Se necesitan urgentemente albergues para protegerlos del invierno y la posibilidad real de perder la vida por las bajas temperaturas

Publicamos hoy la 1ª parte de una larga conversación con Joaquín Pérez Riquelme, un voluntario que ha hecho de la ayuda a refugiados su sentido en la vida. 

Las autoridades francesas destruyeron la Jungla de Calais, dispersaron a los 12.000 refugiados que vivían en ella, pero el problema no se resolvió. Hoy, entre 1.800 y 2.000 de aquellos refugiados o nuevos, viven dispersos en los bosques cercanos esperando la oportunidad de pasar a Inglaterra. Uno de cada diez que lo intentan, lo consigue; el resto sueña con ello.

En tanto, no cuentan con techo bajo el que pasar el invierno y, a medida que se aproximan las temperaturas más bajas, se hace más urgente construir un refugio para ellos. En esta situación, Francia mira hacia otro lado, mientras reciben ayuda de voluntarios no franceses que están dando la voz de alarma sobre posibles muertes con la llegada de la estación invernal.

Conversamos con uno de estos voluntarios, Joaquín Pérez Riquelme, que mensualmente viaja a Calais para ayudar en labores sanitarias. Y lo hacemos en Ámsterdam, ciudad donde reside con sus hijos, algunos de los cuales le involucraron en esta aventura de ayudar a uno de los colectivos más desfavorecidos, estigmatizados, a veces, y peor recibidos en la vieja Europa: los refugiados.

El infierno de Calais

Hablábamos de Calais y la desatención en la que viven de 1.800 a 2.000 refugiados (no hay censo oficial), que tienen claro que quieren llegar a Inglaterra, “por la lengua y porque entienden que es más fácil su inserción en el medio”, pese a que voluntarios como Joaquín les animan a viajar a otros países europeos donde pueden recibir más apoyo por parte de las autoridades.

Joaquín colabora en Calais con la organización inglesa Care 4 Calais, como personal sanitario independiente, organización que trabaja en paralelo con Refugee Community kitchen, quienes cocinan 2000 raciones al día.

Pressenza.- ¿Cuál es la situación en este momento?

Siguen llegando y las condiciones se agravan con el frío… porque los gobiernos no se interesan si la gente la pasa mal, si se enferma o muere. Es lo que más me choca, dejar que alguien se muera de frio pudiendo evitarlo. Creo que va en contra de los DDHH y si Europa no puede arreglar un problema básico… (Se queda pensativo) es lo que me ha llevado a Calais, concluye.

Calais ha sido básicamente un problema mucho más complejo. Son ya más de 5 años que la gente empezó a llegar allá con el objetivo de pasar a Inglaterra.

Joaquín Pérez Riquelme.- ¿De qué procedencias son?

En general, son los mismos. La mayoría son de países donde Inglaterra ha tenido colonias, hablo de la mitad de los países de África, porque la gente habla inglés. Algunos de los cuales vienen también por Grecia y Turquía, hablo de gente de Eritrea, Sudán, Uganda, Tanzania, Burundi,…

Conozco el origen de la migración en este caso, he estado en Uganda. En Kenia, están los dos campos de refugiados más grandes del mundo. Desde Sudáfrica y otros países llegan hasta ahí y no pueden seguir porque está el desierto del Sahara, es lo que llaman un punto muerto, y aunque no se conozca tanto, ONU lo conoce bien y ha invertido mucho ahí, en tiendas, y agua… llegan familias enteras con sus animales, hijos, que no pueden atravesar un Sahara o  no pueden enfrentar la tragedia de Libia hoy, no pueden ir al norte que imaginan como el paraíso, no han logrado llegar más lejos y se quedan ahí.

P.- ¿Quiénes llegan?

JPR.- Los que se atreven con el Sahara son hombres aislados en general y que se la juegan. Gente que está en Calais ha pasado una trayectoria dura. Se la juegan y a veces consiguen llegar a Europa y llegan a lugares como Calais.

P.- ¿Calais sería un punto muerto también?

JPR.-Si, de hecho lo es. La diferencia es que no hay ayuda, se los considera como parias, no deseados y tal vez estoy siendo muy duro criticando al gobierno francés (tal vez si tuvieras aquí el problema, en Holanda, tal vez el fenómeno de rechazo sería parecido)

El problema es muy complejo, no hay una solución a la vista. No se va a solucionar mientras Inglaterra no acepte ayudar a estos países o ayudar a sus migrantes. De hecho siguen saqueando sus recursos.

Han saqueado África toda la vida; si no tienen comida que no se sorprendan si siguen viniendo

P.- Volvemos a las raíces del problema…

JPR.-Claro, es que no es una sorpresa. Han saqueado África toda la vida; si no tienen comida que no se sorprendan si siguen viniendo.

Sí, porque siempre ha existido las migraciones por querer vivir mejor y también por la aventura del viaje… pero las migraciones por hambrunas, por huir de la guerra, por huir de la violencia, cada vez son mayores… Porque está el viaje hacia el norte por el modelo que se les propone, aunque se les aclare que no les espera el paraíso, no lo creen, no aceptan este discurso… pero también está la huida de situaciones límites.

El problema de migraciones es muy distinto hoy a hace cien años. Es muy fuerte, la sociedad no ha sido capaz de enfrentarlo. Todas las soluciones son temporales, parches…

P.- Volvamos a Calais, hace un tiempo había 12000 personas. El gobierno francés tomó medidas “drásticas”…

JPR.-Sí, lo que se llamó la Jungla de Calais se dividió en dos partes, una que era la jungla, que estaba cerca del puerto y otra el campo de Dunquerque que está como a 20 minutos. Los dos crecieron muchísimo y los dos se incendiaron o los incendiaron como rechazo de la población local, según los informes oficiales… algo que no creo porque la población local no se mete para nada, no ayuda para nada…

P.- ¿Trata de no verlos?

JPR.-Eso, trata de no verlos. Queda en evidencia que [los incendios] fueron  provocados.

P.- Pero la gente vuelve.

JPR.- Una vez que los campos fueron incendiados, las autoridades arrasaron todo, las carpas, las casuchas, todo lo que estaba construido lo limpiaron completamente y lo cerraron con alambre de púas, con concertinas, vigilancia, cámaras… este lugar ya no es opción para que vuelvan a asentar.

El fenómeno que se está dando es que todos los refugiados que fueron llevados, en aquel momento, al sur, han vuelto porque no se quieren quedar en Francia porque no hablan el idioma, no les gusta quedarse y su objetivo es muy claro, es Inglaterra.

P.- Además del idioma, ¿tendrían mayor cobertura social?

JPR.-Pienso que sí, de hecho con los refugiados que he hablado les he dicho vete a otro país, Suecia, Finlandia, Holanda… no lo quieren; ni explicándoles que no en todos los países se les maltrata tanto como en Francia, no lo quieren. Quieren su Inglaterra, en Inglaterra no es tan controladora y eso les hace fácil la integración. Eso les hace más fácil y conseguir los papeles.

P.- Y ahora ¿Cuál es la situación en Calais? ¿Cuál es la relación entre ellos,  con el medio?

JPR.-Nosotros viajamos como una vez al mes, a veces más, y ves que el número crece cada mes. Se ocupan de no hacerse visibles. Se esconden en el bosque. De hecho, ahora tenemos 6 puntos de reparto en Calais y todos están en zonas industriales, en el bosque y uno detrás de un hospital, que es un lugar de recreo en Calais y lo han tomado y está sin infraestructura alguna y hacen todo ahí.

Algunos refugiados han sido empujados a las vías de tren por la propia policía cuando los trenes pasan.

P.- ¿Y con qué cuentan?

JPR.-En verano, solo tienen un saco de dormir y duermen en cualquier lado porque tienen que estar muy al acecho, la policía los reprime mucho, con violencia física. No hay reporte de todo esto pero tenemos casos incluso que en las persecuciones de la policía, algunos refugiados han sido empujados a las vías de tren por la propia policía cuando los trenes pasan. Tenemos dos casos de chicos que han perdido las piernas a causa de estas acciones de la policía. Es muy fuerte.

Los asedian, les quitan todo. No tienen carpas porque tienen que dejarlas cuando llega la policía y solo cogen su saco de dormir, después las carpas las destroza la policía con navajas. Esto ha sido la manera de operar, ante lo cual ha habido una reacción lógica. La gente se dispersa y esconde, está un poco más lejos, solo viene cuando llega la comida, ayuda médica u otras ayudas. Este grupo, Care 4 Calais, Calais Kitchen… son tres o cuatro organizaciones inglesas que están en Calais en la zona industrial…

P.- Son todas organizaciones no gubernamentales inglesas

JPR.-Sí, así es. Ayudan en cuatro aspectos, comida, medicinas, abrigo y fuego. La policía los reprimen mucho también a los voluntarios, no les deja hacer el trabajo, te cortan el paso, te amenazan con detenerte, ha habido detenciones. Después te tienen que soltar porque no tienen cargos pero dificultan la acción.

Dentro de las autoridades, hay todo un plan. La que está a la cabeza está la alcaldesa de Calais, que lo ha manifestado en muchas ocasiones, también por escrito, diciendo “nosotros no queremos a esta gente aquí y vamos a hacer todo lo posible para que esta gente se vaya”

P.- Entiendo que es la ejecutora de una orden que viene del gobierno central…

JPR.-Entiendo que sí porque en París ocurre lo mismo, hay detenciones y también detenciones de voluntarios, te meten un par de días en la cárcel, es más fuerte. Acá te dejan porque la situación es de vida o muerte, ellos saben que si no se les da la ayuda, los tipos se mueren. La comida que se les da una vez al día, es la fuente de comida que tienen, no hay más.

P.- ¿Y se les está llevando comida cada día?

JPR.-Sí, se están preparando 2000 porciones de comida que es  el número de refugiados que había hace un mes. Es muy bonita la ayuda de estos voluntarios, me ha impactado. La mayoría son estudiantes.

Ellos cocinaron para 12000 personas, que es cuando yo comencé a ir. Y participé del equipo de cocina. Después estuve en el equipo de recogida de madera, de palés, que se cortan y se queman en la noche. Está muy bien organizado.

Está también la parte de abrigo.

Es urgente contar con un techo, un albergue y que atiendan a los enfermos.

P.- ¿Cuál es la mayor necesidad ahora mismo?

JPR.-Necesitan un refugio, hay mujeres, niños, estamos entrando en el invierno de Europa.

¿Cuántos niños y mujeres hay? No sé el número exacto porque ellos mismos se protegen. Cuando llegas, ves a dos o tres por la calle y la media hora de poner el puesto –yo voy con los médicos- hay como quinientos y un rato después ya no ves cuánta gente hay. Salen y salen del bosque.

Son familias en muchos casos y las familias no quieren separarse. Se les da carpas, abrigo… pero se necesita una infraestructura con el apoyo municipal que no existe, que se niega. Tienen la posibilidad de hacerlo, de hecho cuando existía la Jungla, estaba el apoyo local.

P.- ¿Y por qué cambia, por qué se toma la decisión contraria?

JPR.-Se decidió cerrar Calais, se cierra, se borra, nos llevamos a esa gente… pero no se resolvió nada, la población de vuelta sigue aumentando.

P.- ¿Cuál es, entonces, la petición más importante que haces?

JPR.-Tener un techo, un albergue, y que atiendan a los enfermos. Porque si la temperatura baja por debajo de cero grados, y los enfermos mueren. Ya ha pasado algunos años, tu puedes vivir a la intemperie algún tiempo pero no puedes pasar el invierno a la intemperie, mueres y dejar que eso suceda, es un crimen. Y la policía y las autoridades lo saben, por eso dejan que ayudemos pero no quieren que ayudemos mucho porque entonces vienen más… y es como una pescadilla que se muerde la cola.

Y el problema lo tenemos en Calais, porque cada día intentan pasar diez pero lo consigue uno nada más.

P.- Y ¿Cómo lo intentan?

JPR.-Todas las noches, llegan los camiones que van a pasar a Gran Bretaña que hacen una fila, tienen que parar. Entonces, los refugiados que están al acecho, en los caminos, en las estaciones de servicio, en los aparcamientos… se suben, y es muy arriesgado.

P.- Y todas las noches hay hombres que se suben… porque son hombres, supongo

JPR.-Sí y esto es lo grave de lo que era la Jungla de Calais, porque cada noche había muchísimos que querían pasar. Entonces la policía los reprimía porque era, a veces, como un ataque a los camioneros, y la consecuencia de todo esto es que todos estos hombres que estaban toda la noche sin dormir, intentando subir a un camión, después estaban muy agresivos y lo eran dentro del campamento. Hay muchas historias de maltratos a niños y mujeres, de peleas internas por la vida que llevan, la vida les pone en constante tensión.

P.- Ahora mismo, ¿Qué pasa ahora?

JPR.-No hay campamento, hay bosque, hay gente nueva, va cambiando. La gente que sabe cómo funciona es la que estaba ahí antes, pero con la nueva gente se repite el mismo modelo, hace lo mismo en la noche, y  los ves muy agresivos durante el día. Cuando vamos a repartir las ayudas, nos tenemos que cuidar mucho entre los voluntarios porque hay agresiones a los voluntarios, consecuencia de la tensión permanente en la que viven.

De cada 10 que intentan, hay uno que lo consigue, al resto normalmente los detienen. Tienen que tener mucha suerte porque actualmente la policía escanea los camiones, hay perros para olfatear… es como la Alemania nazi al pasar la frontera en los años 40.

P.- Ultimo viaje a Calais

Fui con mi hijo Toby. Llevamos 70 sacos de dormir y 50 anoraks de invierno y alimentos no perecederos. Los consiguió Toby en su colegio, se hizo un llamado a los padres. Responden muy bien.

Allí, llegamos a las instalaciones de la organización inglesa con la cual colaboramos aunque soy independiente y nos pusimos a trabajar, yo lo hago como paramédico.

Pero ¿Cómo llegaste a hacer esto?

Seguirá…

La historia de Joaquín y sus hijos, de cómo comienza este camino de solidaridad, podrán leerla  en los próximos días, en la 2ª parte de esta conversación: La ayuda a los refugiados cambió la vida, para bien, de toda la familia”