Por Luis Beatón

Las relaciones entre Estados Unidos y Turquía, dos naciones miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se mantienen tensas tras la compra por Ankara de los sistemas rusos de defensa antiaérea S-400.

La Casa Blanca reaccionó a la información, y según medios de prensa, el presidente Donald Trump no dio señales de aplicar sanciones en lo inmediato, aunque profirió amenazas a uno de sus socios claves en la organización bélica.

La mansión ejecutiva y el Departamento de Estado guardan cautela sobre la recepción del sistema ruso por parte de Turquía, a pesar de meses de amenazas por parte de Washington de que hacerlo podría conducir a castigos contra el aliado de la OTAN. El Departamento de Defensa afirmó en junio que a los turcos no se le permitiría comprar, construir o mantener aviones de combate F-35 Lightning II fabricados en Estados Unidos, a menos que renunciara a sus planes de adquirir el sistema defensivo ruso, en consonancia con la posición adoptada por Trump.

Según informes, Ankara estaba dispuesta a adquirir al menos 100 de las aeronaves de quinta generación, venta potencial calculada en nueve mil millones de dólares, y de los cuales erogó ya mil 400 millones.

Sobre esto último, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a comienzos de este julio en Japón, calificó a Estados Unidos de saqueador, al negarle a su país el suministro de los aviones cazas F-35, pese al cumplimiento con regularidad de los pagos establecidos.

El general Mark Milley, nominado por el presidente Trump para ser el próximo presidente del Estado Mayor Conjunto, recomendó en testimonio escrito ante la Comisión de Servicios Armados del Senado, que la administración elimine la transferencia de los F-35 a Turquía y retire a ese país del programa si acepta la entrega del S-400.

El alto militar añadió que la avanzada arma es un sistema ruso construido para derribar aviones como el F-35, lo cual pone en tela de juicio la eficacia y superioridad de esos ingenios voladores, ante una Rusia que, según expertos, parece encaminada al perfeccionamiento en su defensa y la de sus aliados.

Al respecto, senadores estadounidenses de la Comisión de Servicios Armados alegan en sus ataques que el presidente Erdogan eligió una asociación peligrosa con su similar ruso Vladimir Putin a expensas de la seguridad de su país, la prosperidad económica y la integridad de la alianza de la OTAN.

Los legisladores abogan por la aplicación de la ley Countering America’s Adversaries Through Sanctions Act, la cual penaliza a sus socios que compran equipo militar ruso, algo que, según el exsecretario de Defensa en funciones Patrick Shanahan, podría ocurrir antes del 31 de julio.

El Pentágono presionó a los turcos para que renunciaran al S-400 y en su lugar comprar el sistema de defensa antiaérea Patriot fabricado por Raytheon. Turquía dijo que quería tener tanto el sistema ruso como el estadounidense, algo normal en las relaciones entre países pero que afecta a los mercaderes de armas norteamericanas.

Como único miembro mayoritario musulmán de la alianza de la OTAN, Ankara es aliada cercana de Washington. Los aviones de combate estadounidenses volaron en misiones contra el Estado Islámico desde la base aérea de Incirlik en Turquía.

Pero también los turcos miran cautelosos poner en su territorio armas que solo Washington y la OTAN pueden utilizar.

Desde 2009 empresas armamentistas estadounidenses vendieron más de cinco mil millones de dólares a Ankara, según informe del Servicio de Investigación del Congreso del año pasado.

QUÉ OPINAN LOS EXPERTOS

Análisis de medios de prensa plantearon que la fuerte reacción de Washington contra Turquía podría generar disputas dentro de la OTAN y una mayor cooperación militar de ese país con Rusia.

Karol Wasilewski, analista turco en el Instituto Polaco de Asuntos Internacionales, estimó que se producirán limitaciones para la cooperación militar entre ambos países.

Sin embargo, la venta de los sistemas antiaéreos rusos S-400 tiene otra lectura pues creó el pánico entre contratistas militares estadounidenses que vieron resquebrajada su posición dominante en el mercado internacional de armas en favor de Moscú, estimó en exclusiva con la revista online New Eastern Outlook Jean Périer, investigador y experto independiente sobre Medio Oriente y Próximo.

Un gran número de analistas llaman la atención sobre la decisión que tanto la India como Turquía adoptaron de proceder con la compra del avanzado equipamiento, a pesar de la presión política que Washington ejerció tanto a Ankara como a Nueva Delhi, indicó el experto.

Esencialmente, esta decisión representa un punto de inflexión en la lucha internacional contra el dominio militar estadounidense, sostuvo Périer.

Planteó que los estadounidenses buscan establecer una red de distribución que ponga a sus clientes en una posición en la cual no tengan otra opción que comprar las constantes ‘mejoras’.

Todo esto se asemeja al agarre mortal de un pulpo o de un pantano, que no se puede dejar atrás por muy rápido que se vaya, aseguró.

Además, indicó, para entender mejor las razones que llevaron a Ankara a inclinarse por la adquisición del sistema S-400, en lugar de ir con los misiles Patriot de Washington, hay que recordar lo que representa la Defensa Colectiva y la Seguridad Común de Estados Unidos, impuestas por la OTAN, y quién se beneficia de ello.

Aclaró Périer que si Ankara hubiera optado por comprar misiles Patriot a través de la OTAN, sus fuerzas armadas no habrían tomado el control directo de esos sistemas, ya que sólo podrían ser utilizados por personal de la organización que operara sobre una base rotativa dejada en manos del Pentágono.

Esencialmente, opinó, Ankara no podría usar ninguna de las armas por las que pagó, ya que sólo se podrían emplear cuando el Pentágono lo dijera.

Manifestó el investigador que en el intento de golpe de Estado en 2016, Tayyip Erdogan se enteró rápidamente de que una parte de sus fuerzas armadas no obedecía sus órdenes, pues Occidente quería su salida de un modo u otro.

Añadió que cuando Erdogan se subió a un helicóptero para escapar de sus opositores, se le notificó que podría ser derribado por la Fuerza Aérea Turca o por los sistemas de defensa aérea de la OTAN desplegados por todo el país; desafiaban a su comandante en jefe y obedecían órdenes del Pentágono.

Erdogan sólo logró escapar de la muerte gracias a las agencias de inteligencia rusas, las cuales interceptaron órdenes encriptadas que desencadenaron el golpe militar y advirtieron a la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía sobre lo que estaba a punto de ocurrir, aseveró el analista.

LA POSICIÓN DE MOSCÚ

En contraposición a las políticas de ventas estadounidenses, Moscú anunció su intención de transferir parcialmente las tecnologías necesarias para la producción del S-400 junto con el envío de los propios sistemas de armas.

Además, comenzó a discutir la posibilidad de que los turcos participaran en la producción conjunta del sistema antiaéreo S-500, como reveló Tayyip Erdogan el pasado mes de mayo. Esto significa que Rusia confía en Ankara, y el envío de S-400 es mucho más que un simple acuerdo comercial.

Apuntó Périer que los temores estadounidenses no son infundados pues con las ventas rusas a los turcos se destruirá todo el sistema de dominación unipolar de Estados Unidos.

La acción de la nación europea sería un duro golpe a los mercaderes de armas estadounidenses pues los turcos tienen las segundas Fuerzas Armadas más numerosas de la OTAN con 411 mil efectivos sin contar los reservistas, según las estadísticas reveladas por la Alianza Atlántica.

También desde el punto de vista estratégico y logístico se destaca que Ankara jugó un papel clave durante la Guerra Fría, siendo la otra gran frontera de la Alianza con el bloque soviético junto a Alemania.

Tras la caída del Muro de Berlín y los conflictos en el mundo árabe -invasión de Kuwait (1991) y derrocamiento de Sadam Hussein (2003)-, el papel geoestratégico de Turquía seguiría al alza, aunque no participaría en esos conflictos salvo para velar por sus intereses frente a las fuerzas kurdas del sur del país.

Después del intento de golpe de Estado, Erdogan quiere poder decir a los europeos y norteamericanos que tiene alternativas, estimaron expertos.

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