Me imagino que lloran en silencio, estáticas, sus lágrimas de bronce o de piedra, víctimas del odio al espacio público. Agredidas por los que quieren gritarle a la ciudad con grafitis, manchas, golpes, abusando de su indefensión estatuaria. Mientras las víctimas carne y hueso, los que no somos esculturas, sentimos en el alma este comportamiento delictual que daña los lugares donde nos desplazamos diariamente palpando con el cuerpo lo urbano. Nos duele por el objeto físico de la ciudad pero sobre todo por el estado de ánimo tan poco humanista que inspira al destructor de su propio nido.

En estos días volvió a ser rayada la escultura de Rebeca Matte, formada en Francia, sobre la acera de acceso del Museo de Bellas Artes de Chile.

Cada rayado sobre una escultura de libre acceso, contra una obra de arte urbano de un parque, una acera, un antejardín, una galería abierta, es un avance del enemigo de nuestro espacio urbano.

Su daño, deteriora promueve el abandono el desuso y la pérdida de la posesión humana, caminada, de la ciudad.

Si no hay desarrollo y cuidado del espacio público el ser humano a pie, pierde sus ciudades rindiéndose al dominio del automóvil. Sin espacio público palpable, pisable, la ciudad se mira sobre ruedas y se camina solo al acceder a lo edificado.Y la ciudad pierde su razón de ser originaria: caminarla para el encuentro de las personas.

La arquitectura chilena de los 90 adelante ha ido conquistando el entusiasmo de los inversionistas inmobiliarios, para no considerar como pérdidas aquellas partes de su proyecto destinadas al espacio público.

-Vives en la ilusión de la artista- le dije en 1991 a la escultora Cristina Pizarro cuando me fue a sugerir que convenciera a los empresarios, que me contrataban como arquitecto, para que financiaran esculturas en sus inversiones.

Me equivoqué. Ese empresariado, ahora, acepta incorporar en sus edificios, cada vez más obras de arte, esculturas, estatuas, piletas, bancos, espejos de agua, galerías, patios y jardines abiertos. Entregan a la ciudad espacios para ser recorridos o ser vistos cumpliendo el rol de bisagras entre lo privado y lo público. Los arquitectos han desarrollado su creatividad, antes constreñida por la ceguera del egoísmo del mercado, hoy en cambio estimulada por empresarios que, no solo tienen menos estrecha visión de su negocio sino además son más cultos.

Las personas, únicos destinatarios para los cuales hace unos 10.000 años en Ur y Uruk se inventaron las ciudades, pueden gozar que la diferencia entre el estar dentro o fuera de una edificación, ya no está cercado duramente por una diferencia en corte, sino se está matizado por un variado sistema de transiciones que hacen que nuestras ciudades sean más acogedoras de las actividades humanas.

Ya en los años 30 y 40 la misma familia Matte de Rebeca, la escultora de la obra de arte nuevamente agredida, copió el sentido de los passages y galeries de Paris.

Esa gente hizo su gigante inversión inmobiliaria en Santiago, intercomunicando con pasajes y galerías toda una hectárea de edificios que entrelazan calles por un circuito peatonal público interior, entretenido, de espacios cubiertos llenos de vida, comercios, cafés, desde casi un siglo. Se llama El Pasaje Matte. Espacio público imitado después por los edificios que se siguen construyendo hasta hoy, formando una red circulatoria pública interna, de entradas y salidas desde las aceras, que suman más de 1 kilómetro de recorrido. Cruzan por dentro de lo construido, pasan de una manzana a otra, para que el peatón domine ese espacio público a nivel de las calles.

El nuevo grafiteo contra escultura de Rebeca Matte expresa protesta contra el Tratado Trans Pacífico. El año pasado estuvo seis meses retirada de la vereda de acceso al museo para reparar los daños causado contra ella cuando la carrera de auto fórmula E. La misma carrera de autos que en Paris pasó frente a Invalides, por la Place Salvador Allende, por la estatua de Vauban y de Saint Exupery, dejándolos intactos. Claro que con muy distinto público al de Santiago.

¿Qué nos pasó? Aprendimos rápidamente a copiar la rueda, las armas, la imprenta, los caballos y perdimos el amor por el hábitat construido que mostraban nuestros propios indios americanos y el colonizador.

El monumento al dolor de Rebeca Matte fue repuesto en Octubre del 2018 después seis meses de reparaciones y a las 24 horas fue vuelto a rayar. Se reparó de nuevo y en Noviembre tenía otras rayas de spray.

Ahora en 2019, en estos días, el grito urbano sobre la escultura de Rebeca Matte se expresa contra la probable aprobación del Congreso de la participación de Chile entre los 11 países del TPP11.

La Ministra de Cultura, sensible, educada, de familia refinada, su madre paisajista y voluntaria cruz roja, su padre viajero y periodista, ella de gran nivel cultural, impotente ante estos ataques, en su dolor al menos ha establecido un manual, un protocolo de reparaciones inmediatas. Es que estos gritos de odio urbano superan sus potestades.

Pero este y otros muchos rayados se extienden permanentemente en nuestras ciudades. Agreden la escultura de Rubén Darío en el Parque Forestal, la del genio Tótila Albert a Rodó en el parque Gran Bretaña. En el Parque de las Esculturas lo hicieron contra Federico Assler precursor en hormigón, a Gaspar Galaz, Sergio Castillo , Aura Castro. Las columnas del gran humanista Mario Yrarrázaval. Las de las ciudades de Doñihue y Osorno. Las más de 30 del Cementerio General . El jardín Japonés del cerro Santa Lucía.

No solo esculturas sino también los muros limpios de las casas de cualquier vecino, generalmente de barrios modestos o clase media que el propietario lo pintó para su barrio en la ciudad como se hacía antes para los días de las “Fiesta Patrias” que en Chile, gracias a San Martin, coinciden con la Primavera. El grafitero le daña su casita.

!Qué distinto a un grafiti-arte!

En el Cuzco un chileno fue, con razón, detenido por rayar un edificio patrimonial. Bien castigar el daño urbano, pero ¿será el castigo la única manera de enseñar respeto a la ciudad? No lo sé.

Es que no son solo rayados. Destrucción de los paraderos de buses. Daños a faroles, buses, luminarias. Destrucción de bancos de plazas públicas, juegos infantiles, estadios, mobiliarios urbanos que son de uso de las misma personas y generalmente de los más modestos. Es parte de la degradación de la fraternidad ciudadana en el espacio compartido. Agrediendo al adversario equivocado.

Obviamente aquí hay un problema psico-social que no hemos podido resolver y que no basta castigarlo sino comprenderlo en su raiz más profunda del sistema económico-social y de familia.

Hay un enojo que busca atención haciendo daño sin canalización de la política. Es más que un enojo con la cultura.

¿Seremos capaces de abrir participación pública al debate político y personal? ¿Qué drama interior impulsa al rayador de esta y otras esculturas de nuestro espacio ciudadano?¿Cómo abrir camino hacia el blanco correcto de su furia?¿qué nos ha faltado enseñar?

Nuestros niños saben usar internet pero no saben amar su ciudad. Saben amar a la naturaleza, mucho mejor que nuestra infancia, pero no lo urbano. El respeto que cultivan por el medio ambiente no parece ampliado ni como concepto, ni en la práctica , hacia el espacio público de las ciudades.

En Chile el grado de urbanización es gigantezco. El el 90% de la población chilena vive en centro urbanos. La ciudad de Santiago concentra el 40% de la población del país.

Con una red de Metro de 140 Km, elegido como el mejor sistema de América, abre una libertad de desplazamiento para recorrer la ciudad que, al menos en lo que se refiere al tránsito, rompe la violenta desigualdad de calidad urbana que afecta a Santiago.

Porque Santiago sigue siendo la ciudad segregada que describimos con Gonzalez y Oyola en nuestro viejo texto : “Una ciudad trizada”, siguiendo al maestro Emilio Duhart.

En cambio, a diferencia del quiebre desigual de la localización de barrios habitacionales, las nuevas inversiones de objetos urbanos, espacios y aperturas al espacio público, entregan igualdad a cualquier habitante que recorra la ciudad un libre uso y goce que deberíamos enseñar a cuidar.

Quizás las personas ya no leen el “Príncipe Feliz”, de quien solo quedó su corazón, cuando los hombres no entendieron que su estatua era un gran valor de la ciudad.