por Raúl Zibechi para La Jornada

La reciente cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC por sus siglas en inglés), finalizó por primera vez sin acuerdo para emitir una declaración conjunta. Las razones son sencillas: la confrontación entre Estados Unidos y China sobre comercio.

La APEC es un foro creado en 1989, integrado por 21 países para promover el crecimiento y fomentar el intercambio comercial, la cooperación y coordinación económica entre sus miembros. Su secretaría general está en Singapur y sus miembros son países del Pacífico, tanto asiáticos como americanos. México, Chile y Perú son los países latinoamericanos que integran la APEC. Entre las grandes potencias, figuran Rusia, EEUU y China.

El foro anual anterior se había realizado en Vietnam y el que recién finalizó en Papúa-Nueva Guinea. El primer ministro Peter O’Neill, en una conferencia de prensa de clausura el domingo 18, dijo que el gran obstáculo para llegar a acuerdos fue la reforma de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la competencia entre EEUU y China en el Pacífico.

Según la agencia Reuters, la polémica estalló cuando el principal diplomático de China, Wang Yi, se opuso a la mención de «prácticas comerciales desleales» en el comunicado final, lo que evidentemente pretendía hacer referencia al dragón. El presidente Xi Jinping avivó la polémica y la preocupación de EEUU cuando realizó una reunión con dirigentes de las islas del Pacífico para incluirlos en la Iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda.

El vicepresidente estadounidense Mike Pence dijo que los aranceles no acabarían hasta que China cambie de actitud y atacó directamente la Iniciativa y la Ruta. En tanto, Xi atacó el proteccionismo y el unilateralismo que se ciernen sobre el crecimiento mundial.

Vale la pena detenerse en el discurso de XI Jinping, ya que muestra por dónde van las preocupaciones de ambas potencias y los objetivos de largo plazo que persiguen. El discurso fue publicado íntegramente en Global Times, el diario oficialista chino, en su edición del 17 de noviembre.

Comenzó diciendo que «el crecimiento mundial se ve ensombrecido por el proteccionismo y el unilateralismo», en clara referencia a EEUU. «Una nueva revolución en la ciencia, la tecnología y la industria está en ciernes; pero las fuerzas de conducción viejas todavía serán sustituidas por otras nuevas».

En primer lugar, China se presenta al mundo como defensora del cambio, de los más importantes avances científicos y plantea que lo viejo es una traba para el desarrollo. Se trata del mismo planteamiento que hacía EEUU un siglo atrás, cuando se erigían como la gran potencia ascendente, paladín de la libertad y la nueva economía que podía resolver los grandes problemas del mundo.

El presidente chino agregó: «La humanidad ha vuelto a alcanzar un cruce de caminos. ¿En qué dirección debemos elegir? ¿Cooperación o confrontación?». Ese cruce de caminos lo coloca el presidente chino en «las lecciones de la historia» que no conviene olvidar. Menciona la Segunda Guerra Mundial, como un momento en el cual la humanidad se «sumergió en un abismo de calamidades».

Esta es la segunda cuestión central que se debate en estos momentos en todo el mundo. El camino del proteccionismo es el camino de la guerra, que puede comenzar siendo comercial pero inevitablemente derivaría en guerra militar y, aunque Xi no lo dice, en guerra nuclear. China se presenta como abanderada de la paz frente al belicismo de Washington.

En tercer lugar, China toma en sus manos las banderas políticas y económicas que hace muy poco tiempo defendía EEUU y todo el mundo capitalista occidental. Así, defiende la propuesta de la apertura económica y asegura que «la globalización es el camino seguro para la sociedad humana para lograr el desarrollo».

Xi aseguró que las barreras proteccionistas «trabajan en contra de las leyes de la economía y la tendencia de la historia». De ese modo coloca a EEUU como una potencia retardataria del progreso y el desarrollo que, naturalmente, anhelan los países más pobres en Asia, África y América Latina.

En mi opinión, este es uno de los puntos fuertes de la política china: ponerse del lado de la historia, del mismo modo que los Aliados hicieron durante la Segunda Guerra al combatir al nazismo, que fue visualizado como una fuerza reaccionaria. Este es su punto fuerte frente a las políticas de Trump: presentarse como lo nuevo frente a lo viejo.

Por último, Xi defendió un cambio profundo en la gobernabilidad global. «Con las lecciones dolorosas de dos guerras mundiales en mente, los países establecieron el marco de la gobernabilidad global respaldado por las Naciones Unidas y compuesto por el FMI, el Banco Mundial, la OMC y otras instituciones». Su mensaje dice que estas instituciones deben ser reformadas para asegurar un buen gobierno mundial y no deben seguir siendo utilizadas a favor del unilateralismo de EEUU.

Finalizó su discurso diciendo que la Iniciativa del Cinturón y la Ruta «es una plataforma abierta para la cooperación», que «no está diseñada para servir a cualquier agenda geopolítica oculta, que no está dirigida contra nadie y que no excluye a nadie». Es la respuesta a las acusaciones hechas por el vicepresidente de EEUU, Mike Pence.

Solo cabe agregar que la estrategia china tiene y tendrá cada vez más aliados entre los países del mundo, incluso entre los aliados estratégicos de EEUU que, como Alemania y Francia, están tomando distancias del unilateralismo trumpista.

Entre los problemas de la estrategia china, veo dos importantes.

El primero es que EEUU sigue siendo una gran potencia en el terreno de la tecnología y la ciencia, como lo demuestra la última lista de supercomputadoras Top500. En ella, EEUU retoma los dos primeros puestos de los ordenadores más veloces y suman cinco entre los diez primeros, frente a solo dos de China. De todos modos el dragón amplía su ventaja entre las 500 computadoras más potentes alcanzado el 45% del total, o sea 227 aparatos.

El segundo problema es el ambiental. EEUU tiene ventajas sobre China, ya que ha conseguido avanzar notablemente en cuanto a la sostenibilidad ambiental de sus industrias y grandes empresas. Si China no avanza en este terreno, tendrá dificultades para presentarse como lo nuevo frente a lo viejo.

 

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