La izquierda se encuentra sumida en una crisis mayúscula, y en tanto no la reconozca, difícilmente saldrá de ella. Lo que eran, y son, sus modelos de sociedad, están haciendo agua por todas partes. ¿Qué es ser de izquierda hoy? En el mundo en que estamos inmersos, confieso que ya no lo sé.

¿Cuál es nuestro modelo de sociedad? ¿El de Corea del Norte? ¿de Cuba? ¿del socialismo bolivariano? ¿China? Confieso que ninguno de ellos me interpreta. Ninguno de ellos se caracteriza por la no violencia, sino al contrario, se arman a más no poder sacrificando generaciones. Tampoco se caracterizan por el desarrollo, el genuino, el del ser humano en su plenitud en armonía y en paz con la naturaleza.

Las crisis humanitarias se extienden en el mundo, bajo los distintos modelos de sociedad dominantes. Ahora el acento está puesto en Venezuela, por oscuros intereses que nada tienen que ver con el humanismo, pero también lo está en África, Haití, Siria y en muchos otros países. Y allí donde EEUU ha intervenido con la excusa de llevar ayuda humanitaria, el resultado ha sido calamitoso. Los conflictos en vez de reducirse, se agudizan.

En este contexto, ¿dónde está la izquierda? ¿cuál es su postura? ¿qué significa tener como domicilio a la izquierda? Y lamentablemente la división aflora por desacuerdos respecto del modelo de sociedad que queremos. No basta con estar unidos contra algo si no tenemos en común un modelo de sociedad.

La sociedad estadounidense no es mi referencia, entre otros muchos motivos, por incentivar el individualismo y el militarismo. Tampoco es mi modelo lo que son o han sido los países de la órbita comunista o socialista, China, lo que fue la Unión Soviética, Cuba, porque el poder político tiende a ser monopolizado por un único partido y se sacrifican libertades por generaciones en aras de un hipotético desarrollo futuro que rara vez se hace presente.

La izquierda, y el humanismo en particular, deben desprenderse de sus demonios, liberarse y creer de verdad, siempre y en todo lugar en la no violencia activa, en la desobediencia civil, en la lucha por las libertades y el pleno respeto por los derechos humanos y el desarrollo de las personas como tales. Eso implica no respaldar regímenes militares, cualquiera sea su naturaleza, impulsar siempre soluciones de carácter políticas, entendida la política como el espacio de resolución pacífica de conflictos, los cuales son inherentes a toda convivencia humana; implica promover el pleno desarrollo de las potencialidades, virtudes y capacidades de cada uno de nosotros, la solidaridad; reconocernos con diversidad de intereses con los cuales debemos concatenarnos como quien arma un puzzle y que este se vea bien; significa renunciar al armamentismo conducente a la imposición de unos sobre otros; ser consistentes y consecuentes.

¿Es mucho pedir?