defensa, Paul Quilès- y que ahora están haciendo campaña activamente para la eliminación completa de estos arsenales, desafiando todas las presiones que podemos imaginar.

La eliminación de las armas nucleares forma parte del registro de grandes avances en la civilización: es sintomático el hecho de que un país como Sudáfrica renunciara a las armas nucleares en 1994, al mismo tiempo que se liberaba del apartheid.

La historia recordará el nombre del primero de los nueve países que hoy poseen la bomba que iniciará concretamente el proceso de poner fin a esta horrible y peligrosa supervivencia de tiempos pasados. Sería un honor  para Francia ser la pionera de una nueva era de seguridad colectiva mundial.»

 


Traducción del francés por Soledad Imbago