La prensa chilena filtró hoy una resolución de la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados mediante la cual habría sancionado a la diputada del Partido Humanista, Pamela Jiles, por la forma en que increpó públicamente en abril pasado a su par, el UDI Ignacio Urrutia, quien señaló en el Hemiciclo: «Ya es como la décima vez que entregan estos regalitos a estas personas, que más que exiliados eran terroristas«, calificando a las víctimas de la dictadura como «terroristas con aguinaldo«.

Ante dichas afirmaciones y con el mismo coraje que caracterizara décadas atrás a otra diputada humanista, Laura Rodríguez, la congresista actual se levantó de su lugar y caminó para enfrentar directamente, cara a cara, y no permitir el negacionismo o la complicidad de los sectores civiles comprometidos con la dictadura, siendo la única en reaccionar ante los dichos de Urrutia.

Sorprende que a los parlamentarios que componen la Comisión de Ética de la Cámara no les bastara con sancionar al derechista, quien en cualquier lugar habría sido condenado por sus palabras extremadamente ofensivas hacia las víctimas de Derechos Humanos, sino que además consideraran por unanimidad establecer sanciones en contra de la diputada Jiles.

Me pregunto en base a qué consideraciones Guillermo Tellier, presidente del Partido Comunista de Chile, resolvió en contra de la conducta ejemplar de Pamela y si hubiera actuado del mismo modo si quien se levantara del asiento en la oportunidad hubiese sido Carmen Hertz, su correligionaria y valiente abogada defensora de los Derechos Humanos que estaba presente en la Sala en el momento del altercado.

Pero menos todavía logro imaginar cuáles fueron las reflexiones o los motivos éticos por los que los dos parlamentarios del Frente Amplio, Vlado Mirosevic del Partido Liberal y Renato Garín de Revolución Democrática, habrían resuelto plegarse a la votación supuestamente unánime de la Comisión en la que participan, sin consideración alguna hacia la conducta referencial de su par ni tampoco hacia las víctimas de la dictadura, que han depositado su confianza en la naciente coalición y llevado al Parlamento a una bancada que podía llegar a devolverles la dignidad y la esperanza.