Por Cecília Figueredo / Brasil de Fato Traducción de Pressenza

Jair Bolsonaro (PSL) subió la rampa del Planalto coleccionando dichos, desmentidas y rectificaciones. El presidente electo repitió eslogans y no explicó ninguna de sus propuestas.

En el primer discurso presidencial, el capitán retirado se propuso «liberar a la patria del yugo de la corrupción». Durante la campaña electoral, había prometido «tolerancia cero» a la corrupción, aunque el plan del gobierno presentaba pocas propuestas de políticas eficaces para combatir la malversación de fondos. La campaña de Bolsonaro también lo promovió como un candidato «limpio» por no haber sido condenado por corrupción.

Sin embargo, Bolsonaro aparece en la lista de investigados de la Operación Furna da Onça (cueva de la onza) –un desdoblamiento del Lava Jato en Río de Janeiro– en un escándalo financiero que también involucra a su hijo senador y a la primera dama.

Como informó la prensa el 6 de diciembre, el Consejo de Control de Actividades Financieras (COAF) elaboró una lista de 75 nombres de funcionarios y ex funcionarios de la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro (Alerj), con cuentas que mostraban movimientos sospechosos. Fabrício Queiroz, ex asesor de Flavio Bolsonaro –senador electo en octubre e hijo mayor de Jair Bolsonaro–, está en la lista del Ministerio de Hacienda.

El informe de COAF cita a nueve asesores y ex asesores que hicieron depósitos en la cuenta de Fabrício Queiroz, ex chofer de Flávio Bolsonaro. La investigación muestra un movimiento sospechoso de R$ 1,2 millones en su cuenta entre enero de 2016 y enero de 2017, suma incompatible con sus ingresos.

Usando un tono agresivo, el Jefe de gabinete, Onyx Lorenzoni esquivó las preguntas de la prensa sobre el caso Coaf. El Ministro de Justicia, Sérgio Moro, optó por el silencio.

Por otra parte, el 31 de octubre de 2018, Bolsonaro informó a través de su cuenta de Twitter, que en su gobierno no habría «condenas por corrupción»:

“Nuestros ministerios no estarán compuestos por personas condenadas por corrupción como sucedió en los últimos gobiernos. Anunciaré oficialmente los nombres en mis redes sociales. Cualquier información más allá de eso, es mera especulación maliciosa y sin credibilidad.”
(@jairbolsonaro) 31/10/18

Onyx Lorenzoni. Foto Valter Campanato/Agencia Brasil

Hasta ahora al menos nueve de sus ministros han sido investigados o acusados en juicios, entre ellos Onyx Lorenzoni, el Jefe de Gabinete, que admitió haber recibido “caja 2” (dinero no registrado) de la empresa JBS en 2017. Según la Folha de São Paulo, transcurridos 15 meses de asumido el crimen, no ha habido rendición de cuentas ni se abrió una investigación.

El equipo de Bolsonaro también incluye a Ricardo Salles, ministro de Medio Ambiente denunciado por irregularidades administrativas, acusado de ocultar cambios en los mapas de zonificación ambiental del río Tietê. En su toma de posesión, el presidente afirmó que creó un «equipo de manera técnica, sin el tradicional sesgo político que hacía que el Estado fuera ineficiente y corrupto».

Ni elegante ni técnico, el equipo ministerial de Jair Bolsonaro tiene 22 nombres, siete más de los prometidos durante la campaña presidencial.

¿Control de gastos?

En el plano económico, Bolsonaro aprovechó su discurso de toma de posesión para reafirmar la defensa del «libre mercado», la apertura al capital extranjero y la reducción del Estado, que califica de «ineficiente».

Tras la victoria de octubre, en una entrevista de TV Record, el nuevo presidente citó las privatizaciones y la desregulación como una salida para «destrabar» la economía: «Debemos desburocratizar, desregular, buscar formas que los inversores, los patrones y los empresarios puedan emplear sin tanta burocracia».

También en relación a lo que él llama desburocratización, durante la campaña electoral dijo a Rede TV que su gobierno priorizaría la contención del gasto con sólo 15 ministros elegidos por criterios exclusivamente técnicos, sin intereses de partidos políticos. Pero en diciembre, según Valor Económico, Bolsonaro señaló a sus interlocutores, que está a favor de la aprobación en el Congreso del proyecto de ley 9.252/2017, una medida que significa la cancelación de las deudas de los ruralistas, que tendría un costo de R$ 17 mil millones para las arcas públicas.

«Presidente para 208 millones» ¿Será así?

«La oposición es bienvenida. La libertad de expresión es sagrada y vamos a hacer un Brasil diferente actuando de esta manera. Gobernaremos para 208 millones de personas, no sólo para los que me votaron.”

La declaración, hecha en una entrevista con SBT, Rede TV, Band, Globo y TV Record, es del mismo autor que antes, en una transmisión en vivo dirigida a sus partidarios en la Avenida Paulista – São Paulo–, prometió «barrer a los rojos del país»: «Ustedes, banda de delincuentes, verán a una policía civil y militar con respaldo legal para hacer cumplir la ley en sus lomos. O se encuadran y se someten a las leyes, o le van a hacer compañía al borrachín en Curitiba (refiriéndose al ex presidente Lula). Se van todos ustedes a la punta de la playa».

Además del tono utilizado y el abuso de poder implícitos en el discurso, la «punta de la playa» a la que se refiere el presidente electo es la base de la Marina en Restinga da Marambaia (Río de Janeiro), donde los opositores eran ejecutados y eliminados durante la dictadura militar.

Foto Jarine Sass/Midia Ninja

Minorías

Durante la campaña presidencial, el capitán reformado cambió el tono varias veces al hablar de derechos humanos y minorías, tratando de suavizar el discurso intolerante por el que fue conocido durante toda su carrera como diputado.

En su primera entrevista después de ser elegido, Bolsonaro dijo que «no importa el color de la piel, la orientación sexual, la región en la que naciste, el género; somos iguales”.

Sin embargo, en abril de 2017, durante una conferencia en el Club Hebreo de São Paulo, adoptó un tono racista al hablar de inversiones públicas en quilombos. «Estaba en un quilombo en Eldorado Paulista. Fíjense que el descendiente africano más liviano pesaba siete arrobas. ¡No hacen nada! Yo creo que ni para procrear sirven ya. Más de 1.000 millones de reales al año se gastan en ellos».

Jair Bolsonaro ya ha dicho que la violencia paterna puede «revertir» la homosexualidad de los hijos. Declaró que sería incapaz de amar a un hijo homosexual, y que no corre ese riesgo porque sus hijos fueron «bien educados».

«No voy a decir una hipocresía: prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca por ahí con un bigotudo. Para mí, habrá muerto igual», dijo.

En 2008, durante una audiencia pública que discutía la demarcación de la reserva Raposa Serra do Sol, después de que el indígena Jacinaldo Barbosa le arrojara agua, Bolsonaro dijo: «Debería comer hierba ahí afuera, para respetar sus orígenes”.

El capitán reformado se opone a la demarcación de tierras indígenas con el argumento de que perjudican el agronegocio y no favorecen el desarrollo. Así, una de sus primeras medidas fue transferir al Ministerio de Agricultura, ahora bajo el mando de Tereza Cristina da Costa (DEM) –que fuera líder de la bancada ruralista de la Cámara–, la función de identificar y demarcar las tierras indígenas. Además, ha prometido revisar la demarcación de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol.

El presidente electo es criticado por los movimientos de mujeres por sus declaraciones machistas. Eso es lo que llevó a miles de mujeres a las calles durante la campaña, en las movilizaciones #EleNão contra su candidatura. Bolsonaro también fue condenado por daños morales a la diputada María do Rosário, por haberle dicho que «no la violaría porque ella no valía la pena», y ya se manifestó en contra de la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

«EleNão. Salvador de Bahia, 29/09/18. Foto Sandra Andrade/Midia Ninja

Medio ambiente

Durante la carrera presidencial Jair Bolsonaro desconoció las instituciones, poniendo invariablemente en sospecha las reglas electorales, las urnas electrónicas y la Corte. También amenazó con retirar a Brasil del Acuerdo de París para combatir el cambio climático, si era elegido. Al igual que el presidente estadounidense Donald Trump, que retiró a Estados Unidos del pacto mundial sobre el clima, Bolsonaro dijo el 3 de septiembre que era desfavorable al acuerdo porque Brasil tendría que «pagar un precio caro» para cumplir con los requisitos.

«Lo que está en juego es la soberanía nacional, porque hay 136 millones de hectáreas de tierra sobre las que perdemos injerencia», dijo Bolsonaro a los periodistas antes de un almuerzo con empresarios del sector de seguros, encabezados por la Confederación Nacional de Compañías de Seguros Generales, Jubilación Privadas y Vida, Salud Complementaria y Capitalización (CNseg) en Río de Janeiro.

El día antes de la segunda vuelta, el candidato volvió atrás: «Pongamos por escrito que no está en juego la ‘Triple A» [Amazonas, Andes, Atlántico] ni la independencia de ninguna tierra indígena, que yo firmo; yo firmo no, yo mantengo el Acuerdo de París”.

En su discurso del primer día de gobierno, la protección del medio ambiente fue prácticamente olvidada por el presidente, que sólo mencionó a los congresistas afirmando que «el sector agrícola seguirá desempeñando un papel decisivo, en perfecta armonía con la preservación del medio ambiente».

En defensa de los intereses de la bancada ruralista, uno de los primeros actos presidenciales del capitán reformado fue el vaciamiento de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), al asignar la identificación, delimitación e demarcación de las tierras indígenas, al Ministerio de Agricultura.

El artículo original se puede leer aquí