En Marruecos, una campaña de boicot lanzada el 20 de abril de 2018 en las redes sociales fue muy popular entre los ciudadanos. Se trata de tres grandes marcas de productos locales de consumo cotidiano: leche, agua y una marca de estación de servicio. Se trata de tres marcas principales: «Afriquia», «Sidi Ali» y «La Centrale Laitière». Y a través de ellos, tres grandes nombres del ámbito político y económico marroquí: Aziz Akhannouch, Meriem Bensaleh y la familia real que poseería algunas acciones de la empresa «central lechera» propiedad del grupo Danone.

Esta acción no violenta contra el coste de la vida tiene como objetivo empujar a estos industriales a bajar sus precios para ciertas necesidades básicas. Este movimiento, que se extendió rápidamente por todo el país, también expresa una denuncia del sistema social, el cual ha afectado a una gran parte de la población.

Después de unas semanas de boicot, éste parece tener repercusiones reales. Danone anunció que «espera que sus ingresos disminuyan aproximadamente un 20%, lo que representa una pérdida neta de 150 millones de dirhams (13,5 millones de euros) en el primer semestre de 2018». También anunció que había «reducido su suministro de leche de proveedores locales en un 30% y rescindido contratos de agencia a corto plazo».

Este movimiento de boicot tiene repercusiones en la economía local y los poderes políticos, económicos y mediáticos seguramente aprovecharán esta laguna para denigrar este boicot y enfrentar a uno contra el otro. Sobre todo, porque algunos productores de leche están obligados por contrato a suministrar únicamente su producto a la fábrica de Danone.

Sin embargo, hasta la fecha, la magnitud de dicho boicot ha debilitado al gobierno. Hace que los marroquíes sean conscientes de su poder sobre la economía. Podría amplificarse y afectar a otros productos.

El boicot es una forma de acción ejemplar y eficaz en varios niveles. Es fácil de configurar. Afecta directamente al centro de poder y a su ganancia. Es incontrolable y no confrontacional y por lo tanto impide el poder de someterlo. Devuelve la confianza a la población que se convierte en protagonista del cambio[1].

[1] Cabe señalar que, en Francia, a finales de 2010, se aprobó una circular que prohibía (bajo ciertas condiciones) el boicot de productos procedentes de un país extranjero con el pretexto de «provocación pública a la discriminación contra una nación».