Una crónica de la periodista Manuella Soares sobre los actos que se produjeron en todo Brasil.
Las imágenes son del acto  en Río de Janeiro, donde participaron alrededor de 300 mil personas.

«El humano es el ser de las invenciones. Y el humano mujer es mismo el maestro de las reinvenciones. Nos reinventamos todos los días, en nuestro trabajo, en nuestras casas y más especialmente en nuestro espacio determinante … el colectivo. Es ahí, en ese lugar privilegiado de la vida, que nuestros afectos se manifiestan y la historia sucede. Y es en los afectos en que nos constituimos de forma bien concreta.

El último 29 de septiembre fue así. Miles, millones de mujeres, junto a hombres y niños y ancianos y – como anunciaron las decenas de eventos en facebook – las plantas y bichos y alienígenas y toda clase de personajes fantásticos o reales, estuvimos haciendo historia. En las plazas y calles de Brasil y de muchos países. Contra el machismo, por la vida de las mujeres, de los LGBTs, contra el autoritarismo y contra toda forma de odio que ha sido manifestada por el candidato Bolsonaro – hoy la expresión mayor del reaccionarismo del sistema capitalista brasileño.

En el Centro de Río de Janeiro, la cosa fue hermosa. De llorar de tan bueno. Llegué a las 15h con un grupo de 15 personas provenientes del Largo do Machado, la mayoría mujeres, porque finalmente el acto era nuestro. El Metrô lleno, tipo carnaval. A los gritos de EleNão, contra el machismo y el fascismo, aparecimos en la salida de la Plaza de Cinelândia, ya visualizando las escaleras abarrotadas de la Cámara y del Teatro Municipal. La plaza llena de punta a punta como mostraban las fotos y videos publicados frenéticamente en las redes.

Pero si ese acto representó la lucha de las feministas contra el fascismo, representó aún más las luchas de las Claudias, de las Marías Dalva, de las Marielles, de las Madres de Mayo, de las madres y compañeras de los encarcelados, de las mujeres jefas y cuidadoras de sus familias. Estas ya conviven diariamente, desde hace mucho tiempo, con esa política reaccionaria en las favelas y comunidades de la ciudad.

Sí, si tenemos fascismo, él no comenzó ahora con las elecciones. Quien es trabajador y vive en la periferia, en las calles y las favelas es torturado y muerto desde hace mucho tiempo. Vivimos un estado de excepción y fascismo bajo el paraguas «legal» desde, al menos, 2013, luego de las jornadas de junio, cuando se sancionó la Ley de Organización Criminal. En 2016, aún antes del golpe, se aprobó la Ley Antiterrorismo. Además de todas las acciones de violencia durante las remociones para la construcción de las obras para la Copa del Mundo en la ciudad, en 2014. ¿Las más afectadas por esas políticas? Las mujeres.

Por eso nos estamos organizando en las luchas contra la opresión, por el derecho al control de nuestros cuerpos, a nuestra reproducción y todas nuestras elecciones. Participantes y protagonistas también de las luchas por empleo, contra la precarización, por vivienda, por la salud y educación.
No nos rendimos, el machismo y el fascismo no pasarán si dependen de nosotros. Porque no podemos parar aquí. Ni en la segunda vuelta, ni después de la segunda vuelta, sea cual sea el resultado.

Porque continuaremos, aún, sufriendo con la quinta mayor tasa de feminicidio del mundo. Recibiendo cerca del 30% menos que los trabajadores hombres. Y, además, cuidando de esos mismos hombres, de los hijos y de la vida doméstica.

En el libro El Calibán y la Bruja, la escritora, historiadora y activista feminista Silvia Federici nos muestra cómo todos estos trabajos fueron y son esenciales para la concentración del capital y el desarrollo de la sociedad capitalista. Es así, somos vitales para el funcionamiento de ese sistema.
La autora va hasta la Edad Media para mostrar cómo el capitalismo naciente exterminó el poder social de las mujeres, amplió la ideología del patriarcado y determinó la división sexual del trabajo. Federici defiende que la naturalización de la inferioridad de la mujer en la sociedad es algo esencial para el mantenimiento del capitalismo. Y que la diferencia de poder entre hombres y mujeres y el ocultamiento del trabajo doméstico y reproductivo permitieron al sistema aumentar «inmensamente» las tasas de explotación de los trabajadores, a costa de nuestros trabajos no pagados – reproducción, trabajo doméstico y cuidado afectivo de compañeros e hijos.

Esta división sexual del trabajo sirve también para desviar el antagonismo de clase hacia un «antagonismo entre hombres y mujeres». La división sexual del trabajo es uno de los orígenes, si no el principal, que explica por qué la ideología reaccionaria ataca tanto a los movimientos de mujeres. La lucha por nuestros derechos es una amenaza concreta al neoliberalismo, al fascismo y al capital. Pero es importante recordar que, a pesar de que las mujeres son aún la punta más explotada de esa sociedad, los trabajadores varones siguen juntos compartiendo con nosotros el mismo lugar de clase.

Por eso fue tan bueno ver que muchos compañeros participaron en los actos contra «el coso».
Por eso está siendo tan importante el grito de EleNão para las trabajadoras y los trabajadores. Para nuestra resistencia y lucha contra la barbarie capitalista.
#EleNâo #EleNunca #EleJamais

Fotos: Valdir Silveira