Los países europeos que habían expresado un límite temporal para el no reconocimiento de Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela, han cumplido su promesa y le confieren su aval. Nicolás Maduro no convocó a nuevas elecciones, como pretendían España, Francia, Reino Unido, entre otros.

Sin embargo, el Uruguay mantendrá conversaciones con la Unión Europea para insistir en el plan que se han trazado junto a México y Naciones Unidas para establecer un diálogo entre oposición y gobierno venezolano para evitar un enfrentamiento armado.

España vuelve a convertirse en un ariete para perforar la Revolución Bolivariana como fueron haciendo todos los gobiernos desde José María Aznar en adelante. Tras la declaración de Pedro Sánchez de apoyo a Guaidó, lo siguieron Reino Unido, Francia, Alemania, Austria, Suecia, Dinamarca, Portugal, Holanda, Lituania, Letonia y Finlandia.

Quizás el más incisivo en sus descalificaciones fue el canciller británico, Jeremy Hunt, quien definió de “cleptocrático” al poder venezolano, siendo el Reino Unido quienes confiscaron 1200 millones de dólares de ese país y se niegan a retornárselos. La hipocresía es ilimitada para las potencias colonialistas.

Rusia volvió a denunciar “los intentos por legitimar la usurpación del poder como una injerencia directa” de los europeos, según declaró a periodistas el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, citado por AFP.

El presidente elegido por el sufragio universal, Nicolás Maduro advirtió que “tratan de acorralarnos con ultimátums para obligarnos a ir a una situación extrema de enfrentamiento”.

El despliegue de tropas estadounidenses en Colombia y la posible entrada en el país sudamericano de ayuda humanitaria puede forzar una situación de extrema complejidad. En Canadá se reúnen los confabuladores del Grupo de Lima para concentrarse en el golpe y atizar al gobierno de Maduro, que va perdiendo consenso internacional cada día. El llamado al diálogo sigue abierto, pero Juan Guaidó y sus mandantes parecieran preferir no negociar y comienzan a repartirse el botín.

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