Hablamos mucho de los militares y no de la defensa.

Es que algunos militares han dado mucho que hablar.

Pero mientras tanto, no hacemos el debate público acerca de la Defensa que queremos. Como si este fuera un tema de los militares y no de la decisión política democrática.

Sin entender que la defensa no la definen los militares. La Defensa es responsabilidad de la política. A los militares les compete conducir las FFAA y estas tiene el deber y el honor de ejecutar la Defensa.

Chile podría aprovechar el interés que han producido las noticias de las investigaciones judiciales, aún en curso, sobre malversaciones, mal uso y a veces apropiación y fraude de dineros en sus FFAA, transformándolas en oportunidad. Ampliar el interés nacional hacia una discusión más de fondo sobre la defensa y las FFAA.

Y así, de las FFAA, hablaríamos no solo de dinero, recursos disponibles, financiamiento, gastos reservados, con su respectiva definición de provisión, distribución, reglamentación y firme fiscalización y control, sino especialmente de la responsabilidad que les compete en esto: cumplir las tareas que les encomienda la Defensa.

Ese tipo de mirada de país, más global, dándole sentido de misión a las instituciones, es la que llevó a Chile, en este siglo, por ejemplo, a hacer la Reforma Procesal Penal, crear un sistema de garantías de Salud, adoptar una nueva forma de hacer Obras Públicas y asumir el financiamiento de los órganos de la Democracia.

Para reenfocar la Justicia nos hicimos preguntas de fondo. El país real, del día a día, conoce por experiencia lo que esa transformación ha sido. Y es parte de los grandes cambios visibles de estos años.

Así, con interrogantes de enfoque amplio y de sentido, es que la institucionalidad de salud trastocó al primer plano las garantías al enfermo diseñando un nuevo modelo.

La institucionalidad en Obras Públicas, fue transformada por el Presidente Frei, con un nuevo concepto de financiamiento, construcción y operación de autopistas y obras, creándose un modelo que no se redujo a una modernización técnica con free flow sino a una nueva política .

Gran ejemplo de las grandes preguntas, de la institucionalidad que necesitamos, produjo el debate para financiar la Democracia, recién, en la primera década de este milenio. ¿Cómo se financian los partidos, los candidatos y los parlamentarios?; quién, a quién, para qué, con cuánto y cómo. Se hicieron leyes, reglamentos, organismos de control. Y se destinaron recursos de la sociedad en el presupuesto de la nación. Se logró porque se discutió el sentido y misión del ejercicio democrático, definiendo los órganos y los actores representativos a financiar.

Independientemente del juicio que podamos tener sobre esas políticas, lo que está claro es que no fueron simples mejoras funcionales, ni nuevos objetos físicos, sino grandes respuestas de políticas profundas a grandes preguntas, que no nos hacemos en la política de Defensa.

No es análoga, ni ha tenido el mismo trato la conversación respecto a la Defensa. Se la ha encerrado en un castillo ¿Militar?.

No han habido preguntas, ni menos respuestas, integrales. ¿Habrá habido un laissez faire desde la política para que la FFAA se quedaran “contentas” en la transición después de la Dictadura? ¿Qué siguieran con todo igual en materia de su financiamiento para que nos dejaran “tranquilos” a izquierdas y derechas?

Mientras tanto, algunos siguen haciendo balances políticos ilusorios y consideran noticia feliz limitar los gastos reservados o la necesaria e indispensable eliminación de la ley que destina el 10% de las ventas brutas del Cobre para financiar material bélico.

Eso no solo es poco, sino que no es pensar a fondo. Ojalá los problemas se redujeran a el dinero y poner ojo vigilante. Esto es apenas una necesidad financiera de probidad, de orden funcional, de ética y de derecho.

A los políticos podrían reprocharnos (una más) que estuvimos preocupados, primero, de legislar de la Democracia y para nosotros mismos antes que de la Defensa. Y es verdad. Quizás nos amparamos en que al país parece no importarle la postergación de las definiciones de la Defensa.

Recién se promulgó, apenas en 2010, una ley que establece los cinco títulos que constituyen el estatuto Orgánico del Ministerio de Defensa. ¡Recién ordenar por ley del Ministerio de la Defensa! Y dejamos pendientes las grandes definiciones de cómo quiere el país asumir la misión de la defensa.

No es cuestión de imprimir un nuevo “Libro de la Defensa” sino de definirla. ¿Sabe el país que es lo que quiere? A veces parece que se valora a las FFAA solo por el Servicio Militar del Trabajo, por el armado de un puente mecano, por el buque Hospital Sargento Aldea o por la cooperación en los terremotos e inundaciones. Y no por ejecutar la Defensa.

¿Y qué Defensa queremos?¿Para defendernos de qué amenaza?

¿Y con qué queremos defendernos? ¿en qué circunstancias?¿y cómo?¿cómo participa la ciudadanía?¿queremos seguir con un Servicio Militar que descansa solo en lo más pobres?

Si no sabemos de todo esto, entonces no sabemos para qué sirve y mucho menos, cuanto cuesta. Y en consecuencia no estamos autorizados para decir si lo que se le destina es mucho o poco.

Los políticos en el gobierno, y en los Partidos, no llevamos estas preguntas a la ciudadanía. Más grave es la insuficiencia de los gobiernos pues, por encima de los parlamentarios, es el Ejecutivo el que tienen la potestad de fijar la agenda legislativa.

Es dañinamente reductivo un debate sobre FFAA y sobre todo, de la Defensa, estrechamente anclado en las noticiosas investigaciones judiciales sobre algunos casos, por importantes que sean, relativas al mal uso del dinero. Esa difusión noticiosa no debe evitarse y menos prohibirse, pero no debe arrinconar a la política y al país, a mirar la gravedad de esos escándalos sin mirar la Defensa.

Primero porque aleja la mirada del problema de fondo.

Segundo, porque permite opinar sobre gastos sin conocer la tarea.

Y finalmente -debido su atractivo popular- posterga la discusión del país sobre la cuestión matriz.

La discusión reducida, tiene el defecto fundante de concentrar las preguntas sobre Defensa mirando solo a los militares y nos excusa de nuestra responsabilidad política. Estimula deformadoramente a los políticos a colocar el discurso en la línea más atractiva al elector independizándonos de la misión que tenemos de definir la defensa, que nos compete justamente a los políticos.

Las FFAA son responsabilidad de los militares, pero no lo es la definición de la Defensa. No está en sus atribuciones establecer su política.

Chile ha contado con ministros de prestigio político y calidad en diferentes gobiernos. Pero los avances han ido por la casuística.

Los Partidos tienen Comisiones de Defensa, las bancadas de parlamentarios tienen miembros designados en la comisión respectiva. Pero a la hora de la repartición de espacios en las comisiones parlamentarias, entre los incumbentes, nunca hay disputa por pertenecer a la Comisión de Defensa.

Evidentemente aquí hay un abandono político.

La Defensa está encastillada sin abrirse a la ciudad.

Entonces al reducir el debate de los acontecimientos en curso, a la investigaciones penales de militares, dejamos en caída natural, que surjan los “defensores” con resabios dictatoriales, que se yergan en supuestos representantes políticos de la FFAA promoviendo la deliberación, el militarismo ramplón y la incultura de la defensa. Actitud, por lo demás, bastante cínica puesto que a la voz de las responsabilidades de DDHH esa misma derecha miró para el lado y aún dice despectivamente: “a los milicos se les pasó la mano”, como si no hubiese sido la derecha la que presionó a las FFAA al golpe, fue cómplice de la represión, gobernó y profitó.

El abandono de una mirada política integral, completa, global de la Defensa, promueve de modo natural la instalación de juicios estigmatizadores de los sectores más extremos de la derecha política, contra el resto del espectro político acusándonos de antimilitares. Y desde la izquierda facilitamos que nos encasillen así.

Al final, el abandono de unos y de otros deja al país con su Defensa en indefensión, dentro de su castillo. Y peor aún: confundida con las investigaciones de algunos graves casos de dinero.